«¡No vuelvas a mencionar el divorcio!»
Estas palabras de Emanuel resonaron sin cesar en los oídos de Catalina durante mucho tiempo.
En ese momento, ella no tomó estas palabras en serio, simplemente pensó que Emanuel no debería poder permitirse los efectos negativos del divorcio.
Sin embargo, al ver lo ansiosos que estaban sus padres por la boda, cada vez que quería mencionar el divorcio, se detuvo.
El fin de semana, Román salió temprano a hacer ejercicio como de costumbre, y Alonso tampoco estaba en casa. Desde que Emanuel había acudido a la casa, finalmente había admitido que tenía que dejar de lado su amor hacia Catalina.
Solo quedaron en la casa la madre y la hija.
En la mesa, Catalina estaba desayunando mientras miraba a su madre, que estaba secando la ropa en el balcón.
Quedaban pocos días para el día del Año Nuevo, y si no lo decía, sería demasiado tarde.
Así que se armó de valor para decir:
—Mamá, con Emanuel... no quiero...
—Catalina, Emanuel está muy ocupado en el ejército, ¿verdad? Casi llega la boda y todavía no tiene tiempo en todo el día. Como esposa deberías ser más comprensiva, y no tan caprichosa como en casa. ¿Qué acabas de decir, con Emanuel qué?
Catalina se tragó la comida que tenía en la boca, tan insípidas que no tenían ningún sabor, como su vida en ese momento. Negó con la cabeza:
—Nada... Emanuel y yo no nos vemos desde hace tiempo, está muy ocupado.
—Así es, ¿has oído lo que acabo de decir? Llévate bien con Emanuel, él es un buen hombre.
—Mamá, ¿cómo puedes asumirlo solo porque lo has visto una vez?
—He pasado por esto, y tengo idea sobre lo que digo.
Mirando las patas de gallo en las esquinas de los ojos de su madre y la creciente cantidad de canas, Catalina no tenía ni idea de qué decir y solo podía escuchar.
—El matrimonio es simple, no tanto un romance sorpresa. Puedo ver que Emanuel es un hombre que vive su vida con los pies en la tierra. Así que, ¿qué te preocupa? Después de haber sido herida tan gravemente por Isaac, y comparar tantas citas a ciegas, ¿qué más quieres?
Las palabras de Laura salieron del fondo de su corazón. Catalina sabía lo difícil que era para su madre estar en la familia Arnal, y ella misma quería dejar la familia Arnal por motivos de matrimonio.
El camino era su propia elección, aunque fuera difícil todo el camino, tenía que resistir.
—Mamá, no te preocupes, viviré una buena vida con él.
Acariciándole el hombro Laura dijo con alivio:
—Muy bien, mi buena hija, eres mi única esperanza y orgullo.
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