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Despertar al siguiente día en el mismo lugar, fue raro tanto para Fernando como para Paula, ya que los dos jamás se habían imaginado en una situación así. Ella abrió los ojos temprano por la mañana pensando que todo había sido un sueño. Que en realidad Fernando no había tomado ese tipo de acciones y que ella se encontraba en cada de Iván. Sin embargo, al ver su mano con el dedo desnudo, sin anillo de compromiso, cayó en cuenta que todo lo que había sucedido era realidad y que ahora de encontraba a kilómetros del puerto, sin saber donde se estaba, en un bungaló junto con Fernando Saramago.
Ella, se levantó de la cama y de inmediato la poca luz que entraba por las cortinas le dio directo a los ojos haciendo que los cerrara, por alguna razón le dolía un poco la cabeza. No sabía si era porque moría de hambre ya que no había comido en horas o por el simple hecho de que el calor era insoportable y justo eso había sido lo que la había despertado. Se paró, puso los pies descalzos sobre el suelo y suspiró. Después fue hacia la puerta y la abrió con cuidado para observar lo que había afuera. Inmediatamente notó que la sala y la cocina se encontraban vacíos y por un momento pensó que Fernando tal vez había salido. Era su momento de escapar.
Así que emparejo la puerta y regresó por su zapatos, su collar y la liga, para después regresar a la puerta y salir de ahí. Caminó con las puntas de los pies para no hacer ruido aunque, de pronto, el dolor del tobillo lastimado le recordó que no estaba del todo bien para correr. Aún así no desistió y fue hacia la puerta de la entrada para abrirla y salir de ahí. Cual fue su sorpresa cuando se encontró a Fernando entrando con una bolsa entre sus manos.
―Buenos días ― habló amable, esbozando una sonrisa―¿me puedes decir qué planeabas hacer?
Paula no respondió. Simplemente se dio la vuelta y lo ignoró. Se sentía completamente frustrada al no poder escapar de ahí.
―No pude dormir en toda la noche, así que me fui temprano y conseguí algo de comer, ¿tienes hambre? ― preguntó en ese tono de voz tan melodioso que siempre le daba.
Ella continuó en silencio. No quería hablar con él, se sentía bastante enojada por lo que había hecho que en este momento era su persona menos favorita.
―Paula, no puedes ignorarme todo el tiempo, ¿sabes?, en algún momento tendremos que hablar.
―Pues pudiste haberlo hecho en el puerto― habló por fin.
―No, sabes que no podría. Por eso es que te traje aquí, y sé que estás molesta por la forma en que lo hice pero si te soy honesto, no había otra solución― argumentó Fernando mientras clavaba su mirada en los ojos de Paula.
―¿Y quién dice que yo quiero una solución?― respondió― mira Fernando, todo esto está mal. No sólo porque ayer amenazaste a más de uno con un arma si no porque…― y se quedó en silencio un momento ― no es correcto. Tú y yo no tenemos nada que hablar. Yo ya no siento nada por ti y mira, todo esto que estas haciendo no creo que nos ayude mucho. No gastes tu dinero en mí. Sigo pensando que no tienes idea de lo que dices y haces Fernando.
―Si me dejarás explicarte, verás que todo esto es por una razón.
―Y, ¿qué me vas a explicar?, ¿me vas a decir que me amas y que quieres todo conmigo?, Fernando, lo nuestro es imposible, se ¡acabó!, ríndete.
Fernando le tomo el brazo a Paula que estaba a punto de darse la vuelta e hizo que de nuevo sus miradas se cruzarán.
―No se puede acabar algo que no ha empezado, y si te refieres a situación de que somos hermanos, déjame decirte que eso es una vil mentira. Un invento entre tu tía y mi madre para separarnos una vez más ― habló con firmeza.
Paula desvió la mirada hacia el suelo. No podía creer que su tía Francisca, ahora estuviera confabulando con Minerva de Saramago para hacerle la vida imposible, no entendía el porqué.
―¿Cómo sabes eso? ― preguntó.
―Mi padrastro me lo confesó ayer por la noche.Tengo muchas razones para creerle― le dijo seguro.
Ella se quedó en silencio por un momento para luego soltarse del brazo― aún así eso no arregla nada Fernando. Ayer amenazaste a la familia de Iván, tienes una prometida y tu madre nos hace la vida imposible. Sigo pensando que esto es una vil tontería. Así que déjame en paz― sentenció.
Por otro lado, Minerva de Saramago aún no podía creer lo que había sucedido. Tras buscar a Fernando por toda la casa para que se iniciara el brindis y no encontrarlo, supo que algo andaba mal y lo confirmó cuando Hortensia le dijo que el joven Saramago se había ido, ya que lo había visto salir de la casa por la parte de atrás. Horas después el rumor de que tanto él como Paula habían sido vistos cabalgando hacia las afueras de la ciudad, fue el golpe que la mandó a la cama y la dejó postrada acogida por una rabia y una desesperación que antes no había sentido. Después Natalia, furiosa por la humillación que Fernando le había hecho, le comentó que los rumores decía que había ido a la casa de Iván y secuestrado a punta de Pistola a Paula de la O, dándole así la estocada final.
―Pero es que no lo reconozco, no lo entiendo― le dijo a su marido que extrañamente se encontraba muy servicial con ella ― ¿cómo pudo haberme hecho esto? ― se preguntó.
Xavi estaba a punto de contestarle cuando el teléfono sonó y momentos después se escuchó un ligero golpe en la puerta de la habitación. Cuando él abrió pudo ver a Hortensia con el teléfono en la mano.
―Es la señora Francisca― avisó y el rostro de Xavi se puso pálido al escuchar el nombre, ¿habrían Fernando incumplido la parte del trato que hicieron juntos anoche?
―Mi hijo― murmuró ella y sin pensarlo mucho tomó el teléfono y habló ―Francisca, ¿sabes algo?, ¿sabes dónde está mi hijo?
La burlona risa de Francisca se escuchó al otro lado del teléfono y después dijo ― no Minerva sólo sé lo que todo el mundo sabe en el puerto que Fernando, tu hijo, se robó a mi sobrina ― para después reír de nuevo.
―¿Qué es lo que te hace gracia?― habló Minerva.
―Que una vez más la historia se repite Minerva. Un Saramago y una de la O se escapan juntos del puerto. Tu hijo fue un poco más romántico que tu marido pero… es lo mismo.
―¿Qué es lo que pretendes con decirme eso?, ¿para qué me llamaste si no tienes información de Fernando?
Francisca volvió a reír y suspiró ― te hablé sólo para decirte, que más te vale que te pongas a rezar. No quisieras que Fernando y Paula vivieran el mismo destino que mi hermana y tu marido, ¿o sí?― le amenazó para después colgar el teléfono.
―¡Maldita! ― gritó Minerva aún con el teléfono en la mano para después arrojarlo hacia el suelo ―¡Malditos sean los de la O!, ¡Malditos sean todos! ― expresó para una vez más romper en llanto.
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