Volvió a besar mi cuello. Sus labios rozan mi nuca y me estremece el flujo de calor agradable. Su mano toca mis pliegues hinchados, me acaricia con cuidado y vierte agua sobre la zona de mi entrepierna.
- Mmmm...
Me arqueo, sintiendo el dulce pinchazo: Bulat ha golpeado el sensible bulto femenino con la punta de la uña.
- ¿Te gusta?
Gemí anhelantemente en respuesta.
Lo he cogido. Exprimido. Frotada entre mis dedos.
Loco...
¿Qué fue eso?
Una convulsión.
¡Tan dulce y delicioso que me hizo querer más!
- "Uh-oh", siseó Basmanov sorprendido, presionando mi culo contra el
mi polla, que ya se está mordiendo.
Está de pie. ¡Está de pie otra vez! Y se pone cachondo en tiempo récord.
El hombre no retira su mano, sino que continúa acariciando mis pectorales con el pretexto de que supuestamente me está lavando allí.
- ¿Continúo? - Me pregunta, sonriendo.
Los cuerpos desnudos y mojados se presionan unos a otros. El aire crepita con impulsos eléctricos de lujuria y deseo. En lugar de responder, suelto un gemido bajo, sin reconocer mi propia voz.
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