Daniela cerró lentamente los ojos y se dejó caer en su frío abrazo, aunque, el miedo estaba más allá de la capacidad para soportarlo.
En el siguiente segundo, José la sujetó y se sentó en el sofá.
Él tomó suavemente su pelo, con los ojos cerrados y una voz ronca:
—¡Bueno... a ver cómo te comportas!
—¿Cómo me comporto?
Una triste burla, escondida en las esquinas de los ojos llorosos.
Daniela se limitó a cerrar los ojos, con el brazo rígido apoyado en su hombro, y se giró ligeramente hacia un lado para evitar su mirada.
De repente, José detuvo el movimiento del beso y preguntó:
—Te duele y no lo quieres, ¿verdad?
Daniela estaba temblando, pero sonrió:
—¿Creo que no debería sentir dolor ahora? Pero simplemente no te importa, y como resulta que definitivamente me harás sufrir, ¡entonces mi respuesta no importa!
Había la terquedad oculto en el compromiso de esta mujer.
—¿Estás tan agraviada?
José parecía un poco sorprendido, mientras levantaba lentamente los ojos.
Daniela sintió su mirada y abrió los ojos, con sus lágrimas:
—Señor González , nunca sabrá lo horrible que es todo esto para mí, así como usted es el creador de esta pesadilla.
—¿Así que me odias?
La pregunta de José obtuvo una respuesta silenciosa. Después de un momento, asintió con una sonrisa de satisfacción y cambió su tono:
Sin embargo, la voz ronca de José tenía un matiz de calma.
Ante estas palabras, Daniela, cuya visión estaba en total oscuridad, se vio obligada a abrir los ojos, no podía ver su rostro. Sólo había una lámpara de cristal parpadeante delante de ella. En el siguiente segundo, ella sintió claramente la fuerza ejercida por sus manos.
—Daniela, no es la primera vez, ¿es realmente tan doloroso?
—¡Para mí es un insulto!
—Viendo tu mirada incómoda, realmente me siento angustia por ti... Pero no voy a parar, ¡sólo te haré sentir placer de otra manera!
José murmuró y la besó, sin dar el siguiente paso.
Daniela se quedó congelada entre sus brazos, sin saber qué decir.
—Toma tú la iniciativa, ¿vale? ¡Recuerda que no tienes derecho a negarte!
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