Pedido de Amor romance Capítulo 343

El hombre enarcó una ceja y sonrió, sacó un pañuelo de papel y se limpió las manchas de agua de la cara con despreocupación, mientras decía con indiferencia:

—Selena, ¿cuánto hace que nos conocemos? ¿Crees que no te conozco? Intuí que te pasaba algo desde la noche que me pediste prestado el teléfono, ¿de verdad crees que no sé nada?

Selena se sintió tan mareada que hasta las palabras de Alberto cayeron en sus oídos con un zumbido.

—Ya que nos hemos acostado juntos, podrías casarte conmigo. Si no, que lo sepan los de fuera, y dime, ¿con quién más quieres casarte en el futuro?

Mantuvo una ligera sonrisa en su rostro de principio a fin, más bien la sonrisa de suficiencia de un hombre en el poder.

—Bastardo…

Selena terminó su frase y desmayó al suelo.

Sólo unos instantes antes de perder el conocimiento se dio cuenta.

Alberto estaba aquí porque había empezado a sospechar de ella hacía tiempo, así que había sobornado al camarero del restaurante para que manipulara su bebida antes de venir a este compartimento.

De todos modos, Selena no esperaba que las cosas se procedieran tan rápido.

No esperaba que saliera a cenar con Susana y terminara en esta situación.

Después de estar inconsciente durante quién sabe cuánto tiempo, Selena se despertó.

Cuando abrió los ojos, llegó al hotel.

La habitación familiar con el mismo mural colgado en la pared que la habitación en la que se había alojado aquel día.

Selena estaba tumbada en la cama, luchando por levantarse, pero débil.

Pero cuando inclinó la cabeza, apareció el rostro de Alberto a su lado.

—Selena, ¿despiertas?

Alberto, en topless y apoyado sobre los codos en la almohada, apoyó su mejilla y alargó con interés su otra mano para frotarla ligeramente por la cara, —Mira… qué piel tan bonita, no puedes evitar querer besarla.

—¡Quita tus sucias manos de encima!

Selena apretó los dientes, su ira se le subió a la cabeza.

En ese momento, casi pudo sentir cómo la rabia subía a su sangre.

—¿Sucia? Oh.

Alberto sonrió conspiradoramente, una sonrisa que cada vez parecía más horrenda en un rostro como aquel, poniéndose como un demonio infernal, con un fuerte escalofrío emanando de su cuerpo.

Su mano apretó violentamente la mejilla de Selena, tan fuerte que le dolió en carne, y dijo con voz grave:

—¿Eso es sucio? Ni siquiera creo que hayas sido follado por Aaron, ¿cómo te atreves a llamarme sucio? ¿Cómo de inocente te crees que eres, eh? El día que Laura se comprometió con Aaron, él estaba hablando por teléfono conmigo en el hotel mientras te cogía. ¿Cómo es que no pensaste que estabas sucio entonces?

Con la tranquilidad destrozada, Alberto habló con impunidad, revelando todas esas cosas desagradables de Selena.

Descubriendo despiadadamente sus cicatrices.

Selena frunció el ceño, dolorida:

—¿Por qué me haces esto?

Ella era incapaz de entenderlo.

—¿Por qué? Porque me gustas y te deseo. Yo, Alberto, te doy mi corazón y mi alma, ¿y tú? Sólo porque Adelina expuso el vídeo de Laura, ¿merece la pena que te ensañes conmigo y con mi hermana? Mi hermana, a la que le encanta bailar y es una chica tan guapa, ahora camina cojeando y tardará en recuperarse. Y ya no puede ni bailar, ¡¡¡no se puede bailar, ¿¿entiendes??!!!

Alberto estaba tan emocionado que apretó la mejilla de Selena con tal fuerza que podría haberle aplastado los huesos.

Alberto siempre recordaba la fiesta de compromiso entre Laura y Aaron, en el Hilton, cuando ella llamó a Selena y pensó que estaba alucinando al creer vagamente que hablaba con una voz equivocada.

No fue hasta que vio a Selena salir con una muda de ropa y después de que enviara a alguien a mirar el circuito cerrado de televisión que estuvo seguro de las cosas incalificables que habían hecho los dos en el salón.

Selena lo miró con rabia, con la garganta casi destrozada por el dolor cuando él le apretó el cuello.

Su cara se enrojeció y luchó instintivamente contra ella, pero se sorprendió al descubrir que realmente podía mover un poco las manos.

Selena apretó los dientes y levantó el brazo con todas sus fuerzas, moviéndolo centímetro a centímetro hacia su cuello para romper la mano de Alberto.

Pero Alberto era demasiado fuerte, y ella no era ni una décima que él, así que ¿cómo iba a ser rival para él?

—Ah…

Selena sentía dolor y poco a poco su mente se quedaba en blanco como si le faltara el oxígeno. No pudo romper la mano de Alberto, pero sin darse cuenta sintió el collar de zafiro que llevaba al cuello.

Agarrando el collar con sus manos, lo levantó con una fuerza que no sabía de dónde y lo arrancó, empujando los pulgares contra las plumas negras que encerraban el zafiro.

Con un suave empujón, las plumas se abrieron hacia arriba como las puertas de tijera de un coche de lujo.

Selena agarró la joya, apoyó el pulgar en la pluma esquelética y la lanzó hacia la cara de Alberto con un fuerte esfuerzo.

Sostuvo el arma y cortó la piel de la cara de Alberto, sintiendo casi el sutil sonido al ser casi cortado.

—Hiss…

El defensivo Alberto recibió un corte en la mejilla por el arma oculta de Selena, y dolorido se soltó de ella y se pasó la mano por la cara, y un chorro de sangre pegajosa resbaló por su rostro.

La herida, muy profunda, de siete u ocho centímetros, se tiñó de rojo en un breve momento mientras la sangre goteaba por la mejilla y sobre la colcha blanca.

Los labios de Alberto temblaron de dolor y se quedó mirando a Selena con una rabia increíble…

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