— ¿Lo extrañas verdad? —preguntó Amanda, sentándose en la cama sin soltarle la mano
— Todos los días…
— Solo tú puedes decidir qué es lo mejor, es tu vida —le sonríe mientras le aparta el cabello del rostro con cariño—. Lo aprendí a la mala sabes…, no debí presionarte ni exigirte nada
— Amanda… —susurró emocionada, allí iban las lágrimas
— Perdóname Dani, perdóname por ser una tonta celosa y egoísta…, una mala amiga
— Gracias por salvarme
— No lo dudaría
Compartieron un cálido abrazo de reconciliación
— Entonces te vas a quedar con sus hijos ¿o solo lo dijiste por todo lo que te hizo?
— Oye aunque no lo creas esos niños son hermosos, buenos y para nada mezquinos
— Suenas como a una mamá
— Ves, aquí me tienes par lo que necesites
— Lo sé…
Suspiró pensativa, aun no sabía bien qué hacer solo que iba a cuidar a la niña que crecía en su interior porque no tenía la culpa de las circunstancias
— Voy a buscar a ese doctorcito que te está atendiendo para que podamos sacarte de aquí
— Gracias
— ¿Lo conoces de alguna parte?
— Es una larga historia
— De acuerdo, lo dejamos pendiente, le diré a Jazmín, que pase un momento para que compruebe con sus propios ojos que estás enterita
— Demonios…
— Calma, solo le conté lo del ataque del enfermo de mi esposo
— De acuerdo…
Solo 5 minutos pasaron antes que Jazmín, entrara en la habitación, con los brazos extendidos lista para abrazar a su sobrina
— ¡Dani! Cariño mío ¿qué ha pasado?
— Tía Jaz… —suspiró conteniendo las ganas de llorar al ver lo preocupada que estaba—. Estoy bien, no me pasó nada
Pero Jazmín, no se lo creía, la conocía y sabía que solo estaría minimizando las cosas. Así que la examinó ella misma para asegurarse que estuviese sana. Verla en esa cama de hospital la angustiaba, se sentía asustada aunque no supiera exactamente que le ha ocurrido
— Tía Jaz, por favor no llores, estoy bien no me pasó nada, no te preocupes —pidió cuando ella misma ya estaba llorando
— Por supuesto que me preocupo —le sostuvo el rostro entre las manos—. Eres lo más importante que tengo en esta vida, jamás me voy a preocupar lo suficiente, me muero si algo te pasa así que no vuelvas a pedirme que no me preocupe
— No quise…
Emocionada Danielle, se aferró nuevamente a su tía con todas sus fuerzas mientras lloraba por sus palabras, por cómo la hacía sentía con su preocupación, como se imaginó sería el cariño de una madre, bueno al menos eso pensaba ya que la suya jamás fue así de cariñosa. Pero tampoco deseaba ver reflejada esa preocupación en el hermoso rostro de Jazmín. No quería ser la causante, no quería…
— Ya no llores mi preciosa niña, nos iremos a casa y cuidaré de ti
— Gracias, tía Jaz —gimoteó intentando frenar las lágrimas
— Nada de gracias, es mi deber cuidar de mi familia y tú lo eres todo para mí
— Buenas tardes —interrumpió el doctor Lee
— Doctor, buenas tardes, adelante por favor —lo saludó Jazmín, mientras secaba el rostro de Danielle, con cariño maternal
— Usted debe ser la madre de Danielle, mucho gusto —se acercó ofreciéndole la mano a modo de saludo
— Encantada doctor ¿me dará buenas noticias y ya me la puedo llevar de aquí?
— Así es, tiene que guardar reposo por un par de días, comer sano, relajarse
— Me aseguraré personalmente doctor
Sabiendo reconocer la mirada en el rostro de Danielle, el doctor Lee, no dijo nada frente a Jazmín, y rápidamente intervino
— Disculpe, no oí su nombre
— Jazmín, disculpe pero mi cabeza solo desea llevarme a mi niña de aquí
— Entonces le traigo buenas noticias, voy a pedirle que ayude a Amanda, con el papeleo de salida y que le consiga algo de ropa a Danielle
— ¡Maravilloso! No tardo cariño
Danielle, solo le sonrió y la observó salir de la habitación. Enseguida Lee, se dirigió a la cama para hablarle de algo que rondaba en su cabeza
— No soy quien para meterme en tu vida, tú sabrás cuando contárselo a tu madre pero necesito que comiences a controlar este embarazo
— Lo voy a hacer Lee
— Puedo controlarte o si gustas buscar otro profesional pero tiene que ser ya, necesitas que te guíen una dieta para comer saludable, vitaminas, lo que tu cuerpo pida
— Prometo que lo haré
— Ahora quería hablarte de otro tema —anunció con cautela—. Sé que este “episodio” por el cual has tenido que pasar no es algo que quisieras mencionar pero es necesario que se lo cuentes a tu madre, es importante que lo hables
— No, no puedo preocuparla con algo así, no fue nada serio y saberlo solo la va a angustiar y no quiero que ella…
— Entonces un profesional, por tu bebé
— ¿Cuándo puedo irme? No me gustan los hospitales
— Danielle, una agresión sexual puede traer secuelas sin importar la gravedad…, tengo un amigo que es psicólogo, bueno en realidad fue mi profesor pero él, podría ayudarte
— Estoy bien —insistió con la respiración acelerada
— Espera… ¿esto te había sucedido antes? ¿Alguien más trató de propasarse contigo?
— Lee, basta por favor
— ¿Qué pasó?
Guardó silencio varios minutos, lo último que necesitaba era traer fantasmas del pasado y añadir más problema al caos en que estaba hecha su vida. Pero la mirada de Lee, y su genuina preocupación le infundieron la suficiente confianza para confesarlo
— Cuando tenía 16…, un, un amigo de mi papá me tocó —contó con la voz entrecortada
— Tranquila esto es solo entre nosotros
— Me escapé…, no fue nada grave y el tío Rick, no volvió a acercarse a mí
— Por favor, acepta mi ayuda, es gratis y me tranquilizará saber que estas bien. Aun no llevo muy bien esto de trabajar en urgencias, me angustio por pacientes que no vuelvo a ver pensando en cómo estarán
— Te lo agradezco Lee
— ¿Danielle?
Una familiar voz interrumpió su agradecimiento, no quería voltear pero el sonido de pasos acercándose la hizo reaccionar. Giró rápidamente hasta la entrada y allí se encontraba Jim, seguido por una enfermera que le enseñaba unos papeles. Su expresión de desconcierto la alarmaron y claro estaba sentada en una silla de ruedas en la puerta de un hospital.
— ¿Conoces a…?
— Sí, gracias por todo ¿me darías un momento? —soltó nerviosa
— Claro, debo regresar adentro, cuídate mucho Danielle
— Lo prometo
Lee, la ayudó a levantarse antes de retirarse para darle algo de privacidad.
— ¿Pero, qué…?
— Hola Jim
Lo saludó al verlo acercándose con rapidez. Observó a Lee, que no dejaba de mirar a Jim, algo preocupado
— Danielle —preocupado la examinó de pies a cabeza sin perderse un solo centímetro buscando el motivo por el cual se encontraba en el hospital
— No tengo nada, ya deja de mirarme así Jim
— ¿Por qué estás en urgencias? ¿Algo anda mal? —intentó tomarle la mano
— No. Solo…, solo me…, me desmayé de cansancio o fatiga pero ya puedo ir a casa —mintió e inconscientemente contuvo la respiración esperando que se lo creyera
— Estás algo pálida ¿quieres que te examine? No me gustaría que te fueras antes de tiempo —se preocupó
— Estoy bien. No es necesario
— Nicholas…—
—No. Y espero que sepas ser discreto, no estamos juntos y mientras menos sepamos del otro mejor —espetó rabiosa
— Danielle —la mira preocupado—. ¿Puedo visitarte algún día? Las cosas entre nosotros no acabaron nada bien y me siento terrible
— Prefiero que no. No somos amigos, preocúpate de Nicholas o de quién sea
— ¿Algún día vas a dejar de estar enojada conmigo?
— No sé, pregúntame algún día
Dando por terminada la breve conversación Danielle, se alejó bajando los dos escalones de la salida para esperar a su tía. Amanda, Leo y Mika, ya se habían ido al apartamento para esperarla allí.
Jazmín, estacionó junto a ella y en un silencio sepulcral la ayudó a subir al auto para alejarse de una buena vez del hospital. Seguía esta extraña sensación, la tensión al interior del auto se tornó horrible. Danielle, nunca se había sentido así en compañía de su tía, todo lo contrario, siempre era un ambiente confiable y tranquilo cuando ella estaba presente. En cambio ahora se veía furiosa.
— ¿Tía Jaz?
Mantuvo la vista al frente y como si su cabeza ya no doliera lo suficiente con lo que acababa de descubrir un camionero comenzó a tocarle la ruidosa bocina para que lo dejara rebasarla…, lo cual no ayudaba a mejorar su humor
— ¿Qué pasa? No entiendo qué hice para molestarte ¿puedes decirme por favor?
Angustiada esperó por una reacción, pero solo obtuvo una brusca sacudida. Jazmín, pisó el freno hasta el fondo tan repentinamente que si no fuese porque ambas llevaban puesto el cinturón de seguridad quedaban pegadas al parabrisas, casi se pasaba la luz roja
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sí Señor (Porque Yo lo digo 2)