En el coche, Daniela expresó su sorpresa a Gabriel ante la docena de bolsas de ropas que había en el asiento trasero.
A su lado, Gabriel explicó:
—El dinero de un hombre no se gasta todo en las mujeres, tenemos necesidades propias. Sin embargo, ¿cómo es que no has comprado nada, Daniela? Como una chica, no es normal.
—Hago compras pocas veces.
—¿No te gusta hacerlo?
—A ninguna chica no le gusta hacer compras. Es que no quiero hacerlo ahora.
Daniela saltó este tema.
Esta mujer tenía demasiados secretos profundos. Gabriel no siguió preguntando. Ellos llegaron al hotel, Gabriel se inclinó y desabrochó el cinturón de seguridad de Daniela.
Al entrar en el vestíbulo del hotel, preguntó:
—Daniela, ¿sabes nadar?
—Sí, mi padre me enseñó, pero hace muchos años que no nado.
Daniela lo siguió hasta la piscina privada del hotel, al ver al camarero de pie en la entrada con su traje de baño, pensó abruptamente en algo y se detuvo:
—Me siento incómoda, no quiero nadar.
Su cuerpo estaba lleno de rastros dejados por José.
—¿Te sientes incómoda? ¿Quieres regresar a tu casa?
—No, he prometido acompañarte hoy, ve a nadar, yo me quedo aquí.
—Vale, voy a cambiar de ropa.
Al oír sus palabras, Gabriel asintió suavemente y tomó su traje de baño y se dirigió hacia el vestuario.
«¿Se ha ahogado?»
—Gabriel, ayuda, ayuda.
La calma de la piscina se rompió en un instante.
Daniela dio un paso adelante, pero no vio a Gabriel. Se lanzó al agua sin pensar. Ella sabía nadar, rescató fácilmente a Gabriel, que perdió la conciencia.
En este momento, los ojos de Gabriel estaban cerrados.
Daniela estaba de rodillas junto a él, con la respiración agitada, y se esforzaba por morderse el labio para mantener calma.
El primer paso fue presionar su pecho para expulsar el agua que se había acumulado en sus pulmones.
El tiempo pasó, pero Gabriel siguió sin responder.
Daniela, suya cara se puso pálida, no podía ver las curvas de su propio cuerpo empapado y el desordenado pelo, pero sí sentir el miedo en el fondo de su corazón.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡SUÉLTAME, DIABLO!