PECADO DEL DESEO romance Capítulo 1

¿Mi Boda y mi ceremonia graduación en el mismo día? Sí, ese es mi caso. No sé si soy la afortunada de tener estos dos eventos en el mismo día, solo sé que es ¡mi mayor pesadilla!

He estado liada todo el día, el cansancio me come viva. De vuelta a mi habitación cuando quiero quitarme la ropa, alguien me toma de la cintura, bloqueándome contra la pared y haciéndome inmóvil.

—¿Quién eres? —grito, al segundo me quita las palabras con un beso.

Entre las penumbras veo unos ojos profundos y perspicaces. El hombre es muy alto, con un leve olor a tabaco procedente, particularmente opresivo en la oscuridad. Su presencia me intimida mucho.

Entonces me doy cuenta de que ¡no es mi marido!

—Clyde...—lo llamo con miedo y a fuerzas aparto su mano—. ¿Por qué estás aquí?

—He venido a verte —La voz baja y sombría de Clyde suena en mis oídos. Cuando se inclina hacia mí, la punta de su nariz roza mi mejilla, enseguida me ruborizo y mi corazón empieza a latir más deprisa.

—Finalmente te has convertido en la señora Santalla, ¿estarás orgullosa?

Al escuchar eso, contengo mi respiración.

A los ocho años fui adoptada por la familia Santalla. En realidad, mi familia y yo sabemos la verdadera intención de esta adopción, solo que todos nos hacemos el tonto.

Desde muy pequeña sabía que, después de graduarme de la universidad, me tendré que casar con el hijo mayor de la familia Santalla, Kenneth Santalla.

Pero el que está ahora en mi habitación no es mi esposo, sino su hermano, Clyde Santalla.

Clyde sonríe, con una mano juguetea con mi largo cabello y con la otra me desabrocha los botones del cuello.

—La gente se pone vestido de novia para su boda, pero tú te has puesto un vestido oriental con tantos botones... ¡Me lo has puesto difícil! —se burla en voz baja—. ¿Qué pasa? ¿Es alguna afición que tienes en la cama? ¡Qué lástima, Kenneth no podrá disfrutar de esto!

—¿Qué estás haciendo, Clyde? —digo con los labios temblados— Te lo he explicado millones de veces, ¡ese asunto no tiene nada que ver conmigo! ¿Por qué no paras de meterte conmigo?

—¿Nada que ver contigo? Entonces, ¿por qué no te atreves a mirarme a los ojos cada vez que me lo explicas?

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