Mientras tanto, Ledo ya había vuelto con Carol.
Carol no tenía ni idea de lo que había pasado recién, ni mucho menos que su hijo Ledo había armado una tan grande. Al verlo llegar a toda prisa, la preocupación se pintaba en su rostro,
"Ledo, ¿dónde te habías metido? Mami te ha estado buscando un montón."
Al ver la actitud de su mamá, Ledo se dio cuenta de que seguro que aún no se había enterado de todo el lío.
Con los ojos brillando de alegría, sonrió animado,
"No te preocupes, mamita. Era mi primera vez aquí y me dio curiosidad, así que salí a echar un vistazo. ¡Mira qué animado está todo por aquí!"
"Claro, ¡este es uno de los más grandes y concurridos de nuestras ciudades! Pero hay mucha gente y es peligroso, no puedes andar vagando solo. ¿Qué haríamos tus hermanos y yo si te llevara un secuestrador?"
Ledo se golpeó el pecho con confianza y le dijo,
"Tranquila, mamita. Si un secuestrador se tropieza conmigo, más le vale preocuparse. ¿No sabes quién es tu hijo? ¿Cómo iba a dejarme llevar tan fácilmente?"
"Siempre con tu charla," lo reprendió Carol, aunque sin rastro de enojo en su cara, solo amor y mimos.
Ledo, haciéndose el mimoso, le dijo, "Ya, mamita, no te preocupes. Mira, aquí estoy, sano y salvo. Vamos a comer algo, me muero de hambre. Seguro que mis hermanos también."
Ledo estaba preocupado de que la mujer malvada de antes realmente apareciera y molestara a su mamá.
Carol sonrió, "Está bien, ahora mismo los llevo a comer algo delicioso."
"Mmm," los tres asintieron al unísono.
Laín aprovechó para tomar la maleta con ruedas de Carol, "Mamita, yo me encargo."
Ledo rápidamente agarró la mochila de Carol, "Las damas solo deben preocuparse por estar hermosas, nosotros los hombres nos ocupamos del trabajo duro."
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