Lucrecio había salido al extranjero tres días y no había regresado.
Pronto llegó el día del examen de ingreso a la universidad, y Yolanda había estudiado hasta muy tarde la noche anterior, así que cuando se levantó por la mañana estaba somnolienta y le doló la cabeza.
Bajó las escaleras inquieta, pero de repente recordó que había olvidado su pulsera de estrellas en la mesilla de noche y corrió a buscarla.
—¡Señorita, más despacio!
Lina la vio correr y saltar escaleras abajo y se puso nerviosa.
—¡Estoy bien!
Yolanda se estaba poniendo la pulsera mientras bajaba las escaleras.
—¡Ah...!
Ella no cuidó al pisar y se cayó de las escaleras.
—¡Señorita!
Lina estaba aterrorizada, se quedó sorprendida mientras se apresuraba a acercarse.
—Me duele la pierna...
La pierna derecha de Yolanda estaba herida por la caída, especialmente el enorme dolor en el tobillo, se encogió en el suelo sin poder moverse, las lágrimas llenaron instantáneamente sus ojos.
—¡Voy a llamar al señor!
Lina pisoteó a toda prisa y no se atrevió a tocarla, su primera reacción fue apresurarse a informar a Lucrecio.
—No lo molestes, está trabajando, estoy bien...
Yolanda se apoyó en su pierna izquierda, intentando mantener la calma, hoy era el día del examen de ingreso, y tenía que irse sin importar.
—Es demasiado tarde, Lina.
Ella dejó que Lina la ayudara a subir al coche.
Al ver que no podía ser persuadida, Lina esperó a que se fuera e inmediatamente fue a llamar a Lucrecio.
Cuando Yolanda llegó a la escuela donde se iba a celebrar el examen, se encontró con que Zenón ya había llegado. Abrió la puerta del coche para salir y comprobó que sólo podía mover la pierna izquierda y que su tobillo derecho ya estaba hinchado.
A Zenón siempre le había desagradado Zita, pero como sus padres se conocían, no podía decir cosas feas.
Yolanda dejó de mirarla y se dio la vuelta.
—Pero, ¿por qué la novia tuya me resulta tan familiar? —Zita no dejó de hablar mientras la seguía y caminaba junto a ellos— ¡Me acuerdo! ¿No es esa la ex-novia de tu mejor amigo?
Sin embargo, Zita vio el collar de Yolanda y se sintió extraña.
Zenón se enfadó instante. No importaba cómo se hablara de él, pero Yolanda era inocente.
—Zita, ¿sabes por qué no te gusta a Kenzo? —preguntó Zenón.
Zita dejó de sonreír, ella sabía que Zenón y Kenzo son muy amigos, por supuesto quería saber la razón.
—¡Es por tu boca implacable! Le gustan las chicas tranquilas y bien educadas, ¿no?
Zita miró a Yolanda y el odio en su corazón aumentó.
«¿No era Yolanda a quien se refirió Zenón? ¡Qué sentido tiene no decírmelo directamente!»
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Si es destino estar contigo