Los reporteros se arremolinaron alrededor, los vertiginosos destellos de luz no dejaban de parpadear sobre Yolanda, que no eran sólo luces para ella, sino cuchillos afilados.
Lucrecio se sentó en el coche, su mirada fría se posó a través de la ventanilla en ese rostro increíblemente pálido.
Era la persona que había puesto en su corazón y mimado durante nueve años... De tal manera... Fue echado al abismo por él mismo...
—¡Lucrecio! Lucrecio... por favor... déjame entrar...
—Por favor...
Yolanda suplicó llorando, golpeó con toda la fuerza la ventanilla del coche, esperando tanto que su Lucrecio abriera la puerta al siguiente segundo. Cómo deseaba que su Lucrecio pudiera salvarla...
Mientras observaba cómo el grupo de periodistas trataba de fotografiar su cara, Lucrecio permanecía la expresión tan fría que no se podía ver ninguno emoción. Este era el camino que había elegido, así que nunca podía arrepentirse.
—Lucrecio... ¡por qué! ¿Por qué?
Yolanda comprendió la indiferencia en sus ojos y dejó de golpear como si su corazón se hubiera detenido de repente.
Lucrecio percibió la desesperación y la confusión que salían de sus ojos, pero siguió sin reaccionar. Retiró su mirada con indiferencia y el coche se puso en marcha poco a poco.
—No...
Yolanda arrastró su cuerpo entumecido para seguirlo de cerca.
—Lucrecio... no...
Mientras el coche iba cada vez más rápido, Yolanda tropezó y cayó con fuerza al suelo.
—¡No!
Ella vio derrumbada cómo el coche se alejaba cada vez más y su rugido resonaba instantáneamente en el cielo.
Esta voz apuñaló en el corazón de Lucrecio. La lágrima se deslizó silenciosamente por el rabillo del ojo. Levantando la mano, se la limpió.
***
En la casa de familia Ortega.
La madre de Zenón, Nuria Leiva, se sentó en el sofá aburrida, cansada de ver las compras de la televisión, así que cambió de canal al azar.
—¿Es Bernardo un hombre perfectamente bueno o un fraude? ¿Es un filántropo o un lobo con piel de oveja? Lucrecio, la figura más misteriosa y popular del Grupo Castro, ha puesto las pruebas sobre la mesa una a una. Nosotros les traemos a ustedes en directo la hija ilegítima de Bernardo que aparece de repente en escena, veamos cómo es.
En la televisión, los reporteros parecían haber recibido un secreto impactante y hablaban sin cesar a la cámara para transmitir la situación.
A Nuria no le gustó ver esto y volvió a cambiar de canal. Pero ya había cambiado varios canales seguidos, todos hablaban de esto.
—Mamá, ¿no te aburres viendo estas cosas?
Zenón llevaba la bolsa de Yolanda en la mano, que ella había dejado ayer en su coche. Como no le contestó cuando la llamó, decidió ir directamente a su casa para dársela.
Estaba a punto de salir, pero le llamó Nuria.
—Oye, espera...
Se sorprendió un poco mientras miraba la televisión.
—¿Qué pasa? Todavía tengo cosas que hacer.
—Zenón, mira, ¿es tu compañera Yolanda?
Nuria señaló el televisor e incluso elevó mucho su voz.
—Mamá, sólo la has visto un par de veces, cómo la reconoces...
Zenón acaba de acercarse y su sonrisa se congeló al instante.
Yolanda se encogió de manera indefensa en el suelo, rodeada por un grupo de personas, su rostro pálido esquivó impotente las cámaras.
Con un destello de ira en los ojos, Zenón inmediatamente se dio la vuelta y salió corriendo.
—¿Vas a salvarla? Llévame contigo.
Nuria dejó las pipas en la mano y lo siguió en zapatillas hasta el coche.
—¡Mamá! No bromees, no voy a jugar.
Zenón miró con impotencia a su madre que mostró gana de saber los chismes.
Abrió la ducha y el agua helada se sintió como un millón de agujas clavadas directamente en su cuerpo. Se cortó la muñeca con el afilado cuchillo y la sangre corrió abajo con el agua.
El repentino dolor le hizo darse cuenta de que aún estaba viva.
Pero a partir de ahora, eligió la muerte.
—Mamá, con su estado actual, ¿le pasará algo?
Zenón se quedó fuera de la puerta con una mirada preocupada.
—Déjala en paz por ahora, volvamos más tarde a verla.
Aunque Nuria también estaba preocupada, sintió que debía darle a esa niña un poco de espacio propio ahora.
—¿Recuerdo que me has dicho que Lucrecio es su tío? —preguntó Nuria cuando se le ocurrió lo que acababa de decir la televisión que era éste quien había sacado todas las pruebas.
—Sí... por eso me preocupa si le pasará algo, Yolanda parece ser muy dependiente de su tío.
—Es una persona muy calculadora, incluso una chica tan buena se vio torturada así, me pregunto si tendrá un hogar en el futuro.
Nuria sacudió la cabeza repetidamente y lamentó varias veces.
Zenón pensó de repente en algo:
—¡Mamá, hablaremos más tarde!
Inmediatamente después de decir eso, corrió a su habitación y cerró la puerta. Sacó su teléfono móvil para llamar a alguien, esperando ansiosamente a que le respondiera la llamada.
Se contestó.
—¡Kenzo, algo mal le ha pasado a Yolanda!
La primera persona a la que quería decírselo era él. En los últimos dos años, todas las informaciones sobre Yolanda que Kenzo sabía fue por Zenón, y su reunión en el bar y ver al automovilismo también fueron su petición a Zenón a organizar.
Había mucho ruido al otro lado de la línea, así que Kenzo no le oyó.
—¿Qué has dicho?
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