Secreto de amor romance Capítulo 39

Aquel día, Alejandro terminó de desayunar y a su vez se mostraba disgustado. Las sirvientas no pudieron verle el rostro porque estaba de espaldas a ellas. Entonces, se limitaron a suponer que se habían reconciliado según sus interacciones íntimas. En los días siguientes, Victoria no tuvo que ir a la compañía, ya que pidió vacaciones anuales. Se tomó su tiempo para acompañar a Griselda todos los días en el asilo. Al cabo de unos días, el estado de ánimo de Griselda mejoró sin duda. Al mismo tiempo, Victoria se sintió tranquila y reconfortada durante ese breve periodo.

Todo parecía ir según su plan. Sin darse cuenta, pasaron tres o cuatro días en un abrir y cerrar de ojos. A veces, cuando se quedaba sola, se acariciaba el vientre. Sinceramente, había cambiado de actitud. Al enterarse de que estaba embarazada, aún no sabía qué hacer con el bebé, pero con el paso del tiempo se fue sintiendo unida a él, como si compartieran el mismo cuerpo y corazón; por tanto, su amor por el niño fue creciendo. Asimismo, muchas veces incluso le contaba secretos que no podía contarle a los demás, lo cual la acercó aún más a su hijo.

Al principio, todo iba como esperaba. Victoria pensó que podría acompañar a Griselda con tranquilidad hasta el día de la cirugía, pero en cuanto se agotaron sus vacaciones anuales y estaba a punto de volver a la compañía para trabajar, Claudia volvió a llamarla y le pidió reunirse con ella. Desde el incidente anterior, había dudado en juntarse con esa mujer porque sabía lo que esta estaba tramando. Tras pensar en eso, rechazó a Claudia sin dudarlo.

—Señorita Juárez, entiendo por qué quiere verme, pero ya he tomado mi decisión. No voy a cambiar de opinión de todas formas, así que no hace falta que volvamos a vernos.

Tal vez había hablado con demasiada franqueza, ya que Claudia guardó silencio un segundo, antes de preguntar:

—¿Estás segura de que nada puede hacerte cambiar de opinión?

—Sí.

—Victoria. —Claudia suavizó la voz de repente—. Recuerdo que me debes un favor, ¿verdad? —La mirada de la joven se tornó seria al instante, pero la mujer continuó—: ¿Y si ahora te pido que me hagas un favor? ¿Me rechazarías? —Victoria se mordió el labio inferior con fuerza, a su vez parpadeaba nerviosa—. No hace falta que me respondas de prisa. Quizás podamos encontrarnos primero.

Después de colgar el teléfono, Victoria se quedó parada en el sitio y su mente se quedó en blanco. No era que no pensara en devolverle el favor, sino que planeaba hacerlo de otra manera. Mientras necesitara ayuda, Victoria estaba dispuesta incluso a sacrificar su vida por ella. No obstante, nunca pensó que Claudia utilizaría eso como condición durante ese tiempo.

En una tranquila cafetería de la calle Rodeo, Victoria vio el letrero de «cerrado» que había delante de la puerta del lugar cuando estaba a punto de entrar. Justo entonces, sonó su teléfono.

—Empuja la puerta y entra. Mi amigo es el dueño de esta cafetería. Todavía no han abierto.

La señorita Selva colgó el teléfono, impasible antes de empujar la puerta. Apenas entró, vio que Claudia la esperaba en un rincón. Esta le hizo un gesto con la mano para indicarle que se sentara. Victoria se acercó con pasos firmes y se detuvo frente a ella. Había un hombre con una cicatriz sentado junto a Claudia. Él parecía feroz, pero cuando la vio llegar, se puso de pie enseguida y habló con voz suave:

—Hola, preciosa. Debes ser amiga de Claudia. ¿Quieres beber algo?

El hombre miró a Victoria con un atisbo de sorpresa en los ojos.

—No, gracias —contestó sin pensarlo demasiado.

Él se quedó sorprendido porque ella se negó, pero Claudia intervino:

—Carlos, tráele una taza de leche caliente.

Carlos Jardón asintió con la cabeza.

—Claro. Se la traigo y luego las dejo que hablen.

Su tono ya no era amable y su voz sonaba muy diferente en ese momento; era clara y nítida mientras miraba a Victoria con desdén. A pesar de eso, su aspecto esa vez hizo que esta se sintiera mucho más tranquila.

—¿Por fin estás dejando de actuar? Para ser sincera, tu verdadero rostro es más agradable a la vista. Al menos, no me pareces falsa —contestó tras reírse por lo bajo.

—¿Falsa? —Claudia se burló—: Simplemente creo que no eres digna de mi amabilidad. Al principio pensé que serías una buena mujer a pesar de no ser inteligente, pero no puedo creer que seas una persona tan desagradecida.

—¿Desagradecida? —Victoria se frotó los dedos y entrecerró los ojos con una expresión sentenciosa—. Puede que sea una desagradecida para ti, pero nunca espero que tu bondad y rectitud te lleven a matar.

Cuando Claudia escuchó esas últimas palabras, su expresión cambió por completo.

—¿De qué tonterías estás hablando? ¿Cuándo maté a alguien?

—¿Eso significa que no me amenazarás con abortar solo porque estoy en deuda contigo?

Claudia sintió como si de repente la hubieran hecho callar, por lo que tardó un rato en hablar:

—La noticia del embarazo en cualquier momento se sabrá. Si estuvieras en mi lugar, no habría forma de que lo aceptaras. —Después de decir eso, la miró fijo—. ¿Por qué quieres quedarte con el niño si te vas a divorciar? Podrías volver a casarte y tener otro hijo. Entonces, ¿por qué insistes en quedarte con este? ¿Crees que no sé lo que piensas?

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