Si es destino estar contigo romance Capítulo 86

En el dormitorio de las chicas de la Universidad de Alba.

Yolanda sólo vio a Noa cuando abrió la puerta y entró. Ahora le disgustaba Noa, así que no la saludó.

Cuando Yolanda llegó a la escuela de la familia Ortega antes, sus cosas estaban empacadas en una bolsa de embalaje, además no tenía muchas cosas, por lo que las empacó rápidamente.

—Tú... ¿vas a irte? Noa miró atrás sigilosamente, se colocó las gafas y preguntó con cautela.

Yolanda no dejó de hacer embalaje ni le dio una respuesta.

Noa también dejó de decir nada mientras cogía su bolígrafo y seguía tomando notas.

Justo cuando estaba a punto de terminar de hacer la maleta, volvieron Zita y Claudia llevando muchas bolsas en las manos Con un vistazo sabía que habían ido de compras. Como la condición familiar de Claudia no era tan buena para mantenerla para comprar esas marcas famosas, debía ser pagada por Zita.

Yolanda quería exclamar algo de repente pero sólo sonrió. Zita había hablado mal de Claudia que iba a poder reconciliarse con ella por unas cuantas prendas de ropa y cosméticos.

—¿A dónde vas? —Zita dejó sus cosas en el suelo— ¿Adónde fuiste ayer? He oído que acabas de volver en el coche de Kenzo, ¿qué habéis hecho? ¿Estuviste con él anoche?

Yolanda metió los últimos libros en la bolsa sin levantar la cabeza.

—¡Te estoy haciendo una pregunta! ¿Estuviste con Kenzo anoche? —Zita estaba furiosa. Odiaba la actitud indiferente de Yolanda a la que no le importa nada.

Zita se adelantó y apartó de una patada el taburete del lado de Yolanda con una mirada feroz:

—¿Aprovechas tu enfermedad como excusa para ganarte la simpatía de Kenzo y seducirle? ¿Estuvisteis juntos anoche o no?

Yolanda no le hizo caso, luego se levantó con indiferencia y miró a la cara de Zita con un tono suave:

—Anoche estuve con él.

Zita respiró con fuerza con los ojos enrojecidos por la ira, y preguntó con los dientes apretados:

—¿Qué hiciste anoche?

Yolanda estaba a punto de decir que no había hecho nada, pero prefirió intentar decírselo de otra manera a propósito.

—¿No lo preguntas a sabiendas?

Zita no se quedó quieta y se agarró a la escalera de la cama. Su pecho subía y bajaba que decía que ahora estaba muy enfadada.

Miró con maldad a Yolanda y no dijo nada durante mucho tiempo.

—Por supuesto lo haces deliberadamdente —La voz de Kenzo llegó desde detrás de la puerta, sonrió maliciosamente y asomó la cabeza—, dormitorio de las chicas, no se puede entrar a menos que sean invitadas, por eso, ¿puedo entrar?

—¡Entra, entra! —Claudia miró a Kenzo con ojos brillantes.

—¡Está bien! —Con un bonita vuelta Kenzo entró por la puerta.

—¿Cómo has llegado hasta aquí? —Yolanda miró a Kenzo con asombro, ya que la supervisora era tan estricta que ni siquiera Carolina pudo entrar, ¿cómo pudo entrar él, un chico?

—No hay ningún muro impermeable bajo el cielo, mientras yo quiera, ¡no hay nada que no pueda hacer! —Él le guiñó el ojo con orgullo a ella—, basta de bromas, ¿ya empacaste tus cosas? ¿Yo las bajaré por ti?

—Sí —Ella señaló la bolsa a sus pies.

—¿Eso es todo? —Él estiró el cuello para mirar, sin poder evitar reírse, pero una vez que pensó en la razón por la que Yolanda tenía pocas cosas, sintió al instante que había ido demasiado lejos y la sonrisa desapareció.

—Vale, lo llevaré abajo —Kenzo estaba a punto de levantar la bolsa de embalaje que había en el suelo.

—¡Kenzo García! —Zita dio un paso adelante y abrió la bolsa de una patada e iba a llorar— ¡Cómo podéis...!

Kenzo se quedó muy desconcertado.

—¿Qué?

—¡Voy a decirle a tu madre que has pasado la noche con Yolanda! Ella es la que más odia a ella, ¡se enfadará! —Zita hizo un mohín y sacó inmediatamente su teléfono para hacer una llamada.

—¡No te atrevas! —Kenzo le arrebató el teléfono de la mano y le reprendió en voz baja— ¡No te pases! O no me culpes por hacer algo excesivo contigo.

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