Te tomo prestado romance Capítulo 47

Ahora mismo no estoy de humor para bromas.

En absoluto.

Sollozaba amargamente, envolviendo mis brazos alrededor de mi vientre hueco. He perdido mucho peso en los últimos días. Debo estar teniendo náuseas matutinas.

- Y sí, hay que comer bien. Lo que tú quieras. Sólo un poco y bebe más líquidos si quieres conservar el feto. Estás demasiado delgada, chica. Te haré una receta de algo que puedes tomar si estás embarazada. Si no funciona y la toxicosis empeora, hay que ir al hospital.

El médico escribe algo en un papel mientras me visto.

Estoy completamente en blanco.

En un momento dado me quedo mirando y creo que estoy teniendo una pesadilla.

- Ven a verme en un par de semanas para una cita y dame una decisión definitiva. Pero te aconsejo que no te demores.

Me entrega un folleto y salgo del hospital. Volví a casa, preguntándome qué iba a hacer a continuación. No miro a mi alrededor. Miro hacia arriba y veo que estoy frente a mi dormitorio. ¿Cómo he conseguido llegar tan rápido?

Encontré a Tanya en mi habitación, llorando de nuevo por mi problema. Pero al final de la noche ya me había decidido. ¡No puedes decirle nada a Bulat! Se enfadará y me arrancará la cabeza. Sé que es un hombre peligroso. Ya está bastante agitado por su maldito compromiso y el importante trato que tiene que hacer con el padre de la novia.

¡No me meteré en las fauces del león!

Bulat ha cortado todas las relaciones y lazos conmigo en general, lo que significa que no me necesita. Y el niño... no deseado, tampoco me necesitaría.

Unos días después pido otra cita con la ginecóloga y le doy mi respuesta definitiva al entrar en la consulta.

- Hola, Vasnetsova, ¿cómo estás?

- He decidido... quiero..." Respiro profundamente, apretando los puños. - Quiero quedarme con el bebé.

- ¡Bien! Entonces iremos ahora mismo a registrar el embarazo. Te conseguiré un gráfico.

¡Uf!

En ese sentido, me sentí mucho mejor.

Mucho.

Sonriendo, me pongo la palma de la mano en el bajo vientre. Esta agradable acción de acariciar mi vientre estaba empezando a convertirse en un hábito para mí. Al fin y al cabo, estaba muy contenta de tener un niño. Por fin estoy asimilando la situación, repensándola y me alegro de haber tomado la decisión correcta cuando decidí quedarme con el bebé.

De repente oigo un fuerte chirrido de frenos. Acababa de bajar las escaleras del hospital cuando de repente, de la nada, apareció aquel voluminoso coche extranjero... El coche frenó a tres pasos de mí.

Lo reconocí.

¡He reconocido el coche!

Era el que Bulat Basmanov utilizaba para llevarme por las carreteras nocturnas de las afueras de la ciudad. Fue en él, en el asiento delantero, donde tuvimos sexo salvaje.

Dios... ¡no!

La puerta trasera se abre y ÉL sale corriendo a la calle.

Viniendo hacia mí.

Enfadado como el diablo, peligroso como el fin del mundo.

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