POV: William.
«Ashley no está».
Cuando escucho a la señora Adelfa decirle a Steph que ya su amiga se fue, por problemas con su madre, me preocupo. La morena no fue muy comunicativa en cuanto a la vida personal de Ashley se refiere, pero algo mencionó sobre su madre; una enfermedad.
Steph se queda un poco más hablando con su jefa, pero yo no logro escuchar qué se dicen. Solo sé, que cuando la loca hada madrina que me he buscado, viene a mi encuentro, lo hace con una sonrisa dibujada en su boca.
—¿No se supone que su madre está enferma...por qué sonríes? —pregunto molesto. Ella rueda sus ojos y me arrastra a la salida.
—Vamos, antes de que ella se arrepienta de haberme dejado ir, afuera te explico todo —habla en voz baja, casi que entre dientes.
Verdaderamente, esta mujer es la locura personificada, pero aun así le sigo la corriente. Cuando salimos de la cafetería, guía el camino hasta mi auto.
—Stephania, ¿qué sucede con Ashley? —Me suelto de su agarre y pregunto, con voz grave.
—¡Ay, que apuro llevas! Y dime Steph, por favor —reclama y rueda sus ojos—. A Ashley no le sucede nada, Adelfa piensa que es algo relacionado con su madre, pero Clarisse está bien, yo hablé con ella por la mañana. Vivimos juntas, ¿recuerdas? —exclama y hace un gesto extraño con su mano.
Asiento, pero no estoy convencido.
—Entonces, ¿por qué se fue antes de tiempo? —insisto.
—Eso es fácil —dice, sonriendo con demasiada energía—. Porque nos vio.
Alza los hombros, despreocupada, como si eso fuera algo sin importancia.
—¿Por qué estás tan segura, Steph? —replico, dudoso de todo esto, que siento se me está yendo de las manos.
—Porque le gustas, genio —farfulla, se acerca a mí y con sus pies de puntillas, se alza, para presionar un dedo en mi frente—. Ella está loquita por ti, de eso no hay dudas. Y por lo poco que he podido notar, tú también por ella.
Todo eso está bien, pero aún no hay nada que me dé garantías sobre lo que yo quiero saber.
—Ashley, es una amiga increíble —continúa, cuando ya iba a protestar—. En su código está impreso, respetar los límites de cada una. Ella, aunque se siente atraída por ti, dejaría de lado todos sus sentimientos, solo para que yo pudiera vivir mi amor de novelas. Que al final, no va a resultar ser contigo, pero eso, ella no lo sabe —culmina y me guiño un ojo.
Yo sonrío, debo confesar, un poquito satisfecho. Saber que la mujer que me trae de cabeza es tan leal, al punto de abandonar sus propios intereses por el bien de otro, me llena de orgullo. Y no es que su acto de sacrificio sea digno de admirar, porque al final, ella estaría renunciando a lo que quiere sin dar la pelea. Pero también, debo incluir, que yo la hice creer algo que no es. Y si yo, supuestamente estoy interesado en su amiga, ella piensa que perdió su oportunidad.
«Pero ya veremos, Ash, cuánto estás dispuesta a sacrificar».
—Tengo un plan, por si te interesa —interrumpe la morena mis alocados pensamientos. La miro, a la expectativa—. Vamos a tu casa.
—¿A la ciudad? ¿Eso para qué? —pregunto, confundido.
Ella resopla y abre la puerta trasera del auto, sin que yo le diga que seguiré sus tontas ideas.
—Es fácil, querido —aclara con voz en exceso refinada—. Para que Ashley vaya a buscar a su muy borracha amiga, que no puede ni levantarse de la cama.
«Joder, ella sí que está loca».
Me quedo unos segundos pensando en su propuesta. Darle la entrada a Steph a mi apartamento, para atraer a Ashley, me parece demasiado; pero también debo pensar que es la única forma de traer a esa linda rubia a mi terreno.
Necesito limpiar mi imagen con ella y puede que esta sea la oportunidad perfecta.
—Vamos, entonces —declaro y me subo al auto.
Siento la mirada de mi chófer y lo miro por el espejo retrovisor, sonríe complacido. Intento ocultar la mía, pero ya es tarde, sin darme cuenta estaba sonriendo.
«Sí, Ricardo, esa mujer me tiene loco», le digo en mi cabeza.
Miro hacia mi lado izquierdo y veo a Steph, que está entretenida pensando en Dios sabe qué, supongo que maquinando todo lo que hará para que su plan y nuestro trato, funcione.
(...)
—¿Por qué haces esto, Steph? —pregunto, viendo cómo inclina su cabeza hacia atrás y se toma de un trago el cuarto chupito.
Dejo mi chaqueta y la corbata sobre la banqueta alta de la cocina y voy hasta ella, para evitar que se tome el quinto.
—Uno, porque debe ser creíble —dice, con el dedo índice levantado, en un intento fallido de detenerme. Le quito el vaso, pero no alcanzo la botella a tiempo. Se aleja y con rapidez, se echa parte del contenido encima de su ropa—. Dos, necesito caer borracha para que Ashley no me pueda despertar, por mucho que lo intente.
—Creo que esto es un error, cuando acepté esto no pensé que fuera así —reclamo, ya la morena está colmando mi paciencia.
—Relájate, amigo —pide, su cuerpo se balancea, lo que me da una pista sobre su estado etílico—. Ahora, hacemos lo siguiente. Llévame a uno de los cuartos, déjame una camisa tuya y llama a Ashley, dile que yo estoy borracha y que no sabes qué hacer. Y listo, tendrás a tu amorcito aquí en pocos minutos.
—Para eso tendría que mandar a mi chofer —informo.
—¡Exacto, genio! —chilla—. Te recomiendo que lo mandes desde ya. Ahora, llévame al maldito cuarto y dame una maldita camisa.
Resoplo y paso mis manos por la cabeza, frustrado con todo esto. No debería haber aceptado.
«Hacerlo todo más creíble».
Voy bajando la escalera otra vez, cuando escucho el timbre sonar. Un cosquilleo me recorre entero ante la expectativa de verla aquí, en mi casa. Sin esperar mucho más, voy yo mismo a abrir la puerta. Hoy es el día de descanso de Martha y estoy solo.
Antes de abrir la puerta, tomo una respiración profunda. Pero de nada me sirve cuando al verla, expulso todo como globo desinflado, para luego volver a tomarlo como si me faltara el aire.
«Joder, esto no me lo esperaba».
Su cuerpo. Su pequeño y menudo cuerpo, está solo cubierto con unos shorts y una camiseta que dejan muy poco a la imaginación. Lo que precisamente está haciendo la mía, volando sin cordura. No puedo evitar sentir calor al desplazar mis ojos por cada centímetro suyo. Sus piernas. Sus caderas. Su cintura. Sus pechos. Su cuello esbelto. Su boca. Y sus ojos. Abiertos y curiosos. Sonrío, de medio lado, porque ahora mismo quiero devorarla como haría un depredador.
—Bienvenida —murmuro, con voz ronca y sin perder la sonrisa.
Sin embargo, ella responde de una forma que no esperaba, nada tímida, debería decir. Su mirada se vuelve hambrienta y hace su camino por mi cuerpo, justo como hice yo. Y confieso, se sintió mucho más intenso verla corresponder mi acto descarado.
Pero algo la hace enojar, puedo notarlo en una chispa que se prende en sus ojos.
—Buenas noches, lléveme con Steph, necesito irme lo más rápido posible.
Su voz se escucha molesta y la verdad, no es para menos. Venir hasta aquí a estas horas, para "salvarle" la noche a su amiga, no debe ser una buena definición de paz y tranquilidad.
—Por supuesto —respondo, sin perder la sonrisa. Necesito hacerle entender que estoy bien con su presencia.
La invito a pasar y cierro la puerta cuando lo hace. Ella se sobresalta y mira a su alrededor, cuando nos ve solos, pone ojos de cervatillo asustado.
—Por aquí, sígueme —digo de pronto, para evitar un momento más incómodo de lo que ya es. Sin esperarla, voy hacia las escaleras.
Siento sus pasos detrás de mí, pero no me giro. Al llegar arriba, al largo pasillo, camino con decisión hasta detenerme en la segunda puerta.
—Eh...Steph está aquí —murmuro avergonzado y rasco mi cabeza. Ella asiente.
«Aquí comienza el verdadero show», esperemos que resulte.
—Puedes entrar. Estaré esperando en la habitación contigua a que puedas despertarla —aseguro y abro la puerta. Le hago un gesto con la barbilla para que entre.
Cierro la puerta cuando Ashley entra y me recuesto en ella. Inclino mi cabeza y cierro los ojos.
«Esperemos que funcione».
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Se busca un millonario!