¡SUÉLTAME, DIABLO! romance Capítulo 70

Al día siguiente.

Daniela abrió los ojos y lo primero que vio fue a José, que estaba tumbada a su lado. Este hombre estaba tumbado de lado, con su gran mano poniendo en su hombro. Ellos estaban tan cerca que Daniela podía sentir su aliento, su calor.

Sin embargo, él era aterrador.

Anoche se había visto obligada una vez más, evidentemente quería negar, pero las consecuencias de rechazar eran insoportables. Ella había perdido la fuerza para resistir una y otra vez.

Ella se sentía avergonzada cada vez hacía amor con José.

—Daniela, ¿has despierta?

En ese momento, se oyó la voz de José.

Daniela se sobresaltó, no esperaba que ese hombre la estaba mirando mientras estaba perdida en sus pensamientos. Ella entró en pánico, bajó la cabeza y dijo:

—Sí.

—¿Quieres dormir un poco más, o levantamos a desayunar?

—Me levanto ahora mismo.

Ella no se atrevió a estar tan cerca con él.

José no hizo más preguntas, se levantó y entró en el baño.

Daniela lo miró, perdida en sus pensamientos otra vez.

Durante el desayuno, los dos no se hablaron.

Daniela bebió la leche y recordó de repente un problema muy grave y no pudo evitar preguntarle:

—¿Tienes medicina aquí?

—¿Qué medicina?

José estaba confundido.

Daniela no esperaba que él no sabía, y se quedó avergonzada y dijo:

—Píldoras anticonceptivas.

Al escuchar las palabras, José levantó de repente la mirada:

José levantó la mirada y se rio:

—¿El niño será una desgracia para ti?

—No puedo enfrentarme a la existencia de un niño así, José, puedes arruinar a mi vida, pero no me haces sufrir más.

—¿Crees que tienes derecho a negar?

—José, te ruego, lo cambiaré todo por él, te ruego que no involucres a un niño.

Las palabras de Daniela habían enfadado a José.

Él se levantó y se acercó a ella pellizcando su mandíbula y obligando a sus ojos a mirar a él mismo,

—Daniela, no te dejaré ir por el resto de tu vida, desde el momento en que apareciste frente a mis ojos, estás destinada a ser una mujer bajo mi control. Un año, diez años, cincuenta años, hasta que seas vieja, no tienes oportunidad de escaparte. Darme un bebé es el fin de tu vida.

¡Qué cruel!

Daniela sacudió la cabeza con pánico, y sus lágrimas mancharon la palma de José.

Después de una noche de ternura, su crueldad volvió.

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