José pensó en su corazón y la miró que estaba perdida en sus pensamientos.
El rostro de Daniela era sombrío y parecía preocupado:
—¿Dime?
—¿Qué quieres preguntarme?
José estaba tumbado perezosamente en el lugar donde Daniela había estado, y parecía tener todavía su calor.
—¿Por qué te vas a casar con Leticia? No la quieres para nada.
Daniela miró a José, exponiendo los pensamientos de su corazón, esperando que él diera una respuesta razonable.
José levantó los ojos y le lanzó una mirada, ¡cuánto tiempo hacía que no veía su mirada tan seria y obstinada!
Extendió una mano, y cuando ella no estaba prestando atención, arrastró todo el cuerpo de Daniela entre sus brazos.
Los latidos del corazón, dramáticamente acelerados.
—¿Quién eres tú para preguntarme eso?
José dijo con calma, pero hizo que el corazón de Daniela se resintiera.
«¿Quién soy?»
—Solamente eres una amante mía, una pareja sexual, no una novia, ni mi esposa, dímelo, ¿cómo puedes preguntarme eso?
Sus preguntas eran crueles.
—Pero Leticia es mi hermana, no quiero que ella...
Daniela fingió estar tranquila, levantando la cabeza y dijo con seriedad.
Pero al decir estas palabras, ni siquiera ella las creyó.
José se burló:
—¿Tu hermana? Cuando te acaba de regañar, no vi que aún había afecto fraternal entre vosotras.
Daniela se quedó boquiabierta.
No quería que él hiriera a Leticia. Por la misma razón, José le dio a Daniela la misma reacción que Leticia.
—¿No quieres verme lastimar a Leticia? Daniela, a tus ojos, ¿soy un demonio que solo intimida a la gente? ¿Qué llevas para negociar conmigo?
—¡Eres realmente el demonio!
Daniela se rio y asintió suavemente con la cabeza.
José miró su expresión ligeramente triste y sonrió de repente, volvió a ejercer fuerza y arrastró todo su cuerpo entre sus brazos, aprisionándola con firmeza.
La espalda de Daniela se puso rígida, con una evidente mirada aturdida.
—¿Tienes miedo?
José admiraba su expresión, sus grandes manos acariciaban sin descanso la suavidad de sus pechos, jugando con ella a través de la ropa.
Daniela frunció el ceño y luchó, originalmente quería esconderse, pero cuanto más se negaba, más fuerte la sujetaba.
Tras unos cuantos combates infructuosos, también abandonó la lucha.
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