No sabía lo que estaba pasando, así que tuve que ir a la empresa. Como me levanté temprano por la mañana, no había mucha gente cuando llegué.
Cuando los responsables del departamento de finanzas me vieron, me juzgaron y susurraron a mis espaldas. Al principio, siempre recibía un cálido saludo de ellos.
Arrugué la ceja, sin saber qué estaba pasando. Y entré en la oficina, donde Alba aún no había llegado.
Sólo pude repasar los documentos que tenía sobre la mesa y firmé todos los que debía firmar. Después de una hora, Alba entró. Y cuando me vio, se quedó boquiabierta por un momento y me saludó con una sonrisa.
Pero llevaba una expresión forzada y, tras arreglar los papeles que yo había firmado, se disponía a marcharse.
Al darse cuenta de que estaba dudando en decir algo:
—Adelante, ponte cómoda.
Se congeló y dijo avergonzada:
—Directora Iris, usted y el Presidente País... ¿están juntos ahora?
Sus palabras me confundieron un poco y pregunté:
—¿Qué Presidente País?
—Lorenzo —Pareciendo aún interesada en el chisme, me miró diciendo—. La noticia ha salido hace unos días y anoche había fotos tuyas alojadas en un hotel de la Ciudad A. Pero Directora, ¿no has abortado ya? Y usted y el Presidente Valera siguen sin divorciarse.... ¿Cómo has...?
Me sentía cada vez más confundida al escuchar sus palabras y quería saber por qué lo decía así:
—¿Qué ha pasado en los últimos días?
Al verme perpleja, sacó su teléfono móvil y me mostró un titular de Ciudad Río.
Leí cuidadosamente todas las noticias en los titulares. Desde el día anterior, cuando Lorenzo me llevó a cenar al centro de la ciudad, conduciendo su lujoso coche Maybach, había gente escribiendo varios posts inventados y sin sentido. Con las palabras cada vez más maliciosas, terminaron por hacerme pasar por una zorra.
Después de leer los posts, me di un poco de dolor de cabeza. No me extrañaba que los de finanzas me hubieran mirado así esta mañana....
«Entonces, ¿Mauricio cambió la cerradura de la casa y me bloqueó el negro por todo esto?»
Me dolía aún más la cabeza cuando pensaba en la llamada que había hecho Lorenzo en el hotel.
«¿Cómo han ocurrido todas estas cosas al mismo tiempo?»
Alba vio que mi teléfono móvil sonaba, pensando que tendría algo que hacer, salió con los documentos en sus brazos.
Miré mi teléfono y vi que era Lorenzo. Me molesté, contesté el teléfono y dije:
—¿Qué?
—¿Has leído los titulares? —dijo, sonando desinteresado e indolente.
Me limité a responder con mal humor:
—Lo he hecho.
—Mañana es el cumpleaños de mi madre, ¿vienes conmigo a la fiesta de la noche? —dijo, sonando muy relajado, como si no fuera gran cosa que tuviera un escándalo con él.
Me froté la frente, que me dolía un poco, y abrí la boca:
—Gracias, pero no tengo tiempo para esto. Por favor, haz una forma de tratarla. Explica las cosas con claridad en los titulares.
Cuando Ismael apareció, no sabía a quién más podía pedir ayuda además de a Mauricio.
El titular sobre mí y Lorenzo causaría un problema.
Hubo un momento de silencio al otro lado y habló:
—Yo me encargo de los titulares.
—¡Gracias! —Respondí, un poco cansada— ¡No causes más problemas!
No sabía cuándo vendría Ismael a Ciudad Río. Si tenía una mala pelea con Mauricio por el escándalo, si se repetía la vida infernal de hace cinco años, temía no poder soportarlo.
Comparado con la vida, nada era más importante.
Tras desconectar la llamada de Lorenzo, dejo el móvil a un lado. Tras un momento de silencio, me levanté y fui directamente al despacho de Mauricio.
En contraste con el ambiente anterior, esta vez el despacho de Mauricio parecía muy abandonado, y Jerónimo, que debía estar en la sala de asistentes, no estaba allí en ese momento.
Se oyó el sonido de un teclado golpeando en el silencioso despacho, me quedé en la puerta y llamé un par de veces.
—¡Entra! —La voz del hombre era baja y magnética, tan agradable como siempre.
Tras unos segundos de duda, abrí la puerta. Mi corazón, que se había calmado, difícil de controlar, comenzó a latir más rápido de nuevo al estar cerca de él en este momento.
—Directora Iris, usted debe saber mejor que yo qué hacer y cuándo hacerlo, ¿no? —mirándome, preguntó, su voz claramente llena de ira.
Todavía quería decir más cuando Jerónimo entró en algún momento, me miró educada pero distendidamente y dijo:
—Directora Iris, el presidente Mauricio tiene todavía mucho que hacer.
La insinuación era que debía irme.
Miré a Mauricio y vi que bajaba los ojos, por supuesto sin intención de decirme ni una palabra más.
Ignorando la presión de Jerónimo, miré a Mauricio y le dije:
—¿Cuándo tendrá tiempo el presidente Mauricio? Hablemos.
Se quedó en silencio y su rostro se volvió frío.
Al ver esto, Jerónimo me miró y dijo:
—Si no hay nada más, Directora Iris, vuelva por favor.
No era buena idea estar parado, así que salí de la oficina y me encontré con Efraim, que salía del ascensor.
Tenía muchas cosas en las manos y cuando me vio salir del despacho de Mauricio, levantó las cejas y dijo:
—¿Te has peleado?
Asentí con la cabeza. Me di cuenta de que era una pelea.
Mauricio siempre tuvo una personalidad extraña y después de pasar tantos años con él, no podía entender qué pasaba esta vez.
—No olvides tomar tu medicina cuando vuelvas. —Efraim me entregó la bolsa en la mano y echó un vistazo al despacho de Mauricio, antes de mirarme y decir:
—Me he enterado de los titulares, explícalos bien.
Volvió a su despacho y yo volví al trabajo.
Cuando salí del trabajo con la cabeza llena de vapor, cargué mi bolso y fui directamente al aparcamiento, esperando a Mauricio.
Al encontrar su jeep negro, me hice a un lado y lo esperé. El problema era mío y era necesario encontrarlo y hablarlo.
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