Elizabeth estaba recibiendo las quejas de sus amigas, mientras su silla era retirada por un hombre para darle la bienvenida a la mesa. Soltó un suspiro cansado, porque su chofer había tomado el camino más largo, ya que el tráfico estaba en su pleno apogeo en horas del mediodía.
Se quitó las gafas de sol y observó a las chicas reír.
Kiara, era la mayor de todas, tenía 30 años y unos de los 4 amigos de su marido era su esposo. Jake Gibson.
Alana, tenía 27 años, también estaba casada, pero su familia no tenía nada que ver con Michael y Ellie, sino con algunos contactos de su padre; sin embargo, entre los encuentros de negocios ellas se volvieron muy unidas y definitivamente Elizabeth la ingresó en su círculo.
Tamara y Carla, eran sus eternas amigas desde la universidad, compañeras de estudios para convertirse en unos años en personas inseparables para Elizabeth. Ambas estaban casadas y tenían la misma edad que ella cumpliría en unas semanas, 25 años.
Y por último estaba, Dana. En algunos momentos Elizabeth quisiera ayudarla, y pedirle de manera suplicante que no diera un paso apresurado, porque ella apenas tenía 20 y se encontraba en los preparativos de su boda, con otro de los 4 amigos de Michael, que, en su opinión personal, era el peor de todos. Carter Best.
Aunque… a estas alturas, ahora no sabía muy bien si lo comparaba con su marido, creía que ambos competían por el peor lugar. Pero por supuesto todo esto solo estaba en su mente y en su silencio.
Entonces ella observó a las mujeres y les pasó una disculpa con la mirada.
—Saben que el tráfico es un desastre si te encuentras en el centro de la ciudad —se excusó y luego les envió una sonrisa.
A pesar de todo nadie debía enterarse de su realidad, quizás sonara hipócrita, y llena de apariencias, pero a estas alturas… ¿Cómo podía decir que ella junto con toda si vida eran un completo desastre?, cuando en todos estos 4 años de matrimonio ella mintió con desespero.
—No les prestes atención —reclamó Kiara con un ademán de manos que calló a todas al instante, ella solía ser una de las personalidades más fuertes del grupo—. Hay un asunto muy, muy importante por hablar…
Ellie vio como todas arrimaron sus sillas y se juntaron más las unas de las otras. Si algo conocía de ellas es que eran dramáticas en exceso, y les encantaba un chisme.
—¡Por Dios Santo!, ¡habla ya! —insistió Tamara cuando Kiara hizo un silencio demasiado largo.
—¿Recuerdan a Shaina…?, ¿la alargada y presumida, Shaina Wright? —preguntó en susurro.
—Ammm… no debemos recordarla, creo que ahora todas podemos verla, porque ella está entrando ahora mismo al restaurante —Alana alzó la mirada y junto con ella todas se dieron vuelta hacia la mujer que Kiara estaba mencionando segundos antes.
La mujer no hizo caso de las miradas, y otra mayor que la que acababa de entrar la acompañaba detrás de su caminata a una mesa en el fondo del restaurante donde un camarero las acompañó.
Kiara hizo un disimulo y esperó que ellas pasaran tratando parecer que ninguna estaba mirando a la mujer, y en ese instante Ellie rodó los ojos.
El camarero llegó hasta la mesa pidiendo el pedido de cada una y eso ayudó a que la tensión disminuyera. Cuando todas volvieron en sí, Kiara volvió a llamar su atención, hablando muy bajo.
—Se está divorciando… —Anunció de golpe mientras todas tomaron una impresión en su rostro.
—¡¿Qué?! —Charis preguntó esta vez con la cara pálida—. La vi junto a su esposo el banquero hace un par de semanas, de hecho, compartimos mesa, en la subasta.
Ellie pasó un trago mientras llevó una copa de agua a sus labios secos para luego desviar la mirada a esa mujer, que parecía estar muy tranquila, disfrutando su comida con una amiga mucho mayor que ella.
—Pues… ya vez… un matrimonio de apariencias… muchos cotillean sobre el suceso, algunos dicen que su esposo tiene algunas amantes, pero la mayoría la crítica por no saber llevar su casa…
—¡Qué horror! —agregó Lena—. Solo de imaginar que me pase algo como eso, me dan ganas de morir ahora mismo, es una racha terrible.
—Totalmente —dijo Kiara negando y viendo hacia la mujer.
Una a una agregó su punto, pero Ellie seguía muda, sin dar algún tipo de comentario sobre el tema.
Su mente estaba perdida, en definitiva, tenía tantas cosas en la cabeza, sin embargo, todo su centro ahora era el rostro de esa mujer que parecía más feliz que todas sus amigas juntas, como si nada le pesara, como si fuese tan liviana como una pluma y por un momento se preguntó cómo se sentiría estar de esa manera.
—¿Qué te ocurre? —Ellie sintió una mano zarandeándola suave, y logró parpadear varias veces mientras desviaba la mirada hacia sus amigas.
Todas estaban con el ceño fruncido, y definitivamente se había perdido de todo lo que habían despotricado en contra de esa pobre mujer.
—Yo… solo estoy un poco liada con… la empresa.
—¿Algo va mal? —preguntó Kiara con interés.
—No… hay mucho trabajo —respondió Elizabeth rápidamente.
—Bueno, tú tienes suerte de trabajar de la mano con tu esposo —sonrió Lena como si sus ojos pensaran maravillas.
—Es verdad, a veces te envidio tanto —Agregó Tamara con un puchero.
—¿Envidiar? —Ellie negó incrédula.
—¡Ay Ellie…!, no vengas a restregarnos tu vida perfecta —Kiara refutó con la ceja levantada—. Lo preguntas como si no supieras que eres la más afortunada de todas nosotras… una familia rica, un puesto en tu propia empresa que manejas a tu antojo, y eso sumado a que tienes al esposo perfecto….
—Estoy de acuerdo contigo —Ellie se giró al escuchar a Alana—. Te ganaste la lotería con Michael…
Elizabeth apretó su mandíbula y bajó la mirada.
—Sí… soy… muy afortunada —dijo levantando los ojos con una sonrisa que le dolió—. Sus maridos son, buenos también.
Las risas se esparcieron por toda la mesa.
—Sí, no lo negamos, pero los hombres son por lo general, poco detallistas, olvidadizos y muy poco sensibles… pero en tu caso, es diferente —Charis agregó tomando un sorbo de su vino—. Michael es guapo, romántico, y muy muy cariñoso, es un hombre seguro que no pierde nada expresando su amor en público, y eso querida Ellie, es un premio que no todas pueden conseguir.
—Y eso sumado a que es un adonis en la cama, ¿no es así Ellie?
Las mejillas de la chica se encendieron cuando Kiara le dio un codazo insinuando las mismas cosas que solía hacer siempre.
¡Qué desastre!, pensó queriéndose halar el pelo de la desesperación. Su vida era una red de mentiras.
Como pudo, controló su respiración irracional y apretó las manos temblorosas.
—¿Cómo van los negocios? —hizo la pregunta desesperada por cambiar el tema, pero en el momento, los platos llegaron a su mesa, y las mujeres se detuvieron en la conversación.
Después de unos minutos de protocolo, ellas volvieron a quedar solas.
—No pretendas cambiarnos el tema, antes de todo esto, estábamos preguntando si en tu empresa no se escuchó el rumor de la separación, Máximo Wright, es un banquero importante, y lo más seguro es que tu padre y Michael deben conocerlo —Kiara sugirió mientras las demás tenían la mirada puesta en ella.
—No sé nada… hasta ahora escucho sobre el asunto —respondió Ellie rápidamente y luego volvió su mirada a la mujer—. Quizás… no sea algo grave… o quizás sea una separación acordada… ella no parece triste…
—Está fingiendo —Agregó Lena llamando la atención de Elizabeth. A veces le daban miedo las expresiones frías de la chica que ni siquiera sabía lo que era un matrimonio.
Algo se revolucionó dentro del estómago de Elizabeth y luego la miró con recelo.
—No veo muestras de fingimiento en su rostro… ella parece, ligera, un divorcio no es el fin del mundo, chicas, nadie sabe lo que pasa detrás de nuestras casas, ¿Por qué si somos mujeres debemos arremeter contra otra?, ¿no es esto más vergonzoso, que el hecho que ella se vaya a divorciar?
El silencio se hizo eterno, la respiración entrecortada de Ellie solo le anunció que se había dejado llevar por sus impulsos y por un momento se arrepintió, y dejó caer la espalda en la silla.
Las mujeres dentro del ascensor se ruborizaron y comenzaron a cotillear en voz baja. Elizabeth envió una mirada fría a su marido y luego como ella lo acostumbraba hacer, le respondió dócilmente.
—No hay nada, gracias por notarlo —su esposó sonrió y luego acaricio su mejilla.
—Es imposible no notar tu belleza, Ellie querida… eres la más hermosa de todas…
El timbre del ascensor anunció que habían llegado a la quinta planta y Michael esperó que sus empleados salieran para tomar la mano de Elizabeth nuevamente y salir.
Con los dientes apretados ella recibió el gesto y comenzó a caminar con él.
Todos les daban saludos de bienvenida con las sonrisas en su boca y Ellie fingía por supuesto que estaba montada en una nube, una, que desaparecía cuando Michael cerraba la puerta y la dejaba caer a un piso de concreto, rústico, seco y desgraciadamente doloroso.
No supo por qué su esposo entró primeramente a su oficina, pero vio cómo se quitó la chaqueta y se paraba frente a la pared de vidrio que ella tenía en su frente.
Elizabeth dejó sus cosas en el escritorio y luego se sentó para encender su computador, debía terminar lo que dejó ayer, porque en el trascurso de la mañana le pediría a su padre que pasara por la tarde a la empresa para hablar personalmente con él; también debía trabajar en el informe y detallar con exactitud su petición.
Sin embargo, el silencio extenuante de su marido la incomodó.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —preguntó Ellie sin retirar los ojos de la pantalla.
—No —escuchó como su esposo respondió sin separarse del vidrio.
Entonces tomó una aspiración y siguió tecleando. Anoche ni siquiera lo sintió llegar, porque su cansancio fue extenuante. Para cuando se levantó de la cama, él ya estaba en la ducha, desayunaron en silencio, aunque eso no era raro en su relación.
Pero, podía oler que algo pasaba, su actitud callada era la más extraña de todas sus facetas, aunque también sabía que la situación económica estaba en un punto de quiebre, y quizás eso lo estaba alterando, porque si de algo era obsesivo Michael era en tener control económico, y ser próspero.
—Tu padre está algo extraño… —el silencio se rompió y Ellie alzó la vista.
Michael caminó lentamente y luego tomó la silla para sentarse frente a ella.
—Yo diría, preocupado, desesperado, triste… —respondió ella recostando su espalda y prestando la atención requerida.
—Estoy pensando en algo —informó el hombre tomando un lapicero de la mesa—. Me gustaría que sacaras un informe general de la empresa y la hagas llegar a mi oficina, quiero manejar los datos precisos para poder hablar claramente con tu padre…
Ella asintió, eso no era problema.
—Claro, estoy en algunas cosas ahora, pero trataré de hacerlo, puede que demore una hora.
El hombre asintió y se levantó, y antes de que tomara el pomo, se giró hacia ella.
—Por cierto, por la tarde vendrán algunas personas, nos reuniremos con ellas al finalizar la jornada.
—¿De qué se trata?
Él gesticuló una sonrisa y luego le envió una mirada como si ella fuera lo más preciado que tenía.
—Es una sorpresa, mi amor…
Michael cerró la puerta después de las palabras, mientras que Ellie seguía con los ojos abiertos, un tanto nerviosa, un tanto confundida, porque sencillamente su marido no dejaba de sorprenderla…
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