Tom se despidió de Ellie y ella no esperó ver qué cara podía tener. Caminó rápido a su casa viendo que habían pasado muy rápido las horas sin haberse dado cuenta, que, de seguro, Michael ya estaría en casa.
Abrió la puerta con un poco de nervios, su plan era encerrarse en su cuarto e irse mañana por la mañana a la casa de su padre, como todos los Huntingos. Evitaría todo lo que pudiera a Michael, sin embargo, cuando cerró su puerta todo su plan se vino abajo.
En la mesa principal estaban Benjamín y Margaret Hansen, los padres de Michael, por supuesto con su hijo teniendo una conversación ligera. Todos hicieron silencio cuando la vieron aparecer, y su cuerpo sintió un fuerte rechazo cuando su esposo se levantó, y fue rápidamente hacia su lugar.
—Cariño… —la voz de Michael salió tan cínica que ella lo fulminó con la mirada.
Él siempre pretendía que nada había pasado.
El hombre fue a tomar su brazo, pero Ellie se escurrió rápidamente y fue hasta la mesa para saludar.
—No sabía que estarían aquí —dijo la chica llegando a la mesa mientras la pareja se puso de pie, y la saludó con un beso en la mejilla.
—No podrías saberlo, tuviste una comida muy larga con tus amigas —Las palabras de su marido solo la enfriaron.
En su rostro pudo ver una sonrisa disfrazada, junto con la mandíbula apretada.
Ellie intentó no prestar atención, porque su cuerpo ya estaba lleno de nervios. Vio como Emma salió y le sirvió un plato, e hizo que todos se sentaran de inmediato.
No tenía nada de hambre, pero intentaría acompañar un rato.
Los padres de Michael comenzaron hablar de trivialidades, mientras pudo sentir como el hombre no despegaba la mirada de encima. Por una extraña razón, podía verse a ella misma con todas las huellas de Dereck en su piel. El solo pensamiento la hizo estremecer y soltar un poco el aire, por la reacción de su cuerpo.
Por primera vez en la vida sentía una fuerza invisible que la hacía sentir valiente. Por primera vez en su vida no estaba aterrada al pensar en todo lo que tenía por afrontar, y solo cuando vio la mirada de Dereck en su cabeza sonriéndole, como si estuviese orgulloso de ella, sintió que su boca se ladeó inconscientemente.
—Pueden solo enviar una invitación de cortesía, Michael me ha dicho que no hay ánimos, pero hay que celebrar —La voz de Margaret Hansen llegó haciendo que ella saltara un poco.
¿Celebración?, se preguntó Ellie rápidamente, no sabía de qué hablaban.
—Cariño, mi madre habla de nuestro aniversario, ya lo hablamos —Michael acentuó las palabras y Ellie lo miró con una expresión incrédula.
No podía creer que aun siguiera con ese pensamiento. Ella no celebraría ningún aniversario, no podía seguir dañándose, ni seguir aparentando lo que no era y lo que literalmente ya no sentía.
Las cosas iban a cambiar mucho, pensó mirando a todos en la mesa, y supo que debía prepararse, porque de ahora en adelante, la mayoría se iría en su contra.
***
Dereck llevaba dos tazas de café, muy cargadas y muy azucaradas. Nunca lo tomaba por las noches, pero había leído que la cafeína reducía los niveles de cortisol en el cuerpo, ciertamente relajaba, por lo tanto, afirmaban que, también disminuía la producción de la glándula adrenal, lo cual reduce la energía e inhibe el deseo sexual.
No estaba claro de si funcionaría en su cuerpo, pero ahora solo podía concentrarse en el dolor constante en los testículos que estaban sacándolo de quicio. Sabía cómo podía aliviar su frustración, pero si no era Elizabeth, la sensación que le quedaría después sería peor para él.
Vació lo último que quedaba en la taza y pasó sus manos por el cabello, tratando de aminorar el estrés que estaba recorriendo todo su cuerpo. Tomó su celular decidido y envió un mensaje:
“¿Está todo bien en casa?”
Le dio enviar y luego sonrió con cinismo. No quería que esa fuera su casa.
—Pronto saldrás de allí… muy pronto —se susurró a sí mismo, y no pasó mucho tiempo cuándo una notificación titiló en su móvil.
“Todo bien… ahora estoy en mi habitación. ¿Tú, cómo estás?”
Hunter soltó el aire.
“¿Cuál habitación?”
“Una de invitados… hay un asunto que quiero tratar contigo…”
Dereck respiró por el alivio, pero a la vez se preocupó. Estaba tecleando para preguntar sobre tal asunto a Elizabeth, cuando una llamada entrante de un número privado, hizo perder el mensaje. Debía contestar, lo más seguro es que se tratara de Connor.
Así que deslizó su dedo en la pantalla y respondió.
—¿Sí?
—¿Der? —Hunter sonrió, le alegraba muchísimo escuchar a su amigo.
—El mismo… ¡Me alegra escucharte! ¡¿Dónde carajos te has metido en un año?!
La risa del hombre hizo que su ánimo mejorara.
—El trabajo es demandante, hay muchos hijos de puta en el mundo.
La boca de Hunter se ladeó de lado. Ya lo sabía él.
—¿Cuándo te veremos la cara?
—No creo que sea posible ahora, tengo una misión que se alargará. ¿Por qué no estás en Washington?
—Historia larga… —respondió Dereck—. Pero todos se trata de trabajo.
—Por supuesto, eres Dereck Hunter, ¿de qué otra cosa se puede tratar?
Un silencio se hizo después de esas palabras mientras Dereck se perdió un poco.
—¿Der… sigues ahí? No sé si es mi conexión….
—Estoy Aquí… me fui por un momento.
—Bien… hablando de hijos de puta, Carter me contactó, dijo que me necesitabas con urgencia.
La risa de Hunter solo hizo que su amigo se enfurruñara.
“Creo que descansaré, hablaremos el lunes, feliz noche, te envío un abrazo”
Este último mensaje le hizo esbozar una sonrisa. Pero supo que Ellie estaría cada vez en una situación más tensa por causa suya. Odiaba el hecho de que ella tuviese que despedirse de él, para al final del día regresar a esa mierda de casa, donde solo era un infierno para ella. Odiaba el hecho de que era un proceso extenuante el que venía para ella. Y estaba seguro de que por como veía era el maldito, no le iba a hacer las cosas fáciles Elizabeth.
Necesitaba llenarse de paciencia. Y debía ponerse en los zapatos de ella para poder sobrellevar toda esta situación.
Ni siquiera sabía cuánto tiempo iba a poder resistir estar cerca de Ellie, sin poder tocarla como quería, porque su presencia ni siquiera lo dejaba concentrar al menos en una sola cosa.
Necesitaba un buen informe de ese hombre, y si su intuición no le fallaba, el tipo debía estar involucrado en infidelidades según lo que Ellie le había contado. Buscaría un buen abogado, y ligeramente obligaría a ese hombre a firmar por las buenas. Elizabeth sería una mujer libre, una persona segura de sí misma dispuesta a empezar su vida, y a comenzar a realizar sus propios sueños.
Y en cuanto a qué hablaría el lunes con Ellie… de ninguna manera.
Mañana mismo la vería, ¿Cómo?, aún no lo sabía, pero ellos se verían de cualquier manera.
***
Después de que se dio una última mirada en el espejo, Ellie quedó satisfecha con el resultado. Entendía que iba a la casa de sus padres, como cualquier Huntingo. Pero su ánimo era tan alto que ni siquiera podía evitar sonreír. Revisó la venda de su mano, la había cambiado por una nueva como el médico le ordenó, tomó todos sus analgésicos y antibióticos, y sencillamente podía mover sus dedos sin sentir dolor.
Sabía que su rostro estaba radiante por la confianza que estaba recuperando en ella misma. Aunque tenía en su momento, un montón de problemas encima que parecían no acabar, el latido de su pecho era tan frenético que la sangre que corría por sus venas rápidamente, la hacía querer reír a toda hora.
Era una lástima que no pudiera ver a Dereck hoy, pero al menos aprovecharía la oportunidad de ir a la oficina de su padre, e investigar un poco sobre todo lo que le preocupaba. Sabía que con eso ella podría estar tranquila, estaba convencida de que después de ello, una carga menos estaría en sus hombros.
Colocó un poco de Loción en su cuello y luego puso un mechón de cabello detrás de su oreja. Tomó su bolsa pequeña y salió de su habitación.
Fue directo a la cocina para desayunar, y el alivio se instaló en su cuerpo cuando vio que Ema estaba sola, y levantó la cabeza cuando la escuchó entrar.
—Buenos días, señora Elizabeth.
—Buenos días, Ema, ¿Cómo amaneces?
—Muy bien, mi señora. Usted parece muy alegre hoy. Se ve hermosa.
Ellie sonrió, apartó una silla y se sentó. Estaba a punto de responderle a Emma, cuando la voz de Michael resonó en la cocina.
—Es cierta Emma, mi querida esposa parece muy feliz… —el hombre llegó apresurado a la cocina mientras la sonrisa de Elizabeth desapareció.
Michael fue hasta su lugar apretó los hombros de la chica y luego dio un beso algo exagerado en su mejilla. La mujer mayor solo quedó mirando a Elizabeth con un poco de vergüenza, y se apresuró a servir el desayuno.
De un momento a otro el hombre se sentó a su lado, arrimando la silla para que estuvieran más juntos de lo normal.
—Buenos días, amor… —Michael puso la mano encima de su mano vendada, y la presionó fingiendo una sonrisa…
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