A Dante le gustaba mucho la limpieza, siempre se pasaba por el baño antes de terminar cualquier comida, aunque solo fuera para lavarse las manos.
Este se había convertido en un hábito a largo plazo, así que la gente a su alrededor ya estaba acostumbrada.
Empujó la puerta del baño, que estaba vacío.
Mientras tanto, en la sala privada donde había estado Lavinia, Philippe estaba sentado tranquilamente, extendiendo la mano para tomar la sopa de champiñones con crema que el camarero le traía.
Pero antes de que pudiera agarrarlo bien, el camarero ya había soltado la mano.
La bandeja de sopa cayó sobre la mesa y la mayor parte de la sopa se derramó sobre Philippe.
Él saltó de inmediato, "¡¿Cómo carajos estás sirviendo?!"
"¡Lo siento, lo siento mucho!" El camarero se disculpó una y otra vez, tomando una servilleta para limpiarlo.
Philippe lo empujó con asco.
"Señor, vaya al baño a limpiarse un poco, le traeré ropa limpia de inmediato", dijo el camarero.
"¿A qué esperas?" Philippe frunció el ceño.
El camarero se disculpó mientras salía de la sala privada. Philippe tiró la servilleta que tenía en la mano sobre la mesa y se dirigió nuevamente al baño.
Entró apresuradamente con la cabeza baja, tomó la toalla de papel del lavabo y comenzó a limpiarse la sopa. Solo después de limpiarse bastante, tiró la toalla y levantó la vista al espejo. Y se dio cuenta de que había otra persona allí.
En el momento en que notó quién era esa persona, el rostro de Philippe cambió.
Pero Dante parecía normal, lavándose las manos tranquilamente, sin mostrar ninguna emoción.
"Sr. Basurto..." Philippe lo llamó después de dudar un momento.
Bajo esas circunstancias, Lavinia casi no podía prestar atención a lo que sucedía afuera, solo esperaba no ser descubierta.
Pero Wilfredo aparentemente no podía escuchar sus esperanzas.
Agarró su muñeca y sin esfuerzo apartó su mano de su boca.
Viendo que sus ojos se estrechaban, estaba claramente a punto de hablar y Lavinia se puso nerviosa, levantó la cabeza y selló su boca con sus labios.
El beso repentino pareció sorprender a Wilfredo por un momento, pero ella ya no se preocupaba por eso. Mientras lo besaba, le quitaba todo de encima: la corbata, la camisa, la hebilla del cinturón...
En solo unos segundos, la imagen impecable de Wilfredo fue completamente destruida por ella.
Él extendió la mano para intentar empujarla, pero ella lo abrazó aún más fuerte.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Siete Años Más Para Siempre