Poséeme romance Capítulo 49

No era la primera vez que la veía tener sexo con otro hombre, pero sí era la primera vez en la que los celos le hacían hervir la sangre, era la primera vez en que podía oír como poco a poco su corazón se rompía en mil pedazos. Él sabía que esa actitud de ella al tener sexo con otro hombre frente a sus ojos lo hacía solo por qué él se encontraba mirándola y porque sostenía en sus brazos a otra mujer. Sabía perfectamente que ella era testaruda y que hacía las cosas sin pensar, que era muy impulsiva, pero eso no quitaba el simple hedo de estar mordiendo sus propios celos.

No se movió de allí, si quiera pestañeó y aunque para Abril lo que estaba haciendo era más que para demostrarle que no lo necesitaba para quitarse las ganas y que había alguien que disfrutaba uno a uno sus orgasmos. Con eso ella le restregaba frente a sus ojos que su vida no acabo sin él y que tuvo los ovarios para continuar y estar con otros hombres.

- ¿Por qué no hacemos lo mismo nosotros? – le dice Natasha quien no paraba de besar su cuello luego de notar que él no volteaba a verla por estar hipnotizado disfrutando la escena de aquella pareja follando como si no hubiera un mañana.

- Arrodíllate. – dice de repente quitándola de encima. La chica sonrió y seducida por esa fragancia que resaltaba su masculinidad es que se inclino hasta quedar entre sus piernas.

Para Santino era simple. Si ella quería jugar con fuego, él sería quien Le echar nafta para reavivarlo. Sonrió mientras liberaba su polla desde adentro de su pantalón y tomando la cabeza de la muchacha es que de un solo movimiento hizo que todo su miembro ingresara en su cavidad bucal.

- ¡Ohhh nena! – exclamo acompañado de un fuerte y sonoro gemido.

Fue solo ver aquello que hizo que dejara de moverse sobre Alejandro y sintiera deseos de ir hasta donde él, tomar del cabello a esa mujer y arrancarla de su cuerpo y ser ella quien se arrodille ante él.

Pensar todo aquello hizo que necesite tomar un poco de aire. Se quito definitivamente de Alejando y luego de pedirle disculpas es que pasó entre medio de los presentes hasta que alcanzo una de las puertas de atrás.

- Demonios. – se quejó ante la situación que le tocaba vivir en esos momentos y solo cerró sus ojos y se dejó llevar por el “viaje” que le estaba propiciando la nicotina.

- Deja esa basura. – alguien interrumpe su tranquilidad al mismo tiempo que le arrebata de las manos aquel cigarro.

- ¿pero qué haces? – le dice enfadada.

- Abril. – la nombre muy dulcemente, pero ella estaba negada a escucharlo. – Abril. – insiste y toma su rostro haciendo que lo mire. - ¿qué estamos haciendo? – ella suavizó su mirada y no supo que decir.

No bien Santino la vio irse rápidamente tuvo la necesidad de correr tras de ella, esta vez no se quedaría viendo como se escapa de su vida. Le había costado mucho aceptar sus sentimientos como par dejarla ir ¡no!. Sin molestarse en decirle a Natasha que ya no continuarían con ese acto sexual que estaban compartiendo se puso de pie y ante su mirada confusa empezó acomodar su miembro nuevamente dentro de su pantalón.

- ¿Qué sucedió? – preguntó ella y esta vez él sí le respondió.

- Debo irme. – dijo tajante.

Cuando Natasha lo vio en aquel bar no pudo contenerse para acercarse. Ella estuvo viviendo un tiempo en Buenos Aires y recordaba perfectamente que él había sido parte de un escándalo por una mujer que no se molestó en memorizarle si quiera el nombre y un club sexual, casi parecido a ese. Había leído algo sobre su estilo sexual y moría de ganas, era su sueño poder, aunque sea una sola vez, ser parte de su fantasía y no se perdería la oportunidad.

- Espera. – dijo rápidamente y sacó de su cartera un pequeño papel y se lo entregó. Santino lo observó y volvió a mirarla. – sé quién eres y haría lo que sea por ser tuya cómo y cuándo quieras. –

Él se le quedó observando por unos minutos y por alguna razón guardó aquel papelito. Sin responderle absolutamente nada es que corrió tras Abril, deseaba, le urgía poder llegar a tiempo y ser capaces de dejar a un lado tanto resentimiento infundado y quién dice, poder intentar ser una pareja.

Cuando salió por la puerta de emergencia la vio recargada sobre unas cajas de madera apiladas y fumándose un cigarrillo por lo que no espero un minuto para acercarse y sacarle ese veneno de sus labios.

Ni bien hizo esto, ella se giró sobre su propio eje y lo miró confundida, pero también se reflejaba culpa y dolor. Para él era muy difícil convivir con sus sentimientos y más cuando no estaba acostumbrado a sentir y cuando pasó cuatro años como en estado de coma y ella, en cierto modo en pausa y no refiriéndose a sus vidas privadas, después de todo cada uno continuó con su vida sexual, sino que sus sentimientos se detuvieron en el tiempo y ahora que estaban frente a frente todo aquello volvió a tomar su marcha y sus corazones que estaban en coma y que no latían hace tiempo.

- Abril. – la nombre y muy lentamente comenzó acercarse, pero ella le evitaba la mirada - ¿qué estamos haciendo? – fue escucharle el tono en el que se lo preguntó que tuvo que mirar sus ojos.

En ellos pudo ver el peso de los años y el vacío que había en su alma como en la propia ¿por qué no borrar el pasado y comenzar otra vez? Si él le había demostrado su amor al elegirla antes que su carrera y sí, era egoísta por no valorar aquel gesto, aquel acto de amor y aunque estaba agradecida por ello, estaba segura de que no la quería como decía, de ser así le hubiera contestado los mensajes.

- Déjame ya. – le dice ella simulando estar enfadada. Esa era la única manera de creerse que de verdad su presencia le molestaba y que lo quería lejos, bien lejos.

- No quiero. – dice sincerándose. – tampoco puedo hacerlo. – confesó y ella negó para sí misma.

- Pero se te veía bastante a gusto allí dentro. – dijo con reproche, pero él también podía reclamarle.

Ella no tenía derecho a decirle nada. Si bien él había asistido a ese sitio no lo había hecho con la intención de acostarse con ninguna, porque en el momento en el que pisó esos pisos, se dio cuenta de que no podría borrar de su boca el sabor de Abril. En cambio, sin siquiera saber que estaba él en ese sitio estaba muy coqueta con aquel hombre que si quiera conocía de su existencia y encima, para hacer más profunda la herida había estado teniendo sexo con él mientras sus ojos se fijaban a los suyos. No era un hombre de hierro, no era frío y quería que lo supiera.

- Tú estabas con ese tipo follando en mis narices. – le dice enfadado. - ¿tienes idea de cómo me hizo sentir eso? –

Estaba ante un hombre desconocido. ¿Santino Rivas hablando de sentimientos? Esto sí que era nuevo. Ella solo soltó una carcajada y él frunció su ceño.

- ¿qué es lo gracioso? – pregunto confundido ante aquella repentina actitud.

- Santino Rivas, el hombre más frío y sin sentimientos ¿hablando de amor? – dice burlándose. – eso es casi imposible. –

No solo le restaba importancia lo que le estaba diciendo, sino que además se burlaba de sus sentimientos, ¿dónde quedó aquella Abril que había conocido? ¿en qué se convirtió?

- Te desconozco. – dice decepcionado de ella y ésta tuvo que poner mucha fuerza de voluntad para no llorar ante él. Sin embargo, no se daría por vencido. Caminó unos pasos hasta quedar frente a su rostro. - ¿sabes qué? – le dice casi rozando sus labios. Le mentiría, porque sabía que ella solo le estaba mintiendo, que había herido su ego aquella mañana en tribunales y que su orgullo no le permitía ver con claridad y aceptar lo que sentía. – no perderé mi tiempo contigo. – suelta y ella abre sus ojos como platos. – me esforzare para enterrarte junto a todo lo que viví en Buenos Aires. – ella no se esperaba escuchar aquello, por lo que, aunque sus ojos estaban aguados no quería dejar escapar su tristeza y frustración. – desde hoy, haremos como si ninguno de los dos se conociera, como si jamás hubiésemos tenido una historia. –

A Santino le dolía decir aquello tanto como a ella escucharlo, pero que se burle de sus sentimientos sería lo ultimo que le permitiría. Era cierto que él había sido un cretino con ella, pero jamás se burló de sus sentimientos. Abril sabía lo que a él le costaba poder expresarse y su burla terminó por destruir su orgullo.

- ¡no me importa lo que digas! – le grita mientras ve que se marcha, que se aleja de su campo visual. - ¡no me importas porque ya tengo quien te reemplace! – y escuchar esto hizo que se detuviera.

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