Te tomo prestado romance Capítulo 16

Me muerdo el labio en silencio, no voy a discutir con él, no tiene sentido. Soy su juguete, así que haré lo que el dueño del juguete quiera. El millonario me había advertido que debía obedecer sus órdenes con media palabra. Lo recordaba bien, como mi propio nombre.

- ¿Qué tienes en mente? - resopla mientras abre la ducha. - Date prisa.

- No mires", me sonrojo, clavando los dedos en el borde de la bañera de mármol.

Justo ahora me estaba dando cuenta del lujoso apartamento en el que me encontraba cuando volví a la realidad. No se parecía a nada que hubiera imaginado. Una mansión presidencial.

- ¿Qué quieres decir? Ya he visto suficiente. Te he visto en todas partes, eres mi tipo. Así que me doy por satisfecha con la primera ronda -entrecerró sus ojos severos con picardía-.

Mi corazón dio un salto en el pecho.

Sinceramente, nunca antes nadie me había hecho un cumplido así.

Me agarro con más fuerza al borde y el cálido chorro de agua golpea suavemente mis nalgas. En algún lugar ha quedado una áspera bofetada en una de mis nalgas. La piel estaba flácida. Claramente, el medio izquierdo estaba herido.

- Relájate", la voz del hombre se suaviza. Sus manos tocan mis muslos, haciéndome estremecer ante su primer pero muy cálido contacto.

Me lava, sin dejar de sorprenderme con su repentina ternura y cuidado. Me derrito por estos momentos extraordinarios, olvidando todo lo demás por un momento, porque se siente demasiado bien.

- Abre más las piernas. Tenemos que darle un buen fregado ahí dentro.

La habitación se llena rápidamente de vapor y calor. El ardor entre mis muslos está desapareciendo lentamente. Me estoy acostumbrando al ambiente tranquilo y relajante mientras las caricias del millonario me calman, recompensándome con oleadas de nuevos y dulces escalofríos.

Se siente bien... no lo esperaba. No sabía que era posible, después de lo que he experimentado hace cinco minutos.

Bulat me acaricia las piernas con diligencia, enjabonando mi piel con espuma con aroma a chocolate. Las preocupaciones desaparecen, se disuelven en el pasado. Parece que el hombre está caliente de nuevo. Su voz está saturada de ronquera, y el aliento que me hace cosquillas en el oído se vuelve frecuente y pesado.

La mano del millonario se desliza más abajo y se sumerge entre mis piernas. Me sacudo, a punto de apretar las caderas, cuando de repente... Bulat me besa acaloradamente.

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