—Sí, sí, claro.
Selena percibió el espeluznante aliento frío del hombre, como si fuera un demonio del infierna, que le daba mucho susto.
Por instinto de supervivencia, Selena asintió con la cabeza repetidamente:
—Por supuesto que sí. Pero ¿qué tengo que hacer para demostrarlo?
—Muy bien.
La indiferencia en el rostro de Aaron fue reemplazada por una sonrisa pícara al ver que esta mujer se había rendido.
Al acercarse a su oído, su aliento le erizó el vello de la nuca a Selena, provocándole un cosquilleo que le hizo sentir un escalofrío.
El hombre tardó unos segundos en hablar:
—Te puedo dar un consejo.
—¿Qué... qué consejo?
—Es...
A mitad de su frase, hizo una pausa con intención y siguió diciendo:
—¡Es mejor quitar tu útero!
—¡¿Mi… útero?!
Selena retrocedió espantosa, golpeando con el sofá y cayendo en él, y miró de forma aturdida a Aaron:
—¡No, no... no lo acepto!
Si le quitase el útero, no podría tener hijos durante el resto de su vida.
Ella no lo aceptaría de ninguna manera.
—Aaron, ¿eres un diablo o qué?
Selena, que siempre había sido fuerte y dura, se asustó por las palabras de este hombre.
Antes, no conocía la identidad de Aaron, por eso era muy atrevida a su frente, pero ahora estaba cada vez más asustada.
Porque este hombre tenía el poder de aplastar todo, que podía eliminarla como pisar una hormiga.
Aaron resopló ligeramente y cogió su teléfono e hizo una llamada:
—Simón, contacta con el hospital para que preparen una histerectomía inmediatamente...
—¡No, no, de ninguna manera!
Antes de que Aaron pudiera terminar de su frase, Selena se levantó de repente, le arrebató el teléfono y lo colgó, gritando con rabia y agresividad:
—¡¿Quién te crees que eres?! ¡¿Te crees poder hacer lo quieras siempre con tu puto dinero?!
El hecho demostraba que no tenía sentido hacerse inocente y lamentable frente a este hombre porque este bastardo era simplemente un bestia sin conciencia humana.
—Pues veremos si puedo quitarte el útero.
Aaron le arrebató el teléfono de la mano y se fue.
—¡No te vayas!
Selena agarró el brazo de Aaron y se arrodilló en el suelo con las lágrimas derramándose de los ojos para suplicarle:
—Señor Aaron, por favor no me trates de esa manera. No sé si estoy embarazada de su bebé todavía, pero si lo estoy, abortaré, se lo prometo. Por favor, señor.
Selena podía hacer cualquier cosa para salvar su útero.
La dignidad no valía nada cuando se trataba de su vida.
No quería perder su útero, que era una parte indispensable para ella.
—Hace un momento parecías indignada, ¿y ahora estás de rodillas pidiendo clemencia? —el hombre le sujetó la barbilla de ella—. ¿En qué lado debo creer?
—Señor Aaron, déjame explicárselo. Su abuela te dragó, y usted se ascontó conmigo, yo soy la víctima en este caso. ¿Por qué tengo que sufrir las consecuencias por su culpa?
Estaba enojada.
Había estado dando pena, pero ahora estaba de rodillas enfadada y sus emociones eran tan variadas, lo que despertó el interés de Aaron.
Este le contestó:
—Porque, con dinero, puedo hacer lo que me dé la gana.
Y añadió:
—Quédate aquí obedientemente y se te llevarán al hospital más tarde para la operación.
Aaron sacó un pañuelo de papel y se limpió la mano con la que había sujetado su barbilla, como si ella fuera una mujer sucia.
Tirando el pañuelo a la basura, se dio la vuelta y se alejó.
Selena soltó una carcajada, al instante salió corriendo del salón y entró en el ascensor para bajarse.
Escapando del Club Nocturno, llamó a un taxi y se fue enseguida.
—Señor, vamos al Hospital Santo... No, vamos a la Villa Río, por favor.
Había querido ir al Hospital Santo para visitar a sus padres adoptivos, pero al final decidió ir a Villa Río para conseguir el dinero de la familia Lirio y marcharse de la Ciudad Azul para siempre con sus padres adoptivos.
Al donar la médula al hijo menor de la familia Lirio, su padre biológico le había prometido cinco mil euros como compensación.
Selena no quería aceptar su dinero, pero ya no tenía otra opción.
No le había llegado el salario de este mes y los únicos quinientos que tenía los había usado para el tratamiento médico de Aaron esa noche.
Era difícil vivir sin dinero.
Media hora después, Selena llegó a la Villa Río.
Selena se bajó del coche, se dirigió a la puerta del chalé y llamó al timbre.
En unos instantes, se abrió la puerta y Juliana, con un vestido elegante, la miró y le preguntó de mala gana:
—¿Qué haces aquí?
Juliana, que tenía casi cincuenta años, pero se veía con un aspecto joven y elegante, porque se cuidada mucho.
Era la madre biológica de Selena.
—¿Dónde está Bruno? Quiero hablar con él —dijo Selena.
—¿Cómo puedes llamar a tu padre por su nombre? Maleducada —Juliana lanzó a Selena una mirada de desprecio y desdén.
A veces Selena no entendía por qué les ella disgustaba tanto a sus padres biológicos ya que ella y Laura eran hijas de la misma madre, .
—¿Maleducada? —Selena resopló—. Bien. ¿Dónde está el coso de tu marido? Lo busco por algo.
—... Anda, ¡qué malcriada eres!
Juliana estaba furiosa por la actitud dura de Selena.
—Es la obligación de los padres educar bien a sus hijos. Si soy maleducada, a lo mejor es la culpa de mis padres biológicos —se burló Selena otra vez.
En realidad, Selena no quería hablar con ella con tal actitud.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Pedido de Amor
Seguirán escribiendo esta historia bonita...
Bella novela continuarán escribiendo capitulos...