Sabrina creía que la tranquilidad de Victoria era extraña, pero, al escuchar el nombre de Claudia, se quedó atónita.
—C-creí que jamás regresaría —dijo luego de recobrar los sentidos.
Por un momento, ninguna de ellas habló. Antes de que los Selva estuvieran en bancarrota, Sabrina era la mejor amiga de Victoria y pasaban mucho tiempo con gente de la élite. Por eso, ella sabía cómo las personas hablaban sobre la manera en que Claudia salvó a Alejandro. Por otro lado, los dos lucían muy bien como pareja y todo podría haber resultado bien, pero Sabrina estaba angustiada por su amiga. «Es una pena que muchas parejas destinadas a ser nunca se concreten». La joven se mordió el labio y estaba indignada.
—En realidad, ¿qué importa que ella haya regresado? Si fuera tú, no me retractaría. Ella y Alejandro nunca estuvieron juntos y, además, ustedes están casados y esperas un hijo de él. ¡Estoy segura de que Alejandro no te pedirá que abortes!
—Creo que no lo conoces muy bien —contestó Victoria luego de permanecer en silencio un largo rato.
—¿A qué te refieres? —preguntó Sabrina incrédula—. Él no… ¿Él en verdad lo hizo?
—Lo hará —afirmó la joven.
—Eso significa que aún no le has dicho, ¿verdad? ¿Cómo estás tan segura de que te pedirá eso?
—Yo sé lo que él piensa al respecto —respondió Victoria luego de hacer una mueca.
—Tú… —Sabrina estaba muy decepcionada de su amiga—. ¿Y qué vas a lograr con eso? ¿Crees que no cambiará de opinión en cuanto le digas? Deberías decírselo ahora; dile que estás embarazada y ve cómo reacciona. —Victoria no le contestó y la joven continuó—: ¿Tienes miedo? Por favor, te prometo que Alejandro no te dejará si le dices que estás esperando un hijo de él. ¿Quieres apostar?
—No es necesario —respondió mientras sacudía la cabeza; tomó su bolso y se puso de pie—. Vamos, pediré la cuenta.
Antes de que Sabrina pudiera reaccionar, su amiga ya estaba con el cajero; por eso, se apresuró en alcanzarla. Al salir de la cafetería, ella se acercó a su amiga y notó que ya no quería hablar, así que le agarró el brazo.
—¡Victoria!
La joven se detuvo y la miró.
—Contrólate y confía en mí esta vez, ¿sí? Esto no es irrelevante; no estaría aquí contigo, intentando convencerte si supiera que puedes olvidarte de lo mucho que lo has amado estos años. Lo amas, ¿verdad? ¡Nuestra felicidad depende de nosotros mismos!
—Yo… —Victoria dudó un momento.
—De acuerdo, déjame hacerte algunas preguntas.
—¿Sobre qué?
—Con el tiempo, las personas se darán cuenta de que estás embarazada, ¿no?
La joven asintió.
—Entonces, ¿te preocupa que la gente lo sepa? —Mientras tanto, Victoria dudó un momento y volvió a asentir—. Bien. Entonces, temes que las personas se enteren de que estás embarazada y no vas a decirle a Alejandro; de ese modo, tendrás oportunidad de abortarlo.
En cuanto la joven regresó a la residencia Calire, Héctor se acercó a ella, preocupado.
—¿Dónde ha estado, señora Calire? ¿Por qué ha salido si no se siente bien? ¿Y si tenía algún problema?
Victoria se conmovió al verlo tan consternado, así que lo consoló.
—Estoy bien.
—Qué bueno —respondió y suspiró aliviado—. Debería ir a descansar, señora Calire.
—De acuerdo.
Luego, Victoria subió las escaleras y fue a su habitación; el lugar estaba en silencio y cerró la puerta con fuerza. En ese momento, recordó lo que le dijo su amiga. «Nuestra felicidad depende de nosotros mismos».
De hecho, ella en verdad creía que era así y sabía que las personas debían pelear por aquellos que amaban. La realidad era que había hecho eso en el pasado y estaba decidida a confesarle que lo amaba; no obstante, justo en el momento que iba a hacerlo, escuchó a Alejandro decir que su compañera de vida sería por siempre Claudia. «Siempre». Comprendió a qué se refería y también sabía que él cumplía con lo que decía, pero… La joven sujetó con fuerza el teléfono.
Por lo que le había dicho su amiga, ella creía que podía contárselo a Alejandro y que todo resultaría bien; en verdad quería hacer lo que Sabrina le había aconsejado. «Podría enviarle un mensaje y él sabrá de inmediato en cuanto lo lea». A Victoria le latía el corazón con rapidez como si estuviera en peligro; le temblaba la mano en la que tenía el teléfono y apenas logró desbloquearlo con la contraseña porque no logró hacerlo con la huella digital. La joven abrió la conversación que tenía con él; quizás estaba aterrada porque, en lugar de abrir WhatsApp, que era el medio por el que se comunicaban habitualmente, ingresó al historial de mensajes que tenía con él. En cuanto comenzó a leer, no supo qué hacer. ¿Cómo debía comunicarle esa noticia? Dudo durante un largo rato hasta que pensó que debía ir directo al grano.
Tal como había dicho su amiga, ya estaba preparada para lo peor; ¿a qué le temía? Escribió el mensaje: «Estoy embarazada». Luego, cerró los ojos y lo envió.
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