PECADO DEL DESEO romance Capítulo 50

Sí, soy del estatuto inferior, tampoco soy persona importante.

Pero, aunque mi vida es barata, también una vida, ¿no?

¿Por qué solo tu hermana merece ser apreciada, no valgo nada?

Cerro los ojos, sufro todo el dolor.

De repente, alguien me besa. El beso tiene una hegemonía familiar, pero también es gentil y compasivo... Esa persona me sostiene en sus brazos, besándome como a un tesoro.

Pierdo el conocimiento poco a poco, todo el cuerpo parece flotar en las nubes... Hago otro sueño, este sueño no es nada, es completamente blanco. Pero el sueño es cálido, como si alguien haya estado sosteniendo mi mano todo el tiempo, pero no puedo ver la cara del hombre.

Me despierto por dolor.

Me encuentro acostada en la cama, con gasas gruesas envueltas en la espalda y la frente.

Estoy mareada, me duele mucho, no puedo pensar en nada más, ¡solo me duele!

—¿Estás mejor?

Una voz sueña en el oído,

—¿Por qué sigues sudando... te duele?

Hago una pausa.

—¿Kenneth...?

—Sí, soy yo.

Kenneth se sienta junto a la cama y concentra en limpiarme,

—¿Cómo te sientes? ¿Todavía te duele? Vi al doctor darle analgésicos, ¿te duele todavía?

No puedo describir mi sensación.

Trato de sentarme y luego retrocedo instintivamente.

Admito que tengo miedo de Kenneth, su humor es variado, me peleaba frecuentemente hace un tiempo, y nos reconciliamos después de la pelea y continuamos la disputa más intensa después de la paz. Él también me golpeó con su muleta.

Pero ahora... ¿me está cuidando?

Sus ojos se llenan de ansiedad, preocupación, como se convierte en el hermano mayor que me atendía. Pero soy tímida, no me atrevo a acercarme, solo soy como un animal herido, un pájaro asustado.

—Selena, ¡no te muevas!

Se pone de pie con una muleta,

—¡Ten cuidado con la lesión!

—Kenneth... ¿por qué estás aquí?

Él no me responde directamente, pero dice,

—¿Tienes hambre? Dejo que la gente te sirva la comida.

—¡Kenneth!

—Llamo a alguien para que se ocupe de ti.

—Esperas...

Yo lo detengo.

Se para en su lugar, hay una soledad indescriptible en su espalda.

Se vuelve para mirarme y sonríe,

—Creo que... probablemente no quieras verme aquí. ¡dejo que otros te cuiden!

—Kenneth...

Me quedo triste.

—Te quedas aquí, me temo que en la familia Santalla nadie quiere verme excepto tú.

Kenneth se sorprende, se sienta en mi lado de nuevo y me toca el cabello.

—Selena... —me llama con voz ronca y lame los labios.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: PECADO DEL DESEO