—Oye, ¿qué estás haciendo? —Catalina se resistió instintivamente—. ¿Estás tratando de estrangularme?
Emanuel se sintió muy extraño, y no podía entender qué pensaba ella:
—¡Qué va! Soy tu marido.
Catalina le dirigió una mirada sin gracia, pero ya se había dado cuenta de la buena intención de Emanuel. La amplia y suave bufanda le envolvía el cuello y las orejas, y aún estaba caliente con el calor residual de él.
Después de ponerle la bufanda, Emanuel volvió a cogerle las manos, que estaban muy rojas por el frío. Y luego se las metió en los bolsillos de su abrigo.
De pie, frente a frente, pecho con pecho, las puntas de sus zapatos pisando las suyas. Ella no se atrevió a mirarle directamente, y solo pudo sentir su aliento caliente justo encima de la parte superior de su frente.
Ella preguntó con timidez:
—Oye, ¿qué estás haciendo?
Emanuel rodeó suavemente su cintura con los brazos, tal y como ella le sostenía en ese momento. Hacía muchos años que no abrazaba a alguien así, y resultó que se sentía muy bien calentarse en el frío invierno.
Catalina trató de apartar su mano, pero el brazo de Emanuel la rodeaba con firmeza, y solo después se dio cuenta de que no podía resistirse en absoluto.
Emanuel dijo en voz baja:
—Se acerca la fecha de nuestra boda. Me tomo el día libre hoy y quería llevarte a la prueba del vestido de novia, pero parece que ha llegado demasiado pronto. Estoy acostumbrado a levantarme temprano.
¡Le estaba explicando!
Cuando dijo eso, Catalina se puso a pensar, sí, su boda era el día de Año Nuevo.
—Hola, señor Moruga. Por aquí, por favor —mientras caminaban, ellas se presentaron—. Para ajustarnos a su horario, hemos escogido unos vestidos de novia de la talla de Sra. Moruga con antelación. Espero que estén satisfechos.
Catalina miró a Emanuel con desconfianza, mientras que Emanuel seguía al camarero con calma.
***
Ayer por la tarde Emanuel recibió una llamada de la empresa de bodas:
—Director Moruga, todo lo demás está arreglado, ahora solo falta el vestido de novia de Sra. Moruga y al menos dos semanas para la personalización.
—No hace falta. Está bien si lo puedes llevar, y envíalo a Catalina con un día de antelación.
—Esto... ¿usted necesita discutir con la señora? En caso de que no le guste...
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ROMANCE ALOCADO