Al oír su explicación, Daniela no podía evitar reír. No podía negar que la mitad de las preocupaciones había disminuido, asintió y dijo sonriendo:
—¡Entonces, gracias!
—¡Es mi placer!
Gabriel se río y tomó una revista para protegerla de la lluvia cuando subía al coche.
Había que decir que este hombre era muy considerado.
—¡Gracias!
Daniela se sentó en el asiento del copiloto agarrando el sable en sus manos.
Gabriel la miró silencioso, sonrío y no preguntó nada más.
—¿Ahora puedes decirme tu nombre?
—Me llamo Daniela Moya.
—¿Daniela? ¡Un nombre muy bonito! Entonces, ¿dónde vives?
Su pregunta dejó a Daniela en silencio.
Un rato después, Gabriel dijo inocente:
—Daniela, ¿realmente me parezco tanto a un tipo malo? Has pisoteado mi autoestima. Te pregunto dónde vives porque te voy a enviar allí. ¿Dónde vives?
—¡Lo siento!
Daniela reaccionó y, con una sonrisa avergonzada, le informó de la dirección de calle al lado de su casa. No podía contarle a un extraño demasiado sobre sí misma.
Gabriel sonrió, como si ya supiera algo, pero no lo dijo.
Veinte minutos después, el coche deportivo se detuvo.
—¡Aquí estamos!
—¡Gracias!
—¿No está Manuela? Volvamos primero a la casa.
Daniela no sospechó nada al principio, sólo aceleró sus pasos y ayudó a Leticia a arrastrar su maleta a casa.
El sonido de los pasos de las dos ya había desaparecido.
En algún lugar de la oscuridad, Gabriel se apoyaba en la pared mirando a los lejos. Después de un momento, se río y dijo:
—Martina, ¿cómo puede haber una mujer que se parezca tanto a ti en este mundo? ¿Es providencial?
«¿Daniela Moya?»
«Era necesario que averigüe el origen de esta mujer.»
Daniela y Leticia volvieron al barrio donde vivían. Abrió la puerta y descubrió que Manuela no estaba en casa.
«Es muy extraño. Es tan tarde, ¿y dónde podría ir Manuela?»
Daniela frunció ligeramente el ceño y arrastró la maleta a un lado, luego sacó su teléfono móvil y llamó a Manuela.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡SUÉLTAME, DIABLO!