¡Se busca un millonario! romance Capítulo 114

POV: Esme O' Sullivan.

Bajo las escaleras temblando como una hoja, siento el sudor frío correr por mi frente y no dejo de pensar que no debía aceptar la idea de Ashley, Vivianne está loca, de eso no hay dudas. No he dado ni dos pasos cuando un ruido sordo me hace voltear. Con el miedo palpitando en mi garganta, ruego para que no sea lo que estoy pensando, pero un bulto color blanco rueda por las escaleras y mi corazón se detiene por unos segundos.

Como en cámara lenta lo veo todo; mi amiga cayendo sin poder hacer nada, la risa maquiavélica de Vivianne resonando, desde el segundo piso, en toda la tienda. Y, por último, mi grito de terror. Lo escucho, aunque no alcanzo a creer que haya sido yo. Así de irreal se siente todo.

En cuanto logro reaccionar, corro hacia donde mi amiga yace en el suelo. Desmayada. No ando mirando si Vivianne continúa observándonos desde arriba, solo puedo escuchar el eco de sus carcajadas; pero solo me concentro en Ashley. Me arrodillo a su lado y busco señales de que sigue viva, quiero pensar que la intención detrás de su caída, no se cumplió.

Ni siquiera me detengo a pensar en lo peor, porque eso me rompería y no es lo que mi nueva hermana necesita de mí. Solo busco sin parar los latidos de su corazón, verifico que continúe respirando. Y cuando siento un ligero pulso en su cuello, suspiro, un poco aliviada, pero igual de preocupada.

—¡Está viva! ¡Por favor, ayuda! —grito, a quien sea que esté cerca.

Desgarro mi garganta pidiendo auxilio y ni cuenta me doy cuando las carcajadas dejan de sonar. Solo trato de mantener la cordura, aunque mis manos tiemblan con la necesidad de alzar su cabeza y ponerla sobre mis muslos; pero sé que no debo moverla. La humedad en mis ojos no me deja ver bien, pero me aferro a Ashley pidiendo al Dios que quiera escucharme para que a ella no le suceda nada. Es impensable lo que provocaría en nuestras vidas, su ausencia.

No sé cuánto tiempo ha pasado cuando escucho la voz fuerte de Ricardo, cerca, muy cerca de donde yo acompaño a mi amiga. A estas alturas, no sé si el pulso sigue siendo débil, si su respiración se mantuvo; estoy atrapada en mi propia oscuridad.

—Señorita Esme….Esme —escucho que me llaman, pero las paredes a mi alrededor se cierran y prácticamente no puedo respirar.

Abrazo con fuerza a Ashley, mi sostén en la oscuridad. Oigo su lucha. Oigo su batalla. Y quiero ser como ella. Quiero buscar esa luz que trajo a mi vida, cuando su corazón decidió amar a mi hermano.

—Esme…necesitamos llevarnos a Ashley —continúa diciendo esa voz, que me parece reconocer.

Veo todo negro, pero me mantengo anclada a algo en el piso. Con fuerzas. Si lo suelto, me perderé. Otra vez.

—Lo siento, señorita…tengo que hacerlo —escucho otra vez y frunzo el ceño, no entiendo nada.

Pero cuando soy arrancada con fuerza del lugar donde me encuentro, comprendo que estoy perdida.

Alguien me toma por la espalda. Evita que caiga al suelo ahogada en desesperación. La bruma en mis ojos se despeja y puedo ver, a duras penas, cómo a mi hermana se la llevan unos hombres. Y grito, aunque no me escucho. Mi voz no sale ya. Mi garganta arde y mis uñas, afincadas en la piel de alguien que no conozco, me avisan de que es suficiente. Tengo que parar.

Y me obligo a hacerlo.

(...)

POV: Ricardo Fuentes.

«No puedo creer que haya fallado otra vez». Me repito una y otra vez, mientras conduzco como loco detrás de la ambulancia que lleva a Ashley.

La desesperación cubre cada pedazo de mí, de solo pensar en que esta vez, puede ser diferente. Tuvimos el peligro en las mismas narices y no nos dimos cuenta.

De seguro me llevaré una buena reprimenda con William en cuanto sepa todo. Eso, teniendo en cuenta que solo sea un susto y que Ashley esté bien. Si algo le sucediera a ella, no sé qué pasaría, de verdad. No quiero ni imaginar un escenario de esa magnitud. Vuelvo a llamar al teléfono de la oficina, que tengo en marcación rápida, pero nadie responde. Tampoco en su teléfono personal, lo que me extraña, porque siempre lo lleva consigo. Sé que tenía una junta importante, pero estoy más que seguro que interrumpirlo es la única opción.

Busco alguna alternativa y solo se me ocurre contactar a Margot, ella debe estar con William en la misma reunión. Cuando me responde, solo puedo pedirle que me ponga con el jefe; ella me pregunta asustada qué está pasando.

—Ponme con William, ¡joder! —grito, en medio de mi frustración. Sé que ella no tiene la culpa, pero siento que en cualquier momento voy a explotar.

«Últimamente no soy capaz de hacer bien mi trabajo».

—¿Qué pasó, Ricardo? —La voz de William se escucha nerviosa y desesperada, a la vez.

—Señor… —dudo, porque, cómo le dices a un hombre enamorado que su prometida fue empujada por unas escaleras y va camino al hospital.

—¡Maldición! ¿Qué fue lo que pasó? Dime de una puta vez…

Siento su respiración fuerte y errática a través de la línea y respiro profundo antes de confirmar su mayor miedo.

—Vivianne regresó.

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