Socios Sin Querer romance Capítulo 2

[LANDON]

La deslumbrante rubia de ojos azules que está en mi cama se aferra a mi espalda a medida que me muevo en ella y yo tan solo puedo besarla con más urgencia callando nuestros gemidos. No sé nada de ella, pero sí sé que es la mujer más bella que he visto en mi vida y aunque no se ni siquiera su nombre, solo puedo dejarme llevar y disfrutar de esta exquisita sensación que es estar en ella.

Cada movimiento es una búsqueda constante por calmar esto que ya no sé ni cómo llamarle, solo sé que estoy excitado y loco por esta desconocida que con solo moverse en aquella pista de baile me robo la razón. –Fuck!— Grita cuando nuestros cuerpos van acercándose a aquel sublime momento que tanto ansiamos.

—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida. — Le susurró al oído y si esto es algo de una sola noche, al menos quiero que sepa porque estoy así por ella.

Sus uñas arañan suavemente mi espalda, pero en cuestión de minutos cuando su cuerpo comienza a temblar, ella clava sus uñas en mi espalda y se deja llevar en un orgasmo que me invita a seguirla. Mis labios le besan con más ganas y mis movimientos van cobrando más fuerza hasta que finalmente encuentro ese tan ansiado alivio que buscaba. Voy callando mis gemidos en su cuello y solo cuando consigo recuperarme, salgo de ella lentamente para así acostarme a su lado en mi cama.

Lo único que se escucha entre los dos, son nuestras respiraciones agitadas y algún que otro suspiro de alivio que se escapa de nosotros. Mi mirada está completamente centrada en el techo mientras intento recuperarme y asimilar lo ocurrido, cuando de repente ella se mueve en la cama y volteo a verla.

Su escultura cuerpo desnudo frente a mi es una imagen que me distrae por completo, eso no lo puedo negar —¿Qué haces?— Pregunto confundido cuando ella se levanta y comienza a recoger su ropa del suelo.

—Buscar mi ropa para vestirme e irme. — Responde tal como si no entendiese lo que está haciendo.

—Sí, lo veo, pero ¿Por qué te vas? Quédate esta noche. – Propongo y niega.

—No puedo, esto ha estado delicioso y todo eso, pero ha sido un error. Yo no soy mujer que se la pasa de cama en cama con desconocidos. — Se justifica haciéndome sonreír.

—¿Y quién te ha dicho a ti que yo pienso eso?— Pregunto sentándome en la cama.

—Nadie, pero de verdad, debo irme… supongo que la palabra “gracias” no es la correcta, pero tampoco sé muy bien que decir. — Dice ya colocándose su vestido negro.

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