Poséeme romance Capítulo 48

- No tienes idea de cuánto aún te deseo. - dijo al vacío Santino mientras seguía sujetando su polla mojada por lo excitación.

Para él no había sido fácil el contenerse si solo deseaba enterrarse en ella hasta arrancarle de lo más hondo de sus entrañas gritos salvajes de placer. Deseaba tanto besarla por completa, usar sus manos para recorrerla entera, para azotar sus partes íntimas. Su cuerpo la pedía a gritos y él tuvo que hacer fuerzas para no caer.

No se sentía bien, estaba enfadado había perdido su primer caso y ella se empeñaba en reírsele en la cara, por otro lado podía ver en sus ojos cierto recelo y no entendía el por qué, si le confesó su amor, la liberó de ese canalla de Gastón y hasta la eligió antes que su carrera dándole justicia a sus padres ¿Y se comporta de ese modo? De verdad que no la entendía.

Luego de que eyaculo sobre sus manos, se enjuagó muy bien su parte íntima y se dirigió a su cuarto para buscar la ropa que se pondría. Era viernes y necesitaba, le urgía poder liberarse de toda aquella tensión, de todo aquel estrés que la ocasionaba el trabajo, sobre todo aquellos dolores de cabeza que no cesaban aunque tomara y tomara pastillas.

No conocía mucho la ciudad de Madrid, por lo que no sabía dónde, específicamente, podía ir. Tomo su laptop y buscó lugares donde uno puede expresarse, sexualmente, libremente. Ese tipo de lugares donde uno puede ir, disfrutar alguna copa de bebida alcohólica o no, de conocer gente y por qué no, poder tener algún tipo de encuentro de índole sexual. Algo como el The Clímax.

Buscando y Buscando dio con uno The Sweet Hoy que, por lo que ofrecía era parecido al mencionado por lo que no lo pensó dos veces y se preparó para ir.

Se puso un pantalón de jean color negro, unas zapatillas de vestir beige, una camisa blanca y su saco del color de su calzado. Su billetera y por último sus anteojos de vidrio negro, unas gotas de fragancia masculina y salió a buscar la noche.

A diferencia del The Clímax, este otro era más pequeño y no había tanta majestuosidad como en el primero. En medio había una gran pista de baila y a su alrededor sillones blancos con parejas que estaban devorándose por completo.

Se acomodó en la barra y pidió una copa de licor, el más caro y se quedó allí, con sus brazos apoyados en la. Será y mirando dónde un grupo de dos parejas estaban entretenidas mientras las mujeres les hacían sexo oral y los hombres se estaban comiendo la boca.

Él no tenía nada en contra de ese tipo de demostraciones Lujuriosas entre dos hombres, pero él se juraba nunca intimar de ese modo con ningún hombre.

- Hola. – escucho una voz femenina que desconocía. En cuanto se volteó se encontró con una mujer hermosa, realmente hermosa. Llevaba el cabello corto hasta el cuello con ondas y de color rubio, su altura era parecida a la de abril, un metro sesenta y ocho. Llevaba un vestido bien pegado al cuerpo hasta por encima de sus rodillas y le podía sentir un aroma a vainilla exquisito.

Sus ojos eran de color verde y sus labios era bien rosados y eso que no los llevaba pintados.

- Buenas noches. – respondió él con esa actitud fría de siempre.

- - ¿Viene acompañado?- quiso saber la rubia, pero él si quiera se dignó a mirarla.

Él se sentó y sin soltar su mano la atrajo hasta que la acomodó sobre su regazo y justo en ese momento en el que ladea su rostro hacía aquella pareja, divida perfectamente de quién se trataba.

- Abril. – susurró y Natasha no comprendió. Ella le hablaba, pero él hacía oídos sordos.

En cuanto ella descubrió su mirada entre la gente sintió un mal estar en la boca del estómago que se obligó a tomar asiento mientras él se dejaba besar y toquetear por Natasha. Los celos la quemaban por dentro y su sonrisa le hacía crecer la furia algo debía hacer, lo que sea.

Santino estaba disfrutando verla y creerla abatida que hasta se dejaba manosear por esa rubia. De vez en cuando sus manos subían su falda y apretaban sus glúteos, en tanto le sonreían mirándola a los ojos como gozándola, algo que le provocaba rabia, mucha rabia.

Abril estaba decidida a que le pagaría lo que estaba haciendo y las ganas con las que la dejó esa mañana en tribunales. Por eso y porque ese club tenía la particularidad de poder tener sexo sin problemas, es que se puso de pie, se subió la falda que llevaba, su acompañante comprendió lo que deseaba por lo que enseguida se bajo el cierre de su pantalón y liberó de su bóxer su enorme polla que estaba deseosa de meterse dentro suyo. Ella corrió su braga y ante la mirada ¿horrorizada? De Santino, es que se acomodó sobre su polla y clavando sus ojos en él y sonriéndole es que se empezó a deslizar hacía abajo y a medida que su polla iba tomando profundidad en ella Rivas podía sentir como su corazón se rompía y el odio lo empezaba a quemar, en tanto Abril comenzaba a moverse y a gemir para dedicárselos uno a uno aquel hombre que hacía horas la había dejado con las ganas.

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