Catalina se puso aún más nerviosa y apartó la vista.
—¿Por qué me miras de esta manera?
—¿Cuánto tiempo has estado con Mateo en la sala? ¿De qué han hablado? —Emanuel le preguntó con una vez arenosa y tranquila.
—Pues unos minutos. Hablamos de las cosas en el trabajo y el señor Hurtado me elogió por mi desempeño en el trabajo. Por cierto, acabas de mencionar la Empresa Unidos. ¿También sabes el escándalo de esta compañía?
—Este incidente ha causado tanta sensación en toda la ciudad. ¿Cómo es posible que no me entere de nada de eso?
Catalina sentía vagamente que este Emanuel le estaba ocultando algunas cosas.
«¿Acaso él tiene que ver con este incidente de la Empresa Unidos? ¿Hace falta que haya tenido que desaparecer durante tres días enteros?»
—Emanuel, ¿qué ocupación exactamente tienes? He dicho que eres un director, ¿pues eres el director de alguna comisaría o de alguna cárcel? —Catalina le preguntó de nuevo con más confusión.
El hombre curvó las comisuras de los labios y sonrió. Esta mujer siempre podía hacerle mucha gracia con sus palabras serias, pero inocentes. Emanuel se creía haber hecho bien en casarse con ella porque realmente era una persona interesante, simpática e ingenua.
—No soy director de ninguna de las dos instituciones que has mencionado. Pero es cierto que he jugado a las cartas con el comisario y el alcaide —Emanuel no le dijo su exacta ocupación—. Venga, te llevo al otro lugar.
—¿Adónde?
—Lo sabrás cuando llegues.
***
Emanuel no se creía un hombre romántico y complacer a las mujeres nunca era su estilo. No obstante, ahora ya estaba casado con Catalina, como marido, él debería comprarle un anillo como el testigo de su matrimonio.
Aunque la noche ya estaba avanzada, el gran centro comercial todavía estaba muy animado y lleno de gente.
Emanuel la tomó de la mano a Catalina y entró en una joyería fina. Y dijo sin rodeos a la dependienta que les atendía:
—Buenas noches, queremos comprarnos anillos de boda. Para mí, quiero ese tipo de anillos de platino más comunes y para ella...
El hombre se dio la vuelta a Catalina y dijo:
—Caty, ve y elige el que te guste más.
Catalina se quedó avergonzada por sus palabras.
Catalina retiró la vista de inmediato y contestó:
—Ya voy.
Ella respiró profundamente para tranquilizarse y se dijo a sí misma mentalmente que hoy había venido aquí para comprar el anillo de matrimonio y su propio marido era mucho mejor que Isaac en todos los aspectos.
—¿Qué te pasa? Solo dilo si no te gusta. ¿Por qué te llevas una cara tan fea?
—Estoy bien. Es que me gusta este diseño —Catalina casualmente cogió un anillo de diamantes, se lo puso en el dedo anular y dibujó una sonrisa forzada— Es muy bonito, ¿no?
Emanuel le preguntó:
—¿Estás segura de querer este?
—Sí.
—Bueno —Emanuel sacó una tarjeta dorada de su billetero y se la entregó a la dependienta—. Parece que tu vista no es muy buena, pero gracias por ahorrarme el dinero, mi querida esposa.
Al oír que este hombre la llamó tan cariñosamente, Catalina se quedó estupefacta en el mismo lugar por un buen rato.
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