ROMANCE ALOCADO romance Capítulo 74

Después de sólo medio día de descanso, Catalina estaba muy animado por la tarde.

No había nada que entretuviera fuera del campamento excepto la nieve. Pero la nieve era tan espesa que una persona tan alta como Emanuel no podía pasar de las rodillas al pisarla, y mucho menos Catalina.

—Es tan espesa —ella exclamó, la nieve le faltaba por completo en los muslos, sin poder entrar o retirarse—. no puedo moverme, ayúdame.

Mirando a Emanuel, que ya estaba lejos, se sintió avergonzada. Puedes controlar tu propia grasa y delgadez, pero no puedes cambiar el tema de la altura.

Emanuel miró hacia atrás y su primera reacción fue reírse. Catalina llevaba una gorra militar de algodón en la cabeza que le cubría la mayor parte de la cara y un abrigo de algodón varias tallas más grande que su cuerpo. Parecía un árbol de Navidad atascado en la nieve.

Catalina lanzó un tajo levantando muchos copos de nieve al frente.

Emanuel retrocedió, le tomó la mano y le dijo:

—No me escuchaste cuando te dije que caminaras detrás de mí, ahora estás engañado, ¿verdad?

—No sabía que la nieve fuera tan gruesa.... —intentó levantar el pie, pero no sólo no lo consiguió, sino que no se quedó quieta y todo su cuerpo se lanzó a la nieve.

El sombrero de algodón se cayó y rodó lejos como una bola de nieve. Su cabeza se ladeó, su pelo y su cara se cubrieron de nieve, se convirtió en una tortuga que no puede moverse.

Emanuel no pudo evitarlo y siguió riendo. También se sorprendió de que esta nieve, que ya le resultaba un poco aburrida, también pudiera hacerle reír.

Catalina estaba un poco frenética y se quejaba:

—¿No dijiste que era seguro? No debería haber confiado en ti.

—La nieve aquí es la más fina, eres tú quien tiene las piernas cortas —Emanuel explicó.

—¡Sé que tienes las piernas largas!

Catalina echó un vistazo y dijo con desprecio:

—¿En serio? ¿No son el neumático?

—Entonces, ¿te vas a sentar en él?

—¡Claro que sí!

El neumático era grande, con unas cuantas cuerdas gruesas atadas, para que se pudiera sentarse en él o tirar de él.

Emanuel lo arrastró a la nieve, y Catalina se sentó en él con manera estable. Aunque estaba cansada y helada, le interesaba mucho:

—Parece muy divertido, vamos.

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