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—¿Dónde estuviste en todo el día? — le preguntó Minerva a Fernando tan sólo entró por la puerta de la casa.
—Creo que ya lo sabes madre, algún de tus tantos espías seguro ya te lo dijo— respondió el sin voltearla a ver mientras iba directo a la pequeña barra que tenían y se servía tequila en un vaso, después sin pensarla mucho, se lo tomó de un sorbo haciendo muecas al sentir el ardor del líquido en su garganta, se sirvió otro un poco más lleno.
—¿Piensas tomar hasta desfallecer? — le preguntó su madre— por lo que veo no has parado de hacerlo en todo el día.
—¿Cuál es tu punto madre?, ¿ya te aburriste de preparar tu fiesta?
—¡Es tú fiesta! — le reclamó ella— tuya y de tu prometida, que por cierto desde que llegó no has pasado ni un minuto con ella.
—He tenido mejores cosas que hacer.
—Pelearte a golpes no es algo mejor qué hacer, pasarte borracho en los restaurantes del malecón no es mucho que hacer, ¡qué te está pasando por Dios Fernando!, ¿cuál es tu problema? — le reclamó su madre.
Él volteó a verla con todo el coraje que traía en ese momento y la enfrentó — tú eres mi problema— murmuro con su aliento a alcohol— tú, tus mentiras, tus juegos y tus pequeñas venganzas, eso es.
Minerva se quedó en silencio mientras escucha lo que su hijo le decía, era oficial, lo había perdido y sabía que era por culpa de Paula de la O. Ella le arrebató el vaso y lo tiró hacia el suelo rompiéndolo de inmediato.
—Entiéndeme Fernando, yo sólo quiero tu bien, quiero que seas feliz.
—¡Y tú qué sabes de felicidad!, ¡si la mitad de tu vida te la pasaste quejándote de papá y la otra llorándole mientras lo maldices!, tú menos que nadie sabe de felicidad cuando no la ha sentido en el corazón, cuando no la ha visto en los ojos de nadie, te convertiste justo en la mujer que criticabas, a mi abuela, ¿recuerdas?, y ahora eres ella, creando rumores, levantando falsos y sabes qué es lo peor, que lo lograste.
—¿Qué? — preguntó Minerva con el rostro duro.
—Lo lograste, lo lograste y ahora no hay nada más qué hacer.
—No entiendo que dices.
—Paula de la O es parte de mi pasado como tanto deseabas, como tanto lo escondiste por años, ahora ella está con Iván y tienen planes de llevar la relación a otro nivel.
Minerva hubiese querido esbozar una sonrisa al saber que se había quitado de encima a Paula de la O, pero no lo hizo, simplemente se llevó la mano a la frente para masajearla y luego se dio la vuelta.
—Me da gusto por ellos.
—No, no te da gusto, no por ellos, ni por ti, ni por nadie, así que madre sólo te voy a pedir que los dejes en paz, que dejes que sean felices que Paula pueda tener un momento de paz en este lugar y sea feliz como siempre lo ha deseado. Si no lo puede ser conmigo, le prometí que pararía todo.
Minerva pasó saliva, luego volteó a ver a su hijo y le sonrió levemente— Los rumores…
—Fueron por tu culpa— interrumpió su hijo— ya no más madre, ya no más— habló Fernando y tomó la botella de tequila para darse la vuelta y salir del despacho.
—¿Eso quiere decir que estarás presente en la fiesta? — preguntó.
—Estaré… — habló él como si no hubiese de otra — Natalia no se merece este tipo de situación, así que supongo que todo volverá a la normalidad, ahora si me disculpas… estoy rendido, me iré a mi habitación.
—Buenas noches— respondió Minerva sin alegar más, ya había obtenido lo que quería y su hijo por fin se alejaría de Paula de la O, ahora sólo tenía que asegurarse de que no cambiara de opinión.
Así que tal sólo escuchó como Fernando azotaba la puerta de su habitación, subió para dirigirse hacia la habitación de Natalia, que cansada del calor se había ido a dar una ducha y ahora cenaba en la pequeña mesa que había en el cuarto, tocó la puerta y en seguida la joven le abrió con una sonrisa.
—Minerva, ¡qué sorpresa!
Paula movió un poco su braga descubriendo su intimidad y él entro dentro de ella lanzando un leve gemido que calló dándole un beso. Eran tan hermosa, tan sexy, esos pechos grandes, junto con ese cuerpo curvado que le enloquecía, sus preciosos ojos, su voz, esa voz que no dejaba de soñar desde el primero momento que la vio, ahora le pertenecía a otro y él jamás la escucharía al amanecer.
—Te amo Fernando — expresó Natalia excitada mientras su novio se imaginaba en los brazos de otra, fantaseaba con el cuerpo de otra y en su mente en este momento le hacía el amor como siempre había soñado; ahora se conformaría con verla de lejos.
—Te amo— dijo en voz alta mientras sentía la piel de Natalia deseando que fuera la de Paula, mientras su cuerpo sentía toda una ola de sensaciones que le causaban un placer infinito.
Natalia seguía moviéndose arriba de él, tocando su cuerpo, disfrutando el aquí y el ahora, sin sospechar que su prometido tenía la cabeza en otro lado. Sentía que había perdido a Fernando, pero ahora volvían a ser uno, o al menos eso pensaba ella porque Fernando, esa noche, le había hecho el amor a Paula de la O.
Al siguiente día, el arrepentimiento llegó a Fernando junto con una resaca por todo el alcohol que había tomado. Cuando abrió los ojos y vio a su prometida dormida al lado de él, no pudo hacer nada más que negar con la cabeza y reprocharse. No estaba bien, lo que había sucedido la noche había sido un error en todos los niveles y ahora se sentía terriblemente mal.
Se levantó con mucho cuidado para no despertarla y se metió directo a la ducha. Tenía que irse de ahí, alejarse de todo, incluso estaba dispuesto a regresarse a Barcelona si era posible y eso era justo lo que iba a hacer, no podía estar un minuto más en esa horrible casa, llena de recuerdos y mucho menos coexistir con la mujer de la que estaba enamorado, mientras que ella se paseaba de la mano de otro, le sería imposible y pensándolo bien no tenía porqué verlo.
Fernando salió de la ducha, su prometida aún se encontraba dormida completamente desnuda cubierta por la sábana en la parte de abajo. Él se acercó y la admiró, Natalia hace unos meses era su todo, la alegría de su vida y ahora se había convertido en una extraña más y no lo podía permitir, debía hacer el esfuerzo por regresar a amarla, por estar con ella y que todo volviera a la normalidad.
Comenzó a vestirse lentamente viéndose frente al espejo de su habitación, cuando alguien comenzó a tocar a su puerta desesperadamente como si se tratara de algo urgente provocando que Natalia se despertara y cubriera su cuerpo de inmediato.
—¿Qué pasa? — habló en alto sin abrir la puerta.
—¡Joven Fernando!, su tío, su tío Fausto — escuchó la voz de Hortensia desesperada.
Espero a que Natalia se fuera hacia el baño y luego de ponerse la camiseta abrió la puerta para ver a la pobre de Hortensia con lágrimas en los ojos.
—¿Qué pasó? — Le preguntó.
—Su tío Fausto tuvo un accidente gravísimo en la empresa, ¡las oficinas están en llamas!, ¡están en llamas! — le alertó haciendo que además de temer por su tío también pensara en otra cosa… las cartas de Paula de la O.
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