Si es destino estar contigo romance Capítulo 35

Yolanda no confiaba en él ni quería ir con él, pero desconocía por completo este lugar y, después de dudar, por fin salió detrás de él con cuidado.

—¿Él es tu tío?

Orlando caminaba delante, intentando saber algo de ella.

—Sí. —Yolanda murmuró.

—¿No tienes otra relación con él? —preguntó el hombre con una ligera elevación del tono.

Yolanda no entendía lo que quería decir.

«Lucrecio era Lucrecio, ¿qué quería decir?»

Ella no pudo evitar echarle una ojeada, sin ganas de contestar su pregunta.

Cuando Orlando la vio no responder, estuvo a punto de detenerse.

—Yolanda.

Por coincidencia, llegó Lucrecio

—¡Lucrecio!

Ella corrió hacia él con ansias como si hubiera visto la luz. Lucrecio era su sensación de seguridad.

—Estás despierta, vayamos a la boda. —Lucrecio ni siquiera lo miró a Orlando.

Orlando ya estaba acostumbrado a esto, no lo tomaba en serio por la superficie, pero a sus espaldas solía encontrar la manera de vengarse.

La boda se celebró en el césped. El escenario no estaba decorado de forma muy lujosa, sino más simple y bien diseñado.

Él tomó a Yolanda y se sentaron en la fila delante.

—Lucrecio, ¿de quién es esta boda?

Viendo que la boda estaba a punto de comenzar, Yolanda no pudo evitar preguntar.

—Es de mi padre. —dijo él estas dos palabras con odio.

Justo cuando terminó de hablar, comenzó la ceremonia de la boda, y él frunció el ceño y en sus profundos ojos se ocultaron sus pensamientos verdaderos.

Yolanda nunca había conocido a los familiares de Lucrecio, sólo sabía que era hijo único con madre fallecida y tenía sólo el padre.

Resultó que... estaban aquí hoy para asistir a la boda de su padre.

Ella nunca había conocido su corazón ni sabía qué secretos escondía, o decir, ni siquiera ella pensó si él estaba ocultando algo o no. Así que, naturalmente, ella no entendió lo que quería decir la expresión de Lucrecio.

Y Carolina, sentada no muy atrás, los observaba preocupada. Sabía que la chica al lado de Lucrecio debía ser Yolanda, pero eso no le importó, su mirada se limitaron a posarse en la espalda de Lucrecio sin dejarlo ni un momento.

Pero cuando Yolanda giró la cabeza para mirar a Lucrecio, Carolina la notó. Entrecerró ligeramente los ojos y frunció un poco el ceño. Sólo la cara desde el costado de esta niña fue suficiente para que ella se pusiera celosa.

«¿Por qué se veía esa chica tan hermosa?»

Los miró fijamente Carolina durante mucho tiempo, no sólo ella sino también Orlando, quien no desvió la mirada hasta que acabó la ceremonia de la boda.

Por supuesto que Lucrecio sabía que ambos lo estaban mirando, quien levantó las comisuras de boca y luego miró su reloj. El plan debería poner en marcha.

Yolanda tenía un poco de hambre, pero al ver que Lucrecio parecía estar de mal humor, se contuvo en silencio.

Sin embargo, ella era tan ingenua que no ocultaba cualquier expresión en su cara, y Lucrecio la vio claramente.

—¿Tienes hambre?

Yolanda asintió.

A Lucrecio no pudo evitar escaparle una sonrisa:

—Te llevaré a comer.

La llevó al comedor, que era un lugar para que su propia familia, y los invitados lo hacían fuera. Pero justo cuando entraron, alguien lo gritó diciendo que alguien fuera lo estaba buscando.

—Come primero, voy a salir.

Sabiendo que necesitaba socializar, Yolanda asintió.

—Buen chica.

Los ojos de Lucrecio mostraron preocupación, pero estaba seguro de lo que iba a ocurrir a continuación.

Después de su salida, Yolanda se limitó a elegir unos platos que le gustaban y los probó. Disfrutaba de su comida cuando entraron varias personas una tras otra en el comedor, todas mirándola, lo que la hizo sentirse muy incómoda e incluso perder su apetito.

Todos eran miembros de la familia Castro, sólo Yolanda era una forastera.

Poco después, entró Orlando y, sin siquiera disimularse ni un poco, clavó su mirada directamente en Yolanda sentada en un rincón.

Se le acercó y le dijo él:

—Lucrecio tiene algo que hacer y me pidió que te recogiera a su habitación para descansar.

Yolanda dejó el tenedor en su mano, miró hacia detrás de Orlando y no encontró Lucrecio. Pero en cuanto escuchó a este hombre decir que Lucrecio le había pedido que viniera a recogerla, se creyó él.

—¿Y él vendrá a mí más tarde?

Orlando vio que ella no pensaba mucho y inmediatamente le dio una sonrisa.

—Claro. Vamos entonces.

Le hizo a ella un gesto para que le siguiera.

Así Yolanda lo siguió hasta el tercer piso. La mayoría de las habitaciones aquí parecían iguales, de repente sintió que no debería haberle seguido tan fácil.

Antes de verlo a él mismo no podía asegurarse de si Lucrecio le hubiera pedido a recogerla.

—Espera...

La chica se detuvo.

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