Daniela se dio la vuelta y sonrió disculpándose:
—Me voy de aquí.
Después, salió rápidamente de la sala y se quedó en el tranquilo pasillo del hospital antes de hablar:
—José, te quiero. No te enfades.
—Baja en diez minutos. No quiero repetirlo.
José colgó el teléfono.
Daniela no pudo evitar quedarse un poco perdida en sus pensamientos durante un rato antes de darse la vuelta y encontrar a Leticia.
—¿Es tu novio?
«¿Ha oído el nombre de José?» En ese momento, Daniela contuvo la respiración y su cuerpo se puso rígido.
Fue un minuto muy, muy largo.
—¿Un hombre dominante? Daniela, espero que sea bueno contigo.
Las palabras de Leticia tranquilizaron a ella. Por suerte, no sabía que el hombre era José. Sin embargo, esta sensación de mentira no era agradable.
—Leticia, tengo una cita con él a las siete. Por favor, díselo a tu mamá. Me voy ahora, volveré a verla cuando esté libre.
Sin demorarse demasiado, Daniela guardó su teléfono, se despidió con Leticia y salió del hospital. Mientras ella entraba en el ascensor, a la vuelta de la esquina, estaba Jaime, quien tenía una horrible sonrisa en la cara.
Dos minutos después.
Daniela salió del ascensor y se dirigió al aparcamiento de la parte trasera del hospital. Los alrededores eran muy silenciosos y el ambiente era algo inquietante.
—Señor, ¿qué pasó?
—¡Deprisa! —José rugió de rabia, con el latido acelerado.
«Ella está en peligro.»
Dos minutos después, recibió el vídeo de Antonio. Vio una imagen en blanco y negro. Daniela había bajado las escaleras mucho antes de que él llegara, pero justo cuando pasaba por allí, un hombre la dejó inconsciente y se la llevó.
Era Jaime Álvarez.
—¡Maldita sea!
José respiró profundamente mientras volvió a ver el vídeo una vez y finalmente confirmó que era Jaime quien había llevado a Daniela al coche. Recordó la matrícula de Jaime.
—Antonio, no me importa el método que uses. Averigua la dirección de conducción del coche con matrícula N6657, ¡rápido!
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