POV: William.
—Señor, ya vamos llegando —informa Ricardo por la otra línea.
—Ok, gracias —respondo y comienzo a caminar—, los espero en la entrada.
Cuelgo y le hago una señal al doctor Bing. Caminamos juntos hasta llegar a las grandes puertas de cristal de la entrada. Casi al instante, el auto negro se detiene y Ricardo sale apresurado para abrir la puerta trasera. Ashley se baja primero y yo voy a su encuentro; al verme, su rostro se ilumina y me sonríe con timidez. Yo me acerco para ayudar a bajar a Clarisse y el doctor Bing pide una silla de ruedas, para que no tenga que caminar hasta la habitación, que ya está lista.
—Hola, otra vez —saludo a Ashley y le sonrío—. ¿Cómo fue todo durante el viaje?
—Todo bien, gracias, William —responde la rubia y su madre, secunda su afirmación.
—No tienen nada que agradecer —insisto y ayudo a Clarisse a sentarse en la silla de ruedas.
Hago las presentaciones formales, con el doctor que estará a cargo, mientras caminamos hacia el interior de la clínica. Ricardo, me doy cuenta, dirige la silla de ruedas hasta ubicarla sobre la acera, luego se va para parquear el auto y no obstruir el paso en caso de alguna emergencia. Me llama la atención este hecho, pero no comento nada, tal vez sean ideas mías y solo haya actuado servicial.
Hacemos el registro obligatorio en la recepción y luego vamos hasta la habitación que ocupará la señora Write por unos cuantos días, en lo que se le hacen todos los estudios necesarios. Por supuesto, es una habitación VIP y que cuenta con todas las comodidades, tanto para el paciente, como para el acompañante.
Ashley se sorprende con todo el lujo que nos rodea al entrar a la habitación; al igual que su madre. Ambas me miran y fruncen el ceño, a la misma vez, lo que me hace sonreír.
—William, creo que tenemos que hablar de poner ciertos límites —comenta Ash, con sus brazos en jarra y expresión ceñuda. A pesar de su renuencia, no puede evitar mirarlo todo.
—No —declaro, lo más serio que puedo—, no hay límites cuando se trata de la salud.
—Pero esto es mucho dinero, Will —insiste Ashley y yo camino hasta ponerme frente a ella, a solo centímetros de distancia.
—Dinero que utilizaré en cosas sin importancia —aseguro, mirándola a los ojos—. No me pesa, Ash.
Subo mi mano y acaricio su mejilla. Ella pega su rostro hasta apoyarlo en mi palma; suspira.
—Te pagaré —determina, con voz segura.
Yo aguanto las ganas de rodar los ojos y asiento, para terminar esta conversación. Cuando me separo, veo que Clarisse nos está mirando interactuar; la sonrisa en su rostro me dice que puede que esté de acuerdo de que suceda algo entre nosotros.
—¿Y Christopher? —pregunto, confuso por su ausencia. Además, de que quiero dirigir el tema a uno menos complicado.
—En el apartamento, con Steph —responde Ashley—, están recogiendo todo para hacer la mudanza cuanto antes. Digo...cuando tu decidas.
Sus mejillas se colorean y me produce ternura verla así. Vuelvo a poner mi mano en su rostro, pero esta vez, alzo su cabeza para que me vea a los ojos.
—No te avergüences conmigo, por favor —susurro, con voz queda—. Mañana mismo tendrás listo tu apartamento. Todos los empleados que gozan de este beneficio viven en un mismo complejo habitacional. Hay varios apartamentos disponibles, incluso, creo que puedes escoger el que más te guste.
—Cualquiera estará bien —asegura ella, con una expresión suave y una sonrisa hermosa—, y mucho mejor que el anterior.
Asiento, al recordar el lugar donde viven actualmente y las condiciones de la infraestructura. Ese edificio es una bomba de tiempo; me alegro mucho de que Ashley haya aceptado mi propuesta y pudiera salir de ese lugar. Ahora estaré más tranquilo.
Las dejo solas al cabo de un rato, para que se organicen y acomoden todo. Paso por el consultorio del doctor Bing y resulta que está revisando la historia clínica que le mandó el otro médico del hospital; comparten el mismo criterio y coinciden con el posible diagnóstico. Hablamos sobre el procedimiento a seguir ahora y determina que mañana mismo comenzarán las pruebas.
De regreso, voy en compañía del doctor. Esta vez, se habla claro y sin tapujos, sobre la posible recurrencia del cáncer y la expansión a otras zonas. Ashley hace muchas preguntas y escucha atenta las respuestas del doctor. Siempre mira a Clarisse, cada vez que el médico da un diagnóstico favorable luego de pasar los tratamientos.
«Ellas mantienen la esperanza», pienso orgulloso.
Miro mi reloj y ya casi es hora de comer. Mi estómago gruñe en consecuencia y decido retirarme; por más que quisiera quedarme en compañía de la rubia, tengo que darles privacidad.
—¿Cuándo empiezo a trabajar? —pregunta Ashley, en cuanto le digo que me iré.
—¿Una semana es suficiente, para acomodarte con todo? —devuelvo, con otra pregunta.
—Yo creo que sí, incluso, pienso que no será necesario tanto tiempo —declara ella y yo niego con la cabeza.
—Termina de arreglarlo todo —digo—. Mañana empiezan las pruebas, todo se hará bien temprano; puedes ocupar la tarde para ver los apartamentos. Yo puedo traer a Christopher o bien, a mi hermana, para que Clarisse no se quede sola.
Ashley duda, muerde su labio inferior indecisa.
«Otro tic que agregar a sus manías», pienso embelesado.
—Hija, no lo pienses más —interviene su madre y yo dejo de mirar su boca—, yo estoy aquí, en muy buenas manos. Mañana puedes ir a revisar los apartamentos y así nos mudaremos cuanto antes. Puede venir Chris, la hermana de William o me puedo quedar sola; no pasará nada.
Ashley mira de su madre a mí, varias veces antes de suspirar.
—Claro que no —exclama mi padre alzando los hombros—, somos una familia unida y queremos estar al tanto de todo. Aún más, si hay una mujer que te trae de rodillas.
Todos sueltan una carcajada y, aunque yo intento disimularlo, termino sonriendo. Ya me hice la idea de que estos chismosos estarán siempre al tanto de todo. Ruedo los ojos y me acerco a los gemelos, ellos tienen la decencia de parecer arrepentidos.
—Cuando les toque, no saben cómo disfrutaré ponerlos en evidencia —prometo, con mi mejor y ensayada mirada amenazante.
Ellos resoplan y niegan a la vez, como si la idea de mantenerse atado a una sola mujer, fuera una idea más que descabellada. Pero mis hermanos son muy posesivos y, en algún momento, llegará la chica que los haga sudar, aunque no de placer.
—Will, ya todos están al tanto de todo —dice Esme, en cuanto llego a su lado para saludarla—, intenté mantener callados a estos dos embelequeros, pero no se aguantan un caramelo en la boca.
—¿Todo, todo? —pregunto y ella niega.
—Ah... porque hay más —replica Leonel, que estaba escuchando descaradamente—. Queremos saber. Madre, dile a Will que nos diga.
Todos soltamos una carcajada ante la actitud infantil de Leonel, incluso su gemelo rueda los ojos, decepcionado. No obstante, mi madre, como fiel confidente de todos nosotros, cumple su petición.
—Will, sabes que con la familia no tenemos secretos —dice, con expresión satisfecha y a la expectativa de mi confesión.
—Madre, no justifiques —murmuro riendo—, todos sabemos que odias no estar al tanto de todo.
—Jovencito, ¿me estás diciendo chismosa? —pregunta, indignada, con una expresión de incredulidad.
—Amor, no eres chismosa —interrumpe mi padre, para salvarme el pellejo. Se acerca a mi madre para darle un beso—, solo eres un poco curiosa.
Y me guiña un ojo, para hacerme saber que así se trata con las mujeres, aunque no tengan la razón.
De todas maneras, su maniobra no surte el efecto esperado. Lo único que cambia, es que mi madre vuelve a preguntar sobre mi secreto, pero completamente ruborizada.
Al final, me insisten tanto, que les cuento sobre Ashley. Y es que, en verdad, por más que yo pueda fingir que protesto o que me molesta su insistencia, en mi familia no tenemos secretos.
Les cuento todo lo sucedido, mientras compartimos de un exquisito vino. Esme interviene, en ocasiones, para apoyar mis palabras o argumentar sus impresiones sobre la mujer que, en palabras de mi padre, me "trae de cabeza". Puede parecer que se pierde parte de la intimidad de lo que sería nuestra historia, pero en realidad, no es así. Solo les hablo de mis sentimientos e intenciones con ella; de mi admiración ante su carácter y sacrificio. Y al final de la noche, cuando caigo rendido y solo en mi cama, lo único en lo que puedo pensar, es que deseo con demasiadas ansias que Ashley forme parte de mi vida.
Y que mi familia sea testigo, de la gran mujer que es.
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