Te tomo prestado romance Capítulo 40

- Lo siento... no tengo un centavo. Sólo un poco de cambio en mis bolsillos para viajar.

Encontré algo de cambio en mi ropa vieja antes de salir de la entrada. Me pregunto qué queda en mi tarjeta. En el que recibo mi beca. Ilya conoce la contraseña. Mi cartera, que estaba en mi maleta, estaba vacía. Sólo quedaron las tarjetas y el carné de estudiante.

¡Ilya resultó ser un cabrón aún más grande de lo que pensaba!

- Parece que te estás poniendo demasiado serio, ¿eh?

- Muy. No tienes ni idea.

- ¿Ilya y tú habéis roto?

- Sí, me echó de la casa.

- ¡Dios mío! Tanya se atragantó con algo y tosió. - Mierda, ¿fue porque no le dejaste?

- ¡Para, Ilya está involucrado con gente mala! - Mi voz se entrecorta.

- Shh, Nastya, lo siento. ¡Nastya! ¡Cálmate!

- No se trata de una llamada telefónica, voy a estar allí.

- Lo tengo. Lo siento..." Mi amigo suspiró culpable al teléfono. - Creo que me saltaré el primero. Pondré el té y correré a la tienda por tus pasteles favoritos.

- Gracias.

Dejo la llamada, despidiéndome brevemente de Tanya, y agradezco mentalmente a Dios que al menos tengo una amiga leal y de confianza, que siempre me apoya y reconforta con una palabra amable.

Al llegar al dormitorio, me encontré con Elena Pavlovna, la superintendente, y le rogué que me diera una habitación de nuevo. Evaluó mis ojos rojos, mi aspecto demacrado, mi ropa empapada y arrugada tras la lluvia, y fue a mi encuentro. También me dio caramelos. Me negué, y ella me los metió en el bolsillo para animarme.

- ¡Come, come, niño! Estás todo demacrado. Todo piel y huesos, todo pálido. Los dulces me hacen sentir mejor", susurró la anciana Elena, acariciando mi mano. Es una buena mujer, siempre nos llevamos bien. Se podría decir que era como una madre para mí.

- Muchas gracias.

- Te pase lo que te pase, no seas cobarde y mantén la nariz alta. - Me dio un último rayo de optimismo.

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