Acompaño a Kenneth en su estancia en el hospital. Podría haber contratado a una cuidadora, pero como quiero expiar mi culpa, lo cuido personalmente.
Kenneth me lo tiene en cuenta. Cuando lo empujo a dar un paseo y tomar el sol, pone su mano en el dorso de mi mano y susurra:
—Selena, qué suerte tengo de tenerte como esposa.
¿Suerte? Si recorde lo que pasó ese día, ¿seguirá pensando así?
El médico dijo que la amnesia de Kenneth es selectiva. Con el tratamiento durante este período, en realidad puede recordar algo del pasado, por ejemplo, recuerda a papá y mamá, a Clyde y a mí, pero no recuerda el día que se cayó por las escaleras.
La amnesia selectiva pasa cuando el paciente no quiere recordar lo sucedido para protegerse a sí mismo y, desde el punto de vista de la medicina, también es una medida defensiva del cerebro para sí.
Estoy triste y me siento culpable, pero en nuestra estancia en el hospital, también noto que algo anda mal con Kenneth. Puedo sentir que depende de mí y es tierno conmigo, pero también siento que una frialdad inexplicable está surgiendo de su interior. Cuando de repente me cruzo con sus ojos, me estremezco.
«Será otra de mis alucinaciones», me consuelo. Después de todo, tampoco es la primera vez que veo alucinaciones. No me lo tomo en serio y sigo cumpliendo con mi deber de cuidarlo.
A Kenneth solo le faltan tres días para el alta, ¡me alegro por él! Pero mi alegría no dura mucho… Por la noche, cuando él se queda dormido me levanto para ir al baño a lavarme la cara, pero en la esquina del pasillo, alguien me agarra del brazo.
Antes de que puede gritar, él me tapa la boca, y me arrastra hasta un pequeño rincón oscuro del pasillo. No puedo ver su rostro en la penumbra, solo llego a ver un contorno; sin embargo, el aura peligrosa que exuda no me puede ser más familiar.
Después de unos segundos de silencio, musito:
—Clyde.
No dice nada, pero su respiración está acelerada. Puedo sentir que me mira con ojos ardientes.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto con rabia—. ¡Habla!
—Clyde, ¿qué diablos quieres? ¿No basta con todo lo que has causado? ¿Crees que aún no me has torturado lo suficiente? Clyde… te lo ruego, ¡déjame en paz! Aunque no pienses por mí, ¡al menos piensa en tu hermano! ¡Soy su esposa, tu cuñada!
—Ahora ha perdido la memoria… ¿No sientes ninguna culpa? —Señalo su corazón y advierto— ¡No vuelvas a buscarme!
Con eso, salgo corriendo, pero me atrapa de nuevo. Esta vez no me deja ninguna escapatoria, directamente me toma por la cintura, me pone sobre sus hombros y me da una palmada en el trasero.
Grito.
—¡Calla! —La voz fría resuena en el pasillo—. Si quieres despertar a mi hermano para que vea esta escena, ¡pues grita todo lo que quieras!
—Pero si no quieres volver a estimularlo, cállate y escúchame.
Al escucharlo, me quedo callada con mucha tensión, pellizco sus hombros y golpeo su espalda, pero el hombre parece estar hecha de hierro, toda mi resistencia ha sido en vano.
Enseguido sus pasos pesados hacen eco en el pasillo vacío.
Me mete en el coche. El coche va a toda velocidad en la noche. Le grito:
—Clyde, ¿a dónde me llevas? Kenneth aún está en el hospital. ¡Esta noche le tengo que cambiar las gasas!
—Estás agotada. Quiero que duermas y descanses, ¡nada más!
Clyde me pone los ojos en blanco.
—Selena, ¿estás tratando de morir agotada cuidando a mi hermano? ¡Te dije que no morirás tan fácilmente! ¡Aún tengo que torturarte lentamente!
Se me acerca, con una mano me levanta la barbilla y con la otra me sujeta de la cintura. Es salvaje y rebelde, debería odiarle, pero siento que mi corazón late más rápido.
—Dije que ni se te ocurra huir antes de que me aburra de ti —se burla—. ¡Nuca te escaparás de la familia Santalla ni de mí!
—Ya he enviado a alguien para que cuide de Kenneth en el hospital, así que no te preocupes. Solo quédate a descansar aquí. No pienses en nada y no te vayas a ningún lado. ¿Entendido?
Dicho eso se va. Y la sonrisa malvada que me deja antes de irse se queda grabado en mi mente.
Me siento junto a la ventana, allí entra el cálido aroma floral que consigue calmar mi mente hecha un desastre. Giro la cabeza y veo una fila de rejas de hierro forjado en el balcón con varias macetas pequeñas de hortensias en varios colores.
Desde pequeña me ha gustado las flores y plantas. Recuerdo que, en un cumpleaños de Clyde, le regalé una maceta de hortensias, pero como me echaba la culpa de la muerte de su hermana, tiró la maceta en el suelo.
Mi corazón tiembla un poco viendo estas flores en el balcón. Algo está encendiéndose en mi subconsciencia.
Después de tomar una ducha, vuelvo a acostar en la cama grande. Cierro los ojos con mente que se queda en blanco, y me quedo dormida de nuevo. En lugar de pesadillas sueño con alguien sosteniendo mi mano. El calor de su palma me parece súper real y reconfortante.
No sé lo que significa eso, solo siento que soy una presa que encamina hacia las trampas de Clyde.
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