POV: Ashley.
«Me cansé».
—¿Sabes qué? Eres un imbécil —exploto y lo enfrento. Él abre los ojos, sorprendido con mis palabras—. Si yo estoy aquí es porque tú me llamaste. Ni siquiera preguntaste si había comido algo o si necesitaba algo más. Cuando pensaba que podías ser algo más que un estúpido egocéntrico, me demuestras tu verdadera cara. Si te molesta mi presencia, bien que podrías haberla evitado. A mí no me importa ni tu vida ni tus visitas, solo bajé a comer algo, porque eres un horrible anfitrión.
Su rostro está pálido y sus hermanos se ven un poco confundidos. Pero a mí no me importa y continúo diciéndole de todo.
—Diste por hecho que yo tenía que venir aquí a ocuparme de lo que debes hacer tú. Si mi amiga se emborrachó y te molesta, o quieres deshacerte del paquete, bien que puedes hacerlo tú mismo. Yo me voy ahora mismo, ni siquiera tienes que molestarte en llamar a tu chófer. No quiero que pienses que soy una aprovechada maleducada.
—Yo no dije eso —replica, con nerviosismo.
—Casi —devuelvo—. Prácticamente me dijiste a la cara que era una intrusa, sabrá Dios que más habrá pasado por tu cabeza al verme aquí. Y de verdad, yo no necesito que nadie me ofenda de esa forma; vivo mi vida como puedo y no ando buscando quién me mantenga. Si crees que esa es mi intención; puedes meterte toda tu miseria por dónde te quepa.
Doy media vuelta y subo las escaleras, para buscar mi bolso. William se queda boquiabierto y a los gemelos ni los miro. Cuando llego a la habitación, abro la puerta con furia y esta golpea en la pared de atrás. Veo a Steph que se remueve en la cama.
—¿Ashley? —pregunta, confundida.
Pero yo no respondo; con unas ganas inmensas de gritar de puro coraje, busco mi bolso y echo mi teléfono dentro. Reviso que tenga dinero y veo que me queda algo en la cartera, lo suficiente para hacer un pago inicial y luego tendré que llamar a mi casa para que mi madre me alcance el dinero completo.
Al final, va a ser que me gastaré mi paga de hoy en este dichoso viaje.
—Ashley, ¿qué haces aquí? ¿A dónde vas? —insiste Steph cuando ve que salgo de la habitación como mismo entré, corriendo.
Bajo las escaleras con un genio de mil demonios; todo esto me tiene cansada. Que se vayan al diablo Steph, William y todos sus parientes. Ya es hora de irme, de una vez.
—Ash... —llama William. Al verme ir directo a la puerta, corre para detenerme. Se interpone en mi camino y pone sus manos delante de mí. Su expresión es desesperada—. Por favor, déjame explicarte. Yo...yo solo quería que... —Hace una pausa y pasa sus manos por la cabeza—, mis hermanos son...tienen... gustos raros y yo...solo quería alejarte de ellos.
Su declaración, debo decir, me sorprende; pero de igual forma mantengo mis intenciones.
—La situación está, William, en que no necesitabas alejarme de ellos, no tenías motivos para pensar siquiera que yo quería un acercamiento. Los gustos que tus hermanos tengan o dejen de tener, no me importan. Y a ti tampoco debería importarte —exclamo, con indignación. Ahora se supone que su ataque gratuito era por mi bien. Casi ruedo los ojos por su reacción—. De todas maneras, qué sabes tú de lo que yo quiero o de lo que más me conviene. Si yo quisiera aceptar una propuesta para disfrutar de esos dichosos gustos raros, lo haría sin problemas, no tengo compromisos con nadie; no veo como alguien como tú, pueda exigir un comportamiento intachable en ese sentido, me resulta hasta hipócrita teniendo en cuenta la razón por la que yo estoy aquí, en primer lugar.
—Por favor, Ashley —ruega, con expresión desolada—. Solo escúchame unos minutos, prometo que luego puedes irte si es lo que deseas. Por favor, déjame decirte la verdad.
—No será necesario —insisto, terca. Intento pasar por su lado, pero él da un paso y obstruye el paso otra vez—. Déjame ir, por favor. No me hagas odiarte más en este momento.
Sus ojos cambian con algo que no logro identificar; pero se mantiene en el lugar y junta sus manos, como si estuviera rezando.
—Por favor, nada de lo que aquí sucedió es lo que parece, escúchame y luego juzga todo —continúa y, aunque yo no afirmo, él aprovecha mi silencio—. Todo esto es una maldita mentira, un intento desesperado por acercarme a ti.
Frunzo el ceño, confundida con su declaración. «¿De qué carajos está hablando?».
—¡William! —grita Steph y me giro, para verla bajar las escaleras con expresión asustada. Me fijo en que se puso al menos su ropa interior—. No creo que esta sea la forma.
Sus palabras me confunden aún más y ya empiezo a molestarme otra vez.
—Sí, es la forma; la única que hay. Ya estoy cansado de meter la pata una y otra vez, tengo que dejar de lado mi cobardía y enfrentar mis acciones... así como tú —exclama él, con una mezcla de resolución e indignación, mientras señala a mi amiga con un dedo.
Sigo sin entender nada, pero algo me dice que no me gustará lo que voy a escuchar. Hace un rato, mientras estaba acostada en la cama, pensé en lo raro que era toda esta situación de Steph con William; la forma en que él me trató más temprano me hizo convencerme de que era un buen hombre. Si ellos no hubieran tenido esta cita, que creo no estaba en sus planes por su respuesta cuando le pregunté por la nota, algo podía haber pasado entre nosotros. Pero ahora, si mis suposiciones no me fallan, creo que me llevaré una grandísima decepción.
En los espejos vuelvo a ver mi cuerpo cubierto solo por los shorts y la camiseta, pero esta vez no se siente tan mal.
«Esta soy yo. La verdadera Ashley».
No tengo que avergonzarme por cómo luzco, mucho menos si los que viven aquí, tienen tantas carencias emocionales.
Salgo del edificio unos minutos después y lo primero que veo, es a Ricardo. El chófer me espera y abre la puerta cuando me ve. Yo niego y le digo que no necesito de sus servicios.
—No lo haga por él, señorita. Hágalo por su madre, que se quedó preocupada —comenta como si nada. Me sorprende su personal comentario, pero recuerdo a mi madre diciéndole algunas cosas a él antes de salir.
Ruedo los ojos y asiento, intento esconder una sonrisa, pero al final no puedo evitarla.
—Tiraste a matar, Ricardo —bufo, divertida y tuteándolo. Noto que él intenta sonreír, pero aguanta.
—No fue mi intención, señorita —replica, con falsa servidumbre.
Su forma extraña de relajarme, me hace sentir bien, cómoda. Subo al auto y segundos después, nos incorporamos a la avenida. Salimos de la zona exclusiva y otra vez, me quedo absorta mirando por la ventanilla las luces de la ciudad. Mientras lo hago, siento como si nada hubiera pasado, pero cuando la carretera se vuelve oscura por completo, y lo único a la vista son kilómetros y kilómetros de zona rural, mi estado de ánimo cambia.
Pienso en él y no puedo evitar recordar cada minuto; sus miradas, sus palabras, su toque. Sus desesperación ante su mentira. Su resolución de conseguir mi perdón. Cierro mis ojos y una lágrima solitaria cae.
Cuánto quisiera que esto fuera el final, pero tengo bien claro que falta demasiado. Él no se va a rendir y va a insistir. Por otro lado, Steph, ella vive conmigo y yo no pretendo desalojarla cuando sé que no tiene a donde ir. Mis instintos más básicos me gritan que la deje a su suerte, pero yo no soy así; y por muy retorcido que sea, ella solo quería un acercamiento entre William y yo.
Suspiro y cierro los ojos, por el momento, no pensaré en nada más. Mañana será un nuevo día y espero, que sea mucho mejor que este.
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