—Pero, ¿realmente quieres comer aquí?
Antes de bajar del coche, Daniela todavía le preguntaba con inseguridad, la comida de la calle de los bocadillos era algo que le gustaba, pero no a José. No podía ni imaginarse, la forma en que él comería esas cosas.
José levantó ligeramente las cejas:
—¿La comida aquí no es deliciosa?
—Sí, es deliciosa.
Daniela bajó la cabeza y se quedó en silencio durante un rato y dijo:
—Creo que no tienes que complacerme.
José la miró y dijo con una sonrisa:
—No es complacerte, sólo pienso que si la comida de aquí es de mi agrado, ¡puedes prepararla para mí cuando estamos en casa.
Al escuchar sus palabras, Daniela se sintió aliviada y se bajó del autobús con él.
Eran las 8 de la noche.
A esa hora la calle de merienda estaba llena de gente.
José se bajó del coche, tomó la mano de Daniela y se dirigió a un lugar que le era desconocido. Echando un vistazo a la comida dispuesta, frunció ligeramente el ceño y preguntó:
—¿Qué quieres probar primero?
—Ninguno de los de aquí es delicioso, te llevo a otro lugar.
Daniela estaba de buen humor, era evidente, a pesar de que en este momento, ella estaba con José de la que ella tenía miedo.
—Cuando era pequeña, me encantaba venir a comer aquí con mi padre. Es un recuerdo borroso, pero todavía recuerdo esa sensación.
—¿Tu padre?
José se quedó aturdido y luego reaccionó:
—¿Era antes de vivir con la Familia Álvarez?
Daniela dijo mientras avanzaba:
—Sí, en aquel entonces sólo vivíamos papá y yo, después vivimos con Manuela y Leticia.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡SUÉLTAME, DIABLO!