Te tomo prestado romance Capítulo 98

- ¡Vamos, chica, mi buena chica, el bebé está llegando! ¡Empuja! ¡Vamos! ¡Nastya! ¡Vamos, un poco más!

Aprieto las mandíbulas y doy un empujón más.

El coche con los intermitentes va a toda velocidad: ¡estoy dando a luz en la carretera! En la ambulancia.

Duele... ¡Jesús! Es muy difícil.

Cuando Karim me sacó del calor, perdí brevemente el conocimiento. Me desperté en la ambulancia con mucho dolor. El trabajo era imposible de frenar. Me puse de parto de urgencia.

- ¡Contrólate! ¡Sé fuerte! Tienes que hacerlo. - me gritó la paramédica, limpiando el sudor de mi frente con el dorso de su mano. - ¡Ya puedo ver la cabeza!

Tengo que hacerlo.

Me recompongo. Me recompongo. Hago lo que puedo.

El bebé es lo primero.

Ya he perdido al hombre que amo, y no quiero perder a mi bebé. Mi hijo... será mi único recuerdo de Bulat. Su pequeña copia.

Lloré.

Apreté las manos en un puño y di un último empujón.

- Bien hecho. Bien, Nastya, bien... ¡Ahí está nuestro bebé!

De repente me sentí aliviado, el dolor casi había desaparecido, sobre todo cuando me colocaron un pequeño bulto caliente en el pecho.

- Enhorabuena, es un niño", dijo el hombre con un fuerte suspiro, tragándose las palabras. - Qué día el de hoy.

Pero, ¿realmente estaba tan salvajemente asustado por un trabajo de parto que había por ahí?

Se encogió en un rincón y se sentó con cara de piedra, mirando al techo. Y cuando el coche se detuvo frente a un alto edificio blanco, fue el primero en saltar a la calle, exigiendo un cigarrillo urgente a las personas que se acercaron a nosotros.

Por fin llegamos. Un ejército de médicos con batas blancas se precipitó a las puertas traseras de la ambulancia. El mismo paramédico que había asistido al parto de mi bebé se ofreció a reunirse con ellos, murmurando un informe de situación mientras avanzaba.

- ¡Cuidado! - advirtió mientras descargaban de la ambulancia la camilla con el bebé y conmigo. - Eran las veintiuna cuarenta y cinco. El chico. Gritó al instante. Fue un parto rápido y estresante. Cuida de ellos.

- Gracias, gracias..." Extiendo la mano hacia el joven, cuyo uniforme azul oscuro estaba manchado de escarlata en el pecho y el estómago. Me toca la palma de la mano con una leve sonrisa en la cara. Su rostro parece demacrado pero feliz.

- Recupere su fuerza, buena suerte para usted.

Me ponen un suero sobre la marcha y me llevan al interior del edificio a paso ligero. Me tapo los ojos, abrazando fuertemente a mi hijo, pareciendo que me voy a desmayar de nuevo por el shock...

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