- ¿Dónde está? ¡¿Dónde está ese bastardo de Ilyas?!
Bulat me devuelve a mi hijo y lo pongo contra mi pecho.
- Uf, he llegado a tiempo. Pensé que vendría a buscarte y querría deshacerse de ti. ¡Bastardo enfermo! ¡Traidor, debilucho, bastardo podrido!
- ¿Qué le ha pasado?
- Un disparo. Entraron en tu habitación justo a tiempo para dispararte como a un perro. Estuviste inconsciente durante un minuto, y bueno... Mientras se llevaban su miserable cuerpo. No deberías haber visto eso.
Me estremecí cuando vi las huellas ensangrentadas en el suelo.
¡Se lo merece!
Lástima que no haya tenido tiempo de sufrir y morir rápidamente. Debería haberle torturado y haberle hecho morir una larga y horrible muerte. Como la gente que quemó viva, que fue torturada en el fuego.
- ¿Muchas víctimas?
Bulat se tapa los ojos, bajando la cabeza.
- Sí, muchos.
- ¿Tu padre?
- Vivo, pero en cuidados intensivos.
- А...
- ¿Victoria? - sacude la cabeza. - No. No pude ayudarla. No ella, no Miron. Les dispararon.
- Oh, Dios...
Agarrándolo por los hombros, lo dejé suavemente en la cama. Ya no se movía y apenas respiraba.
- ¡No, no, no! ¡No puedes! ¡No te desmayes!
Le acaricié las mejillas, le llamé... ninguna emoción.
Mi mirada asustada se deslizó hacia abajo, deteniéndose en algún lugar de su abdomen.
Recién ahora me di cuenta de la gran mancha debajo de su costilla que rezumaba líquido escarlata.
Empujé más aire en mi pecho y grité tan fuerte como pude:
- ¡Ayuda! ¡Por favor! ¡Alguien! Ayuda...
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