—Gracias
José cerró lánguidamente los ojos y la miró:
—¿Ya es todo? Al principio no quería ayudarte, pero ahora me debes un favor, así que ¿no debería haber algo de sinceridad al dar las gracias?
Daniela se puso nerviosa, frunciendo ligeramente los labios y sin hablar.
—¿Has herido a alguien?
Ella no habló, pero José no tenía intención de permanecer en silencio.
Daniela seguía de pie y explicó:
—¡No pretendía hacer daño a nadie, fue él quien intentó golpearme, le empujé inconscientemente y él mismo cayó y se golpeó contra la mesa!
—¿Por qué tuviste que explicármelo?
—Porque odio que la gente me malentienda, que no sea la verdad y que tenga que dar explicaciones.
José llevaba con una sonrisa y dijo:
—No me sorprende, después de todo, eres un gatito salvaje que no ha sido domesticado y ambas garras afiladas tienen el poder de herir a la gente.
—¿Es eso un cumplido?
Daniela hizo una mueca, tras lo cual ella giró la cara, evitando su mirada.
Hubo un momento de silencio.
En ese momento, Antonio, que había terminado de ocuparse del asunto, volvió y dijo:
—¡Señor, el asunto está hecho, ese tipo tomó 50 miles y ya no seguirá con el asunto!
José asintió ligeramente y miró la expresión de sorpresa de Daniela, las comisuras de sus labios se levantaron ligeramente.
—¿Te sorprende que haya gastado 50 miles por ti?
José extendió la mano y tomó su mandíbula, sonriendo suavemente:
—Te equivocaste al confiar en otros, y resulta que fuiste víctima de esta confianza tan fácil, y ahora, ¿todavía mantienes tu decisión?
—¿Es malo confiar en otros? No lo creo.
Daniela, en esta peligrosa y ambigua posición, respondió seriamente:
—José, soy diferente a tu mundo, nunca confías en nadie, y no serás confiado por nadie. Yo soy diferente, elijo confiar en quienes creo que vale la pena, así como confié en 10 personas, una de las cuales me traicionó. Pero las 9 personas restantes son amigos en los que puedo confiar absolutamente, ¿no?
—¡Qué idea tan ingenua!
Después de escuchar esto, José se burló de ella, sus dedos estaban acariciándole la mandíbula suavemente.
Obviamente, esta pregunta no llegaría a un resolución. Daniela optó sensatamente por no seguir discutiendo con él, y tras un momento de silencio, habló de repente:
—En cuanto a esos 50.000, ¡encontraré la manera de devolvértelos!
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡SUÉLTAME, DIABLO!