Porque Yo lo digo (COMPLETO) romance Capítulo 9

Y otro día de trabajo llegó. Podríamos decir que inició sin problemas. Danielle, estaba contenta con el resultado de su en un principio incómoda cita con Cameron, pero que terminó mejor de lo que esperaba, conociendo un poco del verdadero él, y no tanto del sofisticado y apuesto hombre de traje costoso que se presentó en su apartamento.

Su rutina comenzaba con colgar sus pertenencias, encender su computadora para fijarse si tenía algún mensaje de su jefe para la mañana. Organizaba todo antes de las 8am, hora en que Nicholas, llegaba a la oficina sagradamente cada día.

Pero la sorpresa se la llevó cuando entró en el despacho para encender todo y allí frente a la computadora se encontraba él.

— Disculpe señor Allen, no sabía que ya estaba aquí. Buenos días -saludó reponiéndose de la sorpresa.

— No tienen nada de buenos si llevo aquí una hora y acabas de darte cuenta -espeta con el ceño fruncido y sus lentes de lectura cayendo por el puente de su nariz.

— Estaba por recoger la pila de documentos… —señala el montón de papeles que todas las mañanas retira para regresarlos a sus dueños correspondientes.

— Ya me interrumpiste, acaba de una vez.

Soltando un sonoro gruñido de desaprobación Nicholas, se recostó sobre su silla ejecutiva reclinable de súper lujo y observó detenidamente a Danielle. Ella no estaba intimidada por su malhumor. Se veía tranquila y extrañamente alegre para su gusto…, y sumamente atractiva en ese conjunto de falda alta color granate, blusa rosa pastel y chaqueta a juego.

— Quiero mi café —suelta para provocarla sin apartar la mirada de ella y su reacción.

— No hago café —le recuerda sin apartar la mirada de los documentos que recoge.

— Aprende —insiste con malicia.

— No gracias —suspira pasando a lo siguiente—. Recuerde que a las 8:15am tiene reunión con el jefe de seguridad.

— Quiero mi café listo y C A L I E N T E para la reunión —insiste modulando lentamente la palabra “caliente”.

— Claro señor —le dedica una media sonrisa de lo más sarcástica.

— Y no quiero excusas para faltar, mi asistente va conmigo SIEMPRE —le recuerda altanero.

— Como usted diga señor

Responde mecánicamente mientras abraza los documentos contra su pecho a la espera que acabe de hablarle.

— ¡Retírate de una vez! —alzó la voz frustrado por no poder imponerse ante ella.

— Claro señor —asiente.

— Que insoportable eres… —gruñe entre dientes.

Con una media sonrisa luchando por salir Danielle, se apresuró a dejar el despacho, le divertía que su jefe se enojara tan fácilmente.

Cuando fueron las ocho en punto de la mañana, Danielle, tomó dinero de la caja chica y bajó al Starbucks, que se encontraba en la esquina de la misma cuadra donde se ubicaba el edificio. Compró el cappuccino más grande que había y regresó a la oficina justo a tiempo para recibir al jefe de seguridad. Fue un alivio ver que cargaba su propio café, no quería ser grosera con él y dejarlo sin algo para beber, odiaba esa máquina de la sala de descanso con su vida.

— Muy buenos días señor Ronald, enseguida lo anuncio.

— Buenos días Danielle, gracias.

Acercándose a su escritorio tomó el auricular y le marcó a la línea interna.

— ¿Qué? —ladró Nicholas.

— El señor Ronald, ya está aquí.

— Prepara el material y hazlo pasar —ordena con calma.

— Sí señor –murmura sorprendida ¿ya no está enojado?

— Y señorita Ross… —se calló unos segundos—. Quiero MI CAFÉ.

—…Claro —allí estaba el rey del malhumor.

Sin hacerse esperar regresó el auricular del teléfono a su lugar, tomó el material y con el café en mano y la frente en alto entró al despacho. Con la mejor de las sonrisas se acercó al escritorio y depositó el vaso de poli papel con el logo de la sirena en su lugar habitual, sobre el posa vaso costoso.

— Su café señor, BIEN caliente…, como le gusta —aclaró con una provocativa voz de lo más sugerente, ocultando su diversión.

Sin saber que decir, aunque solo por un instante Nicholas, la miró fijamente aclarándose la garganta para reaccionar…, y para que algo se le ocurrió para fastidiarla.

— No pienso beberlo de esa porquería —fue todo lo que se le ocurrió.

— ¿Disculpe? —alzó una ceja confundida, no sabía si se refería al café o al vaso.

— Quiero una taza —protestó sonando como un niño mimado.

— Por supuesto, enseguida lo cambio

No se iba a hacer problemas por verter el café en otro vaso.

— No juegues conmigo —le advierte con el ceño fruncido.

— Jamás me atrevería señor.

— ¡Deja de ser tan sarcástica! —espetó furioso.

— ¿Por qué se enfada conmigo?

— Porque me provocas todo el maldito tiempo.

— Pero solo estoy haciendo lo que me pide con la mejor de las disposiciones y usted solo cuestiona todo —protesta con suavidad, asegurándose de mirarlo directo a esos salvajes y oscuros ojos.

— Entonces cambia el tono, no me gusta, además parece que te burlaras de mí —gruñó sosteniéndole la mirada, intentando no caer ante aquellos grandes ojos de cachorro abandonado.

— Eso sería faltarle el respeto y tengo la educación necesaria para saber comportarme —esta vez Danielle, sí estaba hablando muy en serio.

Se sostuvieron nuevamente la mirada. Nicholas, decidió que ella tenía razón, no se burlaba de él, pero le frustraba ese “sí señor” para todo, le provocaba cosas que se negaba a admitir, menos en voz alta.

— Mi café en una taza. Ya estamos retrasados con la reunión ¡muévete!

— Enseguida señor.

Poniéndose manos a la obra, Danielle, acomodó el papeleo sobre el escritorio de su jefe y enseguida salió hacia la sala de descanso a cambiar el café a una taza.

Estúpido niño rico. Gruñó para sí misma.

La reunión fue insoportable. Nicholas, estaba interrumpiendo a cada momento para asegurarse que Danielle, estuviera tomando nota de todo. Incluso le exigía que le enseñara su libreta, poniendo en duda que estuviera cumpliendo con su trabajo frente a otra persona.

Hizo que se sentara junto a él, al otro lado del escritorio quedando frente a Ronald. Lo cual resultaba algo intimidante.

No dejó que se levantara incluso después de acabar la reunión y encontrarse a solas, pareciera que buscara excusas para mantenerla así de cerca de él.

— ¿Qué sigue ahora?

— A las 10:30 tiene una cita con el encargado de finanzas y…--

— ¿Cuál es el motivo? —la interrumpió antes que terminara de hablar.

— Lo desconozco señor, es personal.

— Ross, estoy ocupado con un asunto importante ¿puedes dejar de molestarme por un maldito par de horas? —siseó apretando los dientes.

— ¿La hago pasar? —lo ignora.

— ¡BIEN!

— Gracias señor.

Unas horas más tarde el grito que Nicholas, lanzó hizo saltar a Danielle, de su silla. Y segundos después la línea privada comenzó a sonar. El demonio había aparecido…, otra vez.

Armada con su lápiz y libreta, lista para tomar apuntes entró al despacho sin tocar, sabía que si se detenía a tocar la puerta esto lo irritaría aún más.

Nicholas, estaba de pie sin la chaqueta del traje, con la corbata suelta y el cabello alborotado. Y el impacto de verlo tan desarreglado también quitaba alientos…, dejaba salir su atractivo natural…, salvaje.

— Señor Allen —lo llamó Danielle, para que notara su presencia. Parecía absorto en sus pensamientos de pie junto al escritorio.

— Danielle, cierra la puerta y toma asiento.

— Sí señor…

Mierda, esto no pintaba nada bien. De inmediato Danielle, temió por su trabajo y en lo único que podía pensar en ese momento era en que tenía que pagar su nueva “Smart TV”. Al fin tenía televisor…

— Esta noticia puede que te guste, aunque no te alegres tanto —comienza a decir mientras vuele a su lugar detrás del escritorio—. Avisa a la secretaria que tiene su puesto de regreso, PERO, y déjaselo bien claro —la fulmina con la mirada—. Estará a prueba y al más mínimo error su salida será permanente ¿está claro?

— Por supuesto señor —asintió mientras tomaba nota de la advertencia.

— Ahora necesito que vengas conmigo a terreno —suspiró agotado. Se había pasado la noche entera trabajando y parte de la mañana también en un proyecto muy importante para su abuelo.

— Señor, hoy no puedo hacer horas extras, lo lamento.

Se disculpó recordando el mensaje que Cameron, le había enviado durante el almuerzo… “Cita sensual, solo unos jeans ya son demasiado”.

— ¿Lo lamentas? ¿Qué es más importante que tu trabajo? —alzó la voz visiblemente estresado y cansado.

— ¿Mi vida íntima? —soltó antes de darse cuenta.

— ¿Qué quiere decir eso? —frunció el ceño fulminándola.

— Tengo una cita… —murmura de pronto insegura al darle tanto detalle de su vida íntima, la que ha dejado claro desde el principio que no tiene absolutamente ningún interés.

— ¿Con quién? —exigió

— Con un hombre obviamente —soltó molesta por su tono tan…, burlón, como si lo estuviese inventando.

— Espero que no hayas caído en la mierda del tarado de finanzas —alza una ceja expectante.

— Claro que no señor.

— Bien…, reprograma y retírate.

— ¿Necesita algo para el dolor de cabeza? Creo que tengo ibuprofeno —preguntó Danielle, con sinceridad al notar el rojo en los ojos de Nicholas y a la mueca constante hacía cuando levantaba la voz.

— Está bien…

Asintió en un murmuro tan bajito que Danielle, apenas pudo escucharlo, pero eso solo la hizo comprender lo estresado y cansado que estaba con el proyecto en el que trabajaba. Además no podía dejarlo así sabiendo que tenía una tira de pastillas en su bolso.

En silencio se retiró del despacho y fue por una botella de agua y un vaso de cristal antes de detenerse en su escritorio y sacar la tira de pastillas de su bolso. Las llevó a su jefe dejándolas en su escritorio sin decir una sola palabra. Completó su turno sin inconvenientes.

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