Si es destino estar contigo romance Capítulo 91

Un sudor frío brotó al instante en la frente del mayordomo Hugo, que intentó por todos los medios y abrió finalmente la puerta.

Lucrecio estaba desesperado en irrumpir en la casa de Kenzo y fue directamente a la habitación de Yolanda en el segundo piso.

En el momento en que abrió la puerta viendo a Yolanda tumbada en el suelo crisparse un poco, sintió como si un millón de flechas atravesaran su corazón, con un dolor insoportable.

Corrió hacia ella y la abrazó con fuerza, la autoculpabilidad en sus ojos se magnificaba infinitamente.

Siempre sabía que Yolanda tenía miedo a las tormentas eléctricas, pero casi estaba con ella cada vez que se encontraba con semejante clima. Nunca se le ocurrió que ella resultara tan asustada sin él a su lado...

—Está bien...

El delicado rostro de Lucrecio se arrugó mientras intentaba calmar sus emociones.

Levantó a Yolanda y quiso llevársela, pero no esperaba que le doliera demasiado el hombro para estar bajo su control en absoluto, y casi se cayó justo cuando la levantó. Así que, instintivamente, la colocó a la cama con el miedo de hacerle daño.

Pero para su sorpresa, Yolanda cuyos ojos se cerraron fuertemente de repente le abrazó con fuerza y ambos cayeron sobre la cama.

—Lucrecio...

Yolanda lloró tanto como una niña. Después de tanto tiempo, finalmente no pudo contenerse más.

—Estoy aquí.

Los ojos de Lucrecio se abrieron ligeramente, y al oír esta voz de llanto desgarrador, no pudo aguantarse inmediatamente y la abrazó con más fuerza, consolándole constantemente:

—No tengas miedo, estoy aquí.

—No te vas... Siempre que no abra los ojos, no te vas a ir, verdad...

Yolanda se mordió fuerte el labio inferior, sabiendo vagamente a alguna sangre.

Ya fuera en el día del incendio o en la actual tormenta, cada vez que estaba desesperada y asustada siempre podía sentir la presencia de Lucrecio que le aportaba una sensación de seguridad.

Pero fue nada más que una ilusión el Lucrecio del día del incendio. Y ahora, tal vez fuera lo mismo...

Yolanda lloró con los ojos cerrados, abrazándolo sin querer soltarlo. Lamentó aquel día no haber sujetado a Lucrecio de la alucinación, así que ahora no lo soltaría pase lo que pase.

—No me voy a ir.

Los ojos de Lucrecio estaban lleno de dolor, vio los labios de Yolanda, que había sangre, y sacudió la cabeza con violencia, tratando de contener sus impulsivos pensamientos.

—Eres un mentiroso... no volveré a confiar en ti... Dijiste que no me abandonarías, pero aun así...

Sollozó Yolanda, usando todas sus fuerzas para sostenerlo. Quería sentir más ese calor que no volvería a percibir antes de que esta ilusión se perdiera.

—Eres un mentiroso....

—Yolanda, te prometo que realmente no me iré.

Sólo entonces Lucrecio se dio cuenta de que su cuerpo estaba un poco ardiente, alargó la mano para tocarle la frente, que era muy caliente.

—Abre los ojos, mírame.

Yolanda lloró y sacudió la cabeza.

—¡No! Cuando abra los ojos, me dejarás sola de nuevo... Lucrecio... Estoy muy asustada... por favor no me dejes sola otra vez...

Le dolía a Lucrecio demasiado el corazón de manera incontrolable. Conteniendo el agudo dolor del hombro, utilizó todas sus fuerzas para levantar a Yolanda.

—Engánchame el cuello, no me sueltes —Lucrecio dijo en tono de mando.

Como de costumbre, Yolanda con los ojos fuertemente cerrados lo obedeció, soltó la mano que le sujetaba la cintura y le rodeó el cuello, pero tocó accidentalmente la herida en el hombro de Lucrecio, que gruñó de dolor, sudando frío.

La llevó fuera de la casa de Kenzo, y cuando Hugo intentó coger a Yolanda de sus manos, Lucrecio le evitó y la metió al coche personalmente. Entonces cerró la puerta del coche con respiración rápida y el dolor insoportable en los hombros.

—A casa.

Lucrecio ya no tuvo fuerzas para hablar, pero era bueno que el mayordomo pudiera entenderlo.

Durante todo el trayecto, no desvió su vista de Yolanda, que ya estaba en coma con la frente ardiente. Frunció fuerte el ceño. Todo aquello era una tontería que acababa de decir ella.

Tras llegar a casa, llamó urgentemente al médico de familia para que la revisara y le tomara a Yolanda un medicamento para bajar la fiebre, luego aconsejó que descansara bien y no habría ningún problema.

Lucrecio les dijo a todos que volvieran a descansar, que no pasaría nada con él aquí.

Tras que tomó la medicina antifebril, las mejillas de Yolanda no estaban tan calientes un rato después y dormía profundamente probablemente porque estaba de vuelta en un lugar familiar.

Lucrecio estaba a su lado sin descansar ni un momento.

Yolanda intentó darse la vuelta en su sueño, pero sintió que alguien tiraba de su mano, lo que no le permitió conseguirlo. Abrió ligeramente los ojos y vio a Lucrecio sentado en el borde de la cama mirándola.

Yolanda se quedó atónita durante unos segundos y retiró la mano con pánico, pero no esperaba tirar accidentalmente del hombro de Lucrecio, que frunció el ceño y fingió que no pasaba nada.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Si es destino estar contigo