Te tomo prestado romance Capítulo 109

Estoy chocando con algo. O más bien, tropiezo. Es un cuerpo... un cuerpo ensangrentado con un vestido blanco que perteneció a una mujer. Le doy la vuelta a la cara. El horror paraliza mis pulmones hasta el punto de no poder respirar.

Victoria...

Está muerta.

Cubierto de sangre.

Mirando con los ojos vacíos al techo...

Un fino hilillo escarlata saliendo de su boca y todo un río saliendo de su pecho.

Le han disparado.

Se dispararon varias balas...

El vestido blanco se volvió rojo.

- ¡Vika!", siseé en voz baja y rota.

La sacudo, sin reacción.

Ella está más allá de salvar...

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Más disparos sonaron desde el techo.

Caigo al suelo y me alejo rodando. Me arrastro hasta donde hay menos humo y humo.

¿Qué hacer?

¡Piensa, Bulat, piensa!

No presto atención al dolor, en absoluto.

Demasiada adrenalina se precipitó en mi torrente sanguíneo.

Por eso, ni siquiera me doy cuenta de que me han herido y me arrastro sobre los cristales y otras astillas afiladas que se clavan en mi cuerpo como si fueran pinchos, hacia la sala principal que ha quedado cubierta de piedras y que ahora está en llamas.

- ¡Nastia! ¡Nastya! - Toso, resollando.

Delante de mí, el fuego empieza a arder con fuerza: el incendio está engullendo rápidamente el edificio, sin perdonar nada.

Mi primer pensamiento es Nastya.

¡Maldita sea!

¡NASTIA!

No me da fiebre infantil la idea de que Nastya esté en algún lugar por ahí, en medio de la carnicería.

Hay disparos fuera de la ventana.

Hombres no identificados con ropa oscura disparan ametralladoras.

Los guardias intentan devolver los disparos, pero quedan aturdidos. Muchos han muerto o se están quemando vivos.

Mi cerebro entra en modo de emergencia, ¡intento por todos los medios encontrar una manera de salir vivo de este lío!

- ¡Vamos! ¡Rápido!

Los disparos se detienen.

- ¡Lo tengo! Pero, ¿y tú?

- Puedo manejarlo. ¡Hazlo!

Oigo pasos en retirada y luego un gemido a un paso de mí.

- Bulat...", dijo alguien con voz apagada. Toqué con mis dedos la mano de otra persona, raspando trozos de pared.

- ¡Padre! ¿Estás bien?

- Estoy destrozado...

- ¡Aguanta! ¡Ya voy!

Empiezo a trabajar más rápido con las manos, paladeando los escombros, y pronto estoy sacando a mi padre al aire libre, ayudándole a arrastrarse.

Esto se está volviendo demasiado sofocante y caluroso.

Las agresivas llamas ya nos pican los talones.

Busco una salida. Me siento como una excavadora embistiendo las paredes. Por algún milagro, encuentro una ventana rota y salgo por ella, aspirando con avidez el aire fresco.

Mi padre está inconsciente... pero parece estar bien. No veo ninguna herida abierta grave.

Con lo último de mis fuerzas, consigo salir de lo que queda de nuestra casa un segundo antes de que se produzca otra explosión.

La casa en la que habíamos invertido media fortuna se convierte en nada en pocos minutos.

Caigo al suelo y caigo en la oscuridad...

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te tomo prestado