ROMANCE ALOCADO romance Capítulo 87

La habitación era un mundo aparte de la del exterior, y el hielo de las pestañas de Catalina se derritió al entrar en calor, y sus ojos brillaron con lágrimas.

Emanuel se quitó el sombrero, sus labios helados se separaron ligeramente, su tono era claramente de reproche, pero su voz era suave al decir:

—Catalina, ¿cuándo me vas a escuchar?

Catalina se quedó quieta y no dejó de mirarle. Antes de verlo, había deseado volver a verlo, y ahora que lo tenía delante, su mente estaba en estado de shock:

Ella dijo emocionada:

—Me alegro de que estés bien, es bueno tenerte de vuelta.

Emanuel se conmovió mucho y la acercó a él, estirando los brazos para estrecharla con fuerza.

—Mi gorro... —exclamó Catalina,

El gorro de algodón se le cayó y sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa. Pensaba que Emanuel la regañara de seguro, pero ahora ella estaba en sus brazos.

Su cuerpo se estaba calentando, y sus brazos y piernas congelados se sentían mejor. El pecho del hombre era fuerte y sus brazos eran cálidos. Catalina se sonrojó.

Emanuel la soltó un poco y sus labios volvieron a estar sobre los de ella. Ella cerró los ojos, le puso las manos en la cintura y se puso de puntillas.

En momentos como éste, lo único que se necesitaba era un beso profundo y ambos comprendían los sentimientos del otro.

Emanuel la apretó contra la pared y la besó mientras tenía las manos libres para quitarse el equipo. Se sentía cansado después de un largo día de trabajo, pero ahora, con ella a su lado, estaba con energía.

Emanuel tomó la iniciativa, a veces con suavidad, a veces de forma dominante, a medida que iba tomando el control.

El sexo es quizás la mejor manera de comunicarse cuando hay tanto que decir entre dos personas que quieren decirlo pero no pueden expresarlo.

Sabiendo que ella aún estaba dolorida, él lo hacía lentamente. Ya no era tan imprudente como ayer, como un caballero, se preocupaba más por la otra persona.

Y ella, la incomodidad inicial se desvaneció, y luego, una ráfaga de placer que nunca antes había experimentado, sus besos como el vino, embriagándole profundamente.

—Mmmm...

El sonido se derramó inconscientemente. Sus manos se aferraron a los hombros de él, sin saber si apartarse o agarrarse más fuerte. En ese momento, ella no sintió más que la falta de oxígeno en su cerebro y su cuerpo sin control.

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