No se atrevió a pensar en ello.
En este momento, sonó el teléfono, era la llamada de José. Por un momento, su corazón latió más rápido. Quería colgar el teléfono y escapar de él, pero...
—Dígame.
—Daniela, ¿qué estás haciendo?
Sonó la voz de José no alegre ni descontento.
El cuerpo de Daniela se tensó, inconscientemente miró fuera de la farmacia y dijo:
—Almorzar.
Pero en ese momento, el médico, que había vuelto con el medicamento, le dijo:
—Presta atención, la píldora anticonceptiva no debe mezclarse con otros medicamentos.
Hubo un momento de silencio desde el otro lado.
En este momento, Daniela sólo sintió que su corazón se detenía.
Hubo un largo silencio hasta que sonó la voz fría y de José:
—¿Píldora anticonceptiva? Daniela, te di tiempo para pensar, ¿y esta es tu respuesta?
—José, te ruego, no quiero tener hijos...
—¿Quieres morir?
—José, te ruego, no quiero tener hijos. Puedo hacer cualquier cosa. No tengo otro remedio. Te ruego... no... te quiero...
Sus lágrimas no eran útiles para José.
Tras un largo silencio, José se rio,
—Dices, Manuela o Leticia, ¿quién va a pagar el precio de tu decisión?
—No, José, no hagas esto. Lo siento, no me atrevo a hacerlo otra vez. No compraré píldoras de nuevo, puedo hacerlo. Te ruego que no les hagas daño.
—¿Has comido?
—¿Qué?
Daniela se quedó inesperadamente aturdida durante unos segundos e hizo una pausa antes de responder:
—No, voy a comer ahora mismo.
—Buena chica.
Inesperadamente, Daniela escuchó el suspiro de José.
Daniela no sabía, en ese momento, lo diferente que era José que lo habitual. Incluso Antonio preocupaba mucho por él.
«¿Daniela se convertirá en la mujer de la que se enamora el señor por esa cara que se parece a Martina?»
Después de colgar la llamada, Daniela seguía sentada acurrucada en el suelo, con la cabeza hundida en los brazos.
De repente, alguien la llamó el nombre.
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