Te tomo prestado romance Capítulo 31

- ¿Encontraste las pastillas en la bolsa?

- Lo hice.

- ¿Los estás tomando?

- Me los llevo.

- ¿No es necesario comprobarlo? - Me lanza una mirada sensual mientras pasamos unos minutos en la carretera acercándonos a la casa. Nos rodea toda una fila de coches: la seguridad personal de Basmanov, como el propio presidente. La vista es impresionante.

- ¡Acepto!

¿No me cree?

- Incluso me llevé el disco.

- Mira, no quiero ninguna sorpresa.

Yo tampoco.

Aprieto más el borde de mi vestido con las palmas de las manos.

- En caso de que decidas aprovecharte de la situación y quedarte embarazada, te llevaré a un aborto.

- ¡No iba a hacer nada! No era mi intención -murmuré, agitando la cabeza en una excusa que hizo que los mechones azotaran mi cara.

¿Quedar embarazada de él?

¿Trampas?

- Bien", asiente con aprobación, suavizándose. - Seguimos nuestro camino.

Ese fue el final de una noche que prometía ser agradable, y la ilusión se disolvió al instante. Pasamos el resto del viaje en completo silencio, y luego volvemos a la mansión de Basmanov.

***

La mansión Basmanov se había convertido en una especie de fortaleza inexpugnable para mí. El tiempo pasa, los días vuelan. Sigo siendo la prisionera del severo millonario, que vigila como un cuadro de Da Vinci en el Louvre.

El hombre me deja salir a veces al jardín y pasear por allí, porque por fin se da cuenta de que estoy empezando a volverme loca. Esta semana ha desaparecido un par de días y no ha pasado la noche en casa, pero nuestro trato no ha terminado ahí.

Basmanov entraba en mi habitación y pasaba conmigo largas y calurosas noches, después de las cuales me sentía completamente agotado, sin energía, pero demasiado satisfecho. ¡Me cogió como un animal poseído! Sin piedad. Estaba descargando toda su lujuria y la tensión de los duros días de trabajo de un serio hombre de negocios.

Mi cuerpo se había vuelto demasiado tentador tras la intimidad con él... El hombre me había mimado con sus increíbles, insaciables y viciosas caricias. No quedaba ningún rastro de virginidad... Sólo el recuerdo de esa primera y loca noche. Nuestro conocimiento y su dominio sobre mí.

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